9.3.La puesta en evidencia de la disyunción que habita el Pathosformel warburguiano abre las puertas hacia la comprensión de la psyché, a la vez individual y colectiva, ontológica e histórica, que resulta una clave de comprensión casuística de la agencia de la pluralidad de mundos bajo la forma de un principium individuationis.
9.4.La voluptuosidad determina la existencia de los cuerpos y cifra su secreto cosmológico. La cosmología se transforma, por tanto, en la scientia sexualis por excelencia. La sexualidad, portadora de la disyunción, es el vehículo corporal de lo Invisible.
9.5.La figurabilidad de toda imagen trae al centro de la reflexión filosófica el vacío que, desprovisto de toda arché, resulta la condición de posibilidad del Ser disyunto y de su consecuente prolapso en la subsistencia allende la existencia.
10.1.Agotada ya la Era de Homo, todo el edificio de la ética milenaria que le perteneció ha fenecido con ella. El postulado de la pluralidad de los mundos reclama una ética a la altura de la nueva cosmología.
10.2.El universo ilimitado ha condenado a la política, ciencia del límite, a su irremediable ocaso.
10.3.Frente la hiperciencia de los Póstumos y su nuevo orden mundial teológico-digital cabe sopesar si existe la posibilidad de una ética que pueda asumir los postulados lógico-ontológicos de un sistema cósmico donde la infinitud y la inmortalidad marquen los rasgos distintivos de una contrapolítica de la disyuntividad para-metafísica.
10.4.Las respuestas que se otorguen a las proposiciones anteriores serán el nuevo Monte Análogo donde se decidirá el futuro de Gaia frente al irrefrenable Titanismo de los Póstumos.
11. La antropotecnia es una post-ontología regional de la espectrología. La espectrología se resuelve en una ultra-política, y esta última encuentra su sentido en una cosmología cuyo centro sea el problema de la inmortalidad. En todos los casos, la disyunción del Ser es un rasgo específico aglutinante. La disyuntología deberá ser futuramente abordada desarrollando los principios que rigen la para-metafísica como ciencia nueva.
Topología de la nóesis
# 1.
Entre los años 1945 y 1948, en la cesura epocal de la Europa contemporánea, Ludwig Wittgenstein pergeñaba su filosofía a contracorriente del nuevo orden epistémico-político, entonces en gestación, que haría su entrada triunfal en los albores del siglo XXI. Por entonces juzgaba que la conducta humana estaba regida por la “imprevisibilidad (Unvorhersehbarkeit)”. Este diagnóstico se sostenía sobre un lema que hoy sería tenido por escandaloso: “una de las ideas filosóficas más peligrosas (gefährlichsten) es, curiosamente, la de que pensamos con la cabeza o en la cabeza (mit dem Kopf oder im Kopf denken)” (Wittgenstein, 2007: 605).
El filósofo austríaco ponía en entredicho que el pensamiento fuese un fenómeno orgánico (organischer) y, por tanto, dudaba de que un proceso de origen inorgánico (anorganischer) pudiera cumplir el mismo propósito. De este modo, una “prótesis del pensamiento (Denkprothese)” carecería de sentido. Esta prognosis se deduce de una tesis de fondo: resulta imposible “leer en los procesos cerebrales procesos de pensamiento (aus Gehirnprozessen Denkprozesse abzulesen)” (Wittgenstein, 2007: 608). Dicho de otro modo, existe una “regularidad psicológica (psychologische Gesetzmäßigkeit)” a la que no corresponde ninguna de naturaleza fisiológica (physiologische).
A tal punto Wittgenstein recusa proféticamente a las neurociencias que llega a afirmar que si esta tesis de fondo demuele los “conceptos de causalidad (Begriffe von der Kausalität)”, lo más adecuado sería deshacerse de ellos (Wittgenstein, 2007: 610). Por cierto, el filósofo es consciente de un temor que, por otro lado, considera infundado, a saber, que la escisión definitiva entre el pensamiento y las regularidades fisiológicas pudiera conducir a abrogar por “una entidad espiritual nebulosa (eines nebelhaften Seelenwessens)” [Wittgenstein, 2007: 611]. Sin embargo, el desafío por venir es adentrarse, precisamente, en esa nebulosa.
# 2.
De hecho, según Kurt Gödel, las investigaciones de Alan Turing intentan mostrar que los procesos mentales no pueden superar a los procesos mecánicos. Sin embargo, esta vía no convence en absoluto a Gödel puesto que, según el lógico, Turing no toma en cuenta
…el hecho de que el espíritu […] no es estático, sino que se encuentra en constante desarrollo […] Por consiguiente, aunque en cada etapa del desarrollo del espíritu el número de sus estados posibles sea finito, no existe ninguna razón para que ese número no pueda converger hacia el infinito a lo largo de ese desarrollo. (Gödel, 2003, volumen V: 576).
Si bien Gödel defiende la excedencia del espíritu sobre la materia neurocelular, la para-metafísica sostiene una completa disyunción entre cerebro y espíritu (no siendo este último una sustancia sino un epifenómeno del principio de individuación). De igual modo, el espíritu no hiende al cerebro sino al cuerpo en su totalidad como forma exo-endógena de su manifestación. Ahora bien, cuando la indagación se adentra por estos senderos, no es posible sino admitir que no existe una concepción más pregnante de la independencia del pensar que la arquitectura del Noûs plotiniano, vale decir del kosmos noetós o mundo de los arquetipos inteligibles.
# 3.
La cosmología inteligible de Plotino ha desafiado, en la agonía de la Antigüedad, cualquier intento de captación individualizante del pensar. Cuando Plotino se propone indagar acerca de la “naturaleza del Intelecto (tèn noû physin)” como hipóstasis (Dörrie, 1955 y 1976) emerge una tríada axiomática que marcará duraderamente la tradición metafísica en sus vertientes heterodoxas que se continúan hasta nuestros días. Así, tres propiedades se desprenden del Intelecto: “es algo separado (khôrismós), no es otro que las cosas que son (tà ónta) y es el asiento de las Formas (he tôn eidôn physis)” (Plotino, Enéadas, V, 9, 3). Anticipando la posterior tradición averroísta que encuentra aquí un locus metaphysicus preponderante, Plotino propugna, como primer axioma, la existencia de un Intelecto separado y, por tanto, disocia al Intelecto como pensamiento en acto y entidad cósmica de la inscripción del individuo como ente pensante autónomo.
Plotino establece con toda claridad, entonces, que el pensamiento no está allí, genéticamente, en el desagregado individuado: cuando el noeîn intenta corporizarse en la individualidad de una fisiología cerrada, no puede hallarse a sí mismo. El pensar es el éxtasis de la fisiología porque el Intelecto está separado de todos los cuerpos biológicos. El segundo axioma, no obstante, permite ligar, en un movimiento retrospectivo, a los individuos pensantes con el Intelecto separado, pues el Noûs es separado pero no aislado y, bajo la forma de la Totalidad, entrelaza toda la actividad noética del cosmos. De este modo, la desmultiplicación de los individuos se reinscribe en la Totalidad del Intelecto que los abarca omnicomprensivamente.
El tercer axioma elimina la, para muchos, inquietante posibilidad de una dimensión de las Formas que, aunque ordenadas dialécticamente, pudieran estar desagregadas en el continuum de lo real. Al contrario, Plotino propondrá que la totalidad de las Formas puedan estar incluidas en un conjunto lógico-metafísico totalizador que no es otro que el Noûs. Como corolario, todo lo viviente queda, en cierta forma, impregnado de cualidades noéticas. De allí que, cuando se postule, siglos mediante, que el Noûs no necesita