La energía sexual o el dragón alado. Omraam Mikhaël Aïvanhov. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788412145533
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energía sexual viene, pues, de muy alto, pero al pasar por los órganos genitales, produce sensaciones, una excitación, un deseo de acercamiento, y cabe perfectamente que en esas manifestaciones no haya absolutamente ningún amor. Es lo que ocurre en los animales. En ciertos períodos del año, se acoplan, pero ¿lo hacen por amor? A veces se destrozan, y en cierta clase de insectos, como la mantis religiosa, o en ciertas arañas, la hembra se come al macho. ¿Es eso amor? No, es pura sexualidad. El amor comienza cuando esta energía pulsa al mismo tiempo otros centros en el hombre: el corazón, el cerebro, el alma y el espíritu. Llegado a ese punto, esta atracción, este deseo que tenemos de unirnos a alguien, se clarifica, se ilumina mediante pensamientos y sentimientos, mediante un gusto estético; ya no buscamos una satisfacción puramente egoísta en la que no contamos en absoluto con la pareja. El amor es sexualidad, si así lo queréis, pero expandida, iluminada, transformada. El amor posee tal cantidad de grados y manifestaciones, que resulta imposible enumerarlas y clasificarlas. Puede ocurrir, por ejemplo, que un hombre ame a una joven y bella mujer, pero sin ser apenas atraído físicamente por ella: él quiere, por encima de todo, verla feliz, con buena salud, instruida, rica, bien situada en la sociedad, etc. ¿Cómo explicar eso? Eso no es únicamente sexualidad, sino amor; y es, por lo tanto, un grado superior. Pero debe haber, a pesar de todo, un poco de sexualidad en este amor, porque podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Porqué este hombre no se ha unido a otra persona, a una mujer vieja y fea, o a otro hombre? Sí, si analizamos, descubriremos indicios de sexualidad. La sexualidad... el amor... sólo es una cuestión de grados. Es amor en el momento en que no os quedáis solamente con algunas groseras sensaciones físicas, sino que sentís los grados superiores de esta fuerza cósmica que os invade, y comulgáis con las regiones celestes. Pero, cuánta gente, una vez saciado su deseo, se separa o incluso empieza a pelearse. Lo único importante para ellos es descargar, liberar una tensión, y si al cabo de algún tiempo esta energía se acumula de nuevo en ellos, se vuelven sonrientes y tiernos, pero el único fin es el de satisfacer de nuevo su animalidad. ¿Qué amor hay ahí? Es normal que tengamos necesidades y deseos, sobre todo cuando somos jóvenes. La naturaleza, que lo ha previsto todo, ha creído que eso era necesario para la propagación de la especie. Si el hombre y la mujer se quedasen fríos el uno ante el otro, si estos se hubieran liberado de impulsos e instintos, se habría terminado la humanidad. Es, por lo tanto, la naturaleza la que empuja a las criaturas a unirse físicamente, pero el amor es otra cosa.

      Podríamos decir que la sexualidad es una tendencia puramente egocéntrica que empuja al ser humano a no buscar nada más que su placer, y ello puede llevarle a la mayor crueldad, porque él no piensa en el otro, sólo busca satisfacerse. Mientras que el amor, el verdadero amor, piensa en primer lugar en la felicidad del otro, está basado en el sacrificio; sacrificio de tiempo, de energía, de dinero para ayudar al otro, para permitirle expansionarse y desarrollar todas sus posibilidades. Y la espiritualidad comienza, precisamente, cuando el amor domina a la sexualidad, cuando el ser humano se vuelve capaz de arrancar algo de sí mismo para el bien del otro.

      Mientras no se es capaz de privarse de algo, no hay amor. Cuando un hombre se lanza sobre una joven, ¿piensa en el daño que puede hacerle? No, él es capaz de matarla para satisfacer sus instintos. Eso es la sexualidad, un instinto puramente bestial.

      Diréis: “Es evidente, no hay nada de divino ahí…” Sí, pero la sexualidad es de origen divino, sin embargo, mientras el ser humano no sepa dominarse, sus manifestaciones, evidentemente, no son divinas. Lo que hay de positivo en la sexualidad es que trabaja en la propagación de la especie, pero si sólo la orientamos hacia el placer, la desperdiciamos. Actualmente se han inventado cosas increíbles en ese campo. Está la píldora, naturalmente, pero también se venden una gran cantidad de productos y de objetos que ni siquiera quiero nombrar. No se trata aquí de la propagación de la especie, sino exclusivamente del placer.

      No me detendré en esta cuestión para discutir si esas cosas deben existir o no. En el actual estado de la humanidad, incluso los moralistas y los religiosos encuentran necesario e inevitable que existan, porque la naturaleza inferior, la naturaleza animal en el hombre, es todavía tan fuerte, que si no la dejáramos manifestarse, produciría fenómenos todavía más perjudiciales. Por lo tanto, no quiero discutir sobre ello, digo únicamente que es una pena que no se instruya a los humanos sobre las ventajas de controlar esta energía, y de utilizarla para un fin divino o para realizar trabajos espirituales, en lugar de recurrir a todo tipo de productos y de utensilios para encenagarse en el placer.

      En sus manifestaciones externas no hay ningún tipo de diferencia entre el amor y la sexualidad; son los mismos gestos, los mismos abrazos, los mismos besos... La diferencia está en la dirección que toman las energías. Cuando únicamente os impulsa la sensualidad, no os preocupáis de la otra persona, mientras que si la amáis, pensáis, sobre todo, en hacerla feliz. La sexualidad y el amor no se diferencian mucho en el plano físico, solamente se diferencian en el plano invisible, psíquico, espiritual. Y, ¿cómo? Eso es precisamente lo que quiero revelaros.

      Aquellos que han estudiado la cuestión de la sexualidad, los fisiólogos, los psiquíatras, los sexólogos, no han descubierto lo que pasa en el mundo sutil, etérico y fluídico, durante el acto sexual. Ellos saben que se producen excitaciones, tensiones, emisiones, e incluso las han clasificado. Pero no saben que cuando se trata de la sexualidad puramente física, biológica, egoísta, se producen en los planos sutiles todo tipo de erupciones volcánicas que se manifiestan bajo formas groseras, emanaciones muy densas con colores deslucidos, inarmónicos, donde predomina el rojo, pero un rojo sucio... Y todas esas emanaciones se precipitan en la tierra donde criaturas tenebrosas esperan para comer y darse un festín con esas energías vitales. Son criaturas poco evolucionadas que, a menudo, se alimentan junto a los enamorados. Os sorprendéis, pero es la verdad; los enamorados dan festines en el mundo invisible.

      En el pasado, generalmente, con ocasión de un nacimiento, de una boda o una victoria, los reyes y príncipes daban festines públicos que duraban varios días. Entonces, todos los mendigos, los vagabundos, los desheredados, iban a satisfacerse, porque distribuían comida a todo el mundo. Como podéis ver, se repite el mismo fenómeno, pero bajo una forma que la ciencia todavía no ha descubierto. Cuando un hombre y una mujer se atraen, se aman y se unen, también dan un festín, y éste se ofrece públicamente ante muchas otras criaturas. Aunque su unión quede en secreto, reciben visitas del mundo invisible, y desgraciadamente se trata de larvas, de elementales que vienen a deleitarse a sus expensas y a absorberlo todo, porque en esas efusiones había muy pocos elementos para el alma, para el espíritu, para el lado divino.

      Por esa razón, los intercambios que hacen los enamorados raramente les aportan grandes beneficios; al contrario, incluso se empobrecen: en su mirada, en el color de su cara, en sus movimientos y en toda su manera de ser, aparece algo que no es tan vivo y luminoso. Es porque su amor, todavía demasiado inferior, ha atraído criaturas tenebrosas. ¿Por qué no invitaron a los espíritus de la naturaleza o incluso a los ángeles y a todos los espíritus luminosos que también tienen necesidad de alimentarse?...

      Cuando un mago quiere hacer una ceremonia, comienza por trazar un círculo alrededor de sí mismo para protegerse, y los espíritus malignos están ahí, dando vueltas a su alrededor, amenazándole e intentando dañarle, pero no pueden entrar, porque en ese circulo el mago está protegido como en una fortaleza.4 Pero nunca hemos enseñado a los hombres ni a las mujeres a protegerse de las entidades tenebrosas; ello me llevó un día a decir algo muy osado: que el origen de todas las desgracias de la humanidad es el amor inferior de los hombres y las mujeres. Sí, si se producen guerras y epidemias es a causa de aquellos que hacen el amor como animales, de forma estúpida, desagradable, infernal. Porque de esa manera vitalizan a todos los espíritus deseosos de hacer mal a la humanidad, les alimentan, les dan fuerza. Si los hombres y mujeres supieran esto, estarían tan tristes y se sentirían tan desgraciados y asqueados por lo que hacen, que intentarían aprender cómo amar.

      La espiritualización del amor es la condición básica para la venida del Reino de Dios. Por lo tanto, aquellos que ven claro, aquellos que tienen un alto ideal del amor, que sepan que pueden servir al Reino de Dios con esta fuerza que es la energía sexual; así pues, que se amen, que se besen, pero con la idea de consagrar este amor a la realización de algo divino. En ese momento producirán emanaciones de tal belleza, que