Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468544885
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sea algo tan tremendo; solo que me dejó descolocado –dijo Aquiles, aumentando la intriga de Adrián y prolongando su propia agonía al no animarse a contar lo sucedido.

      –Dale boludo... nos conocemos desde los cuatro años... decime que te pasó –dijo Adrián, increpándolo.

      –Vengo del departamento de Alejandro y me sucedió algo con él que me dejó confundido –dijo Aquiles, comenzando a largar el rollo que tenía dentro.

      –¿Alejandro tu empleado? –preguntó Adrián.

      –Sí, ese Alejandro –respondió Aquiles.

      –Y dale boludo, contame que te pasó con Alejandro como para que te haya dejado así –dijo Adrián apurándolo.

      Aquiles respiró profundo y exhaló, miró hacia el horizonte y sin dar más vueltas dijo:

      –Me dio un beso...

      Unos segundos de absoluto e incómodo silencio dejaron en pausa la conversación.

      –¡Cómo que te dio un beso...! –dijo Adrián, retomando el diálogo.

      ¡Si boludo! me dio un pico, me dio un beso en la boca –dijo Aquiles, escupiendo su angustia, sin prestar atención en la gente que pasaba cerca suyo.

      Nuevamente, unos segundos de incómodo silencio dejaron en suspenso la conversación.

      –No sé qué decirte... me dejás sorprendido –respondió Adrián.

      –Bueno... si vos te quedás sorprendido, imagínate cómo me quedé yo –dijo Aquiles, omitiendo la parte de la devolución del beso segundos antes de salir del departamento, actitud que había dejado a Alejandro absolutamente descolocado.

      –¿Querés que nos juntemos a cenar y me contás bien lo que sucedió? –preguntó Adrián.

      –No, no... anda a tu casa con Inés y yo me voy a la mía, que Marina debe estar esperándome para cenar –dijo Aquiles.

      –Escuchame... por qué no nos juntamos mañana a desayunar o a almorzar y me contás bien que es lo que sucedió –le propuso Adrián.

      –Dale... después de cenar veo como me organizo y te llamo, así arreglamos y charlamos –dijo Aquiles.

      Se despidieron y cortaron la llamada.

      Aquiles se sentía más aliviado y claramente, Adrián había sido la elección correcta como para desahogarse. Estaba seguro de que lo sabría escuchar y comprender, sin juzgar y sin caer en comentarios chabacanos.

      Pensó en que, si iba a utilizar a Adrián como apoyo psicológico, debería contarle la historia completa y no sólo parte de lo recientemente acontecido, corriéndose de la posición de víctima que había sido sorprendida ingenuamente como si se tratase de un adolescente inexperto.

      Si bien él nunca había sido el generador de ninguna situación confusa, la realidad era que tampoco le había puesto un límite o un freno cortante a las insinuaciones o actitudes medio zafadas que venía teniendo Alejandro.

      Un mensaje de Marina acababa de entrar en su celular preguntándole por dónde andaba. Aquiles le respondió que estaba en camino de regreso. Se dirigió hacia el auto, puso música y emprendió tranquilamente el trayecto hacia su departamento, sintiéndose más sereno, casi como si nada hubiese sucedido.

      Dejó el auto en la cochera, subió a su departamento y saludó a Marina, que se encontraba en la cocina preparando la cena.

      –Te quedaste hasta tarde en la oficina –dijo Marina.

      –No, en verdad no... me fui más temprano, sólo que Marcos me pidió si de camino podía dejarle a Alejandro unos documentos para que trabajara en su casa.

      –Ah... ¿y cuando regresa a la oficina? –preguntó Marina.

      –Supongo que la semana próxima... de todas maneras, lo que hace en la oficina lo puede hacer en su departamento; sólo que Marcos debe arreglárselas solo en Tribunales –respondió Aquiles, dando por cerrado el tema.

      –Vos ¿todo en orden? –preguntó Aquiles.

      –Todo tranquilo, sin novedades –respondió Marina.

      –¿Tengo tiempo de bajar un rato a nadar? –preguntó Aquiles.

      –Cuarenta y cinco minutos y cenamos –respondió Marina.

      Aquiles le dio otro beso y se dirigió al vestidor para cambiarse. Tenía la necesidad de relajarse luego de haber vivido momentos cargados de tensión. Se quitó la ropa, que dejó tirada en el piso y agarró la indumentaria de natación.

      –En un rato vuelvo –gritó, mientras cerraba la puerta del departamento.

      Era el horario de la cena, por lo que en la piscina no había nadie. Dejó sus pertenencias sobre una reposera y se sumergió en el agua para comenzar a nadar, sintiendo como le temperatura templada comenzaba a relajarlo.

      Pasados unos cuarenta minutos, regresó al departamento, se dio una rápida ducha y se sentó en el comedor diario frente a Marina para compartir la cena.

      –Te sonó el celular y como vi que era Adrián contesté –dijo Marina.

      –Ah sí, hoy hablamos y quedamos en que quizá mañana nos juntásemos a desayunar o a almorzar –respondió Aquiles.

      –Raro durante la semana –dijo Marina.

      –Sí, no lo hacemos nunca, pero hoy se dieron un par de temas sobre los que queríamos charlar, y para no hacerlo por teléfono ni esperar al fin de semana, decidimos vernos mañana –respondió Aquiles.

      –Me parece bien –dijo Marina.

      Terminaron de cenar y Aquiles le dijo a Marina que se tirara en el sillón a ver un poco de TV, mientras que él se ocupaba de levantar las cosas de la mesa y de lavar la vajilla.

      Terminó de ordenar todo y agarró el celular para contactarse con Adrián, quedando en que se encontrarían a desayunar en el puerto de Olivos tipo nueve.

      Aquiles se dirigió al living, y luego de permanecer un rato haciéndole compañía a Marina, tras una escala en el baño, se metió en la cama y rápidamente quedó dormido.

      Capítulo 2

      Noche agitada, desayuno picante

      Aquiles percibió que el cuerpo de Marina estaba pegado al suyo y sintió como le agarraba el miembro con una mano. A pesar del sueño y del cansancio, tuvo una inmediata erección y Marina, sin demoras, lo volcó de espaldas a la cama y se montó sobre él para satisfacer su libido que aumentaba día a día.

      Aquiles permaneció inmóvil, con los ojos cerrados, sintiendo como su miembro era succionado por la vagina de su mujer.

      Marina lo cabalgaba sin detenerse y cada vez a un ritmo más veloz, mientras que, con ambas manos, recorría el pecho de Aquiles, peinando con sus dedos los espesos vellos negros.

      Aquiles sintió que estaba a punto de venirse y en ese instante, escuchó un fuerte gemido que emitía Marina, mientras que arqueaba su espalda casi descontroladamente, producto del orgasmo que estaba experimentando.

      Aquiles sintió que ya estaba y sin intención de prolongar más la sesión de sexo, se entregó al placer de disfrutar su propio orgasmo, dejando que la energía fluyera libremente, descargando su semen dentro de ella. Pudo percibir claramente como tres chorros potentes salían disparados de su uretra y así, inmóvil como estaba, volvió a quedarse dormido.

      Detrás de lo tules blancos que colgaban por sobre la cama y con el sonido del mar de fondo, pudo ver la imagen de Marina sentada sobre la cama y como la mano de Cristie comenzaba a acariciar su rostro bronceado, acercando lentamente su cara a la de ella, para estamparle un dulce beso sobre los labios...

      Aún sin entender como Marina estaba permitiendo que Cristie hiciera eso, la