La vida psíquica: elementos y estructuras. Omraam Mikhaël Aïvanhov. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788412145526
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tan siquiera la existencia de Dios. El intelecto empobrece y agota al hombre.

      Los cuatro principios del corazón, del intelecto, del alma y del espíritu actúan también sobre nuestro rostro en el que cada uno de ellos realiza su trabajo. El corazón se ocupa de la boca. La forma de nuestra boca es el resultado del buen o mal funcionamiento de nuestro corazón, de nuestros sentimientos. La boca revela las cualidades del corazón. Es su imagen visible, mientras que él permanece escondido. El intelecto trabaja sobre la nariz, o si lo preferís, es el modelo invisible a partir del cual se construye la nariz. Según la longitud de la nariz, su posición – alta o baja en el rostro – su forma puntiaguda o redonda, su color, etc... se pueden conocer las particularidades intelectuales de una persona. El alma se ocupa de los ojos: en ellos se pueden adivinar todas las fuerzas o las debilidades de un alma. El espíritu trabaja sobre la frente: la frente revela la nobleza, el poder, las altas cualidades del espíritu o bien los vicios que le impiden manifestarse.

      Los ojos y la boca, formados por el alma y el corazón, son dos elementos femeninos. La frente y la nariz, formados por el espíritu y el intelecto, son dos elementos masculinos. Ahí tenemos, pues, dos madres y dos padres; pero falta encontrar los hijos, porque la existencia de hijos es conforme a las leyes de la naturaleza. Si no hay hijos, el principio masculino y el principio femenino no están conectados. En una simple mezcla, se pueden separar los elementos, pero cuando hay combinación, ya no se puede. Si el oxígeno y el hidrógeno están simplemente mezclados no producen agua. Para producirla deben estar combinados. En la naturaleza, si no hay hijo, no hay alegría. Los hijos son como el agua, son el fruto de la combinación de los seres. El mismo fenómeno se produce en nosotros: el corazón y el intelecto, el alma y el espíritu producen un hijo en el plano físico. Para el corazón y el intelecto (la boca y la nariz), este hijo es el mentón; para el alma y el espíritu (los ojos y la frente), el hijo es la parte superior del cráneo.

      El mentón, hijo del corazón y del intelecto, nos revela la voluntad, la resistencia de un ser, su capacidad para actuar en el plano físico; su forma redonda o cuadrada, su apariencia prominente o retraída, nos dan un gran número de indicaciones. El hijo del alma y del espíritu es el centro superior situado en lo alto de la cabeza: expresa la capacidad de realizar la voluntad divina, la perseverancia en el ideal divino.6

      Los cuatro fenómenos esenciales que estudia la física: el calor, la luz, al magnetismo y la electricidad, también están ligados a la boca, la nariz, los ojos y la frente. La boca está relacionada con el calor, la nariz con la electricidad, los ojos con el magnetismo y la frente con la luz. La boca, que está relacionada con el calor, tiene también relación con los ojos, ligados al magnetismo; es la relación del corazón con el alma. Los ojos son una boca que absorbe la luz, y el alma se alimenta de sentimientos como el corazón, pero de sentimientos divinos. Con nuestros ojos absorbemos un alimento superior, la luz, de la misma forma que con la boca absorbemos el alimento físico y, asimismo, al igual que la nariz distingue los olores, el intelecto, con la luz de la sabiduría, discierne lo que es bueno o malo, mientras que el espíritu, relacionado con la frente, ve en el mundo superior.

      Claro que no todo funciona siempre perfectamente. A veces la boca no expresa nada bueno porque el corazón es frío. Algunas mujeres se pintan los labios, ¿por qué? Para dar gato por liebre. Tienen el corazón helado pero quisieran hacer creer que es cálido. Instintivamente sienten que los hombres les juzgan en función de unas leyes fisionómicas y, para atraerlos, se pintan los labios. Eso significa: “Mi corazón es ardiente; si vienes conmigo tendrás calor...” Pero, a menudo, en vez de experimentar calor, los que se acercan se hielan, porque el color rojo sólo se encontraba fuera y no dentro.

      Si la nariz es excesivamente eléctrica, ello significa que su propietario alimenta en su intelecto pensamientos que le ponen nervioso y colérico: cuando hay una sobrecarga eléctrica, se dice “¡saltan chispas!”, o bien “se me ha subido la mosca a la nariz”, lo que demuestra la relación que existe entre el nerviosismo y la nariz. Según sea la nariz podréis conocer las fuerzas eléctricas que actúan sobre una persona determinada. Si la nariz predomina en el rostro, ello significa que la persona es autoritaria y que tiene tendencia a imponer su concepción de las cosas a los demás.

      Los ojos reflejan el magnetismo. Es aconsejable mirar con dulzura, apaciblemente, sin insistencia. Sucede, a veces, que los ojos se vuelven eléctricos y la nariz magnética, y esto no es correcto. La mirada debe ser dulce, tranquila, llena de bondad, pero sin excederse demasiado. Porque si resulta demasiado tierna, ¡todos aquéllos a quienes miréis empezarán a perseguiros!

      La frente está conectada a la luz. Si la frente se calienta en vez de ser fría y luminosa, se cae enfermo. Pero entre el calor y la luz existe una buena relación: si pensáis con sabiduría, razonablemente, vuestra boca podrá pronunciar palabras cálidas que aportarán calor y reanimarán los corazones.

      Así pues, en nuestro rostro hay signos reveladores: el mentón, la boca, la nariz, etc... que, por su forma, su color o sus emanaciones, revelan nuestras cualidades y nuestros defectos. Toda está inscrito en ellos de forma completamente legible.

      Consideremos ahora otro aspecto de esta cuestión. Cuando el niño es pequeño, se manifiesta a través de movimientos, pero como todavía no tiene voluntad para gobernarse o controlarse, su mentón no está desarrollado ni formado. Cuando crece, comienza a vivenciar en él sentimientos, emociones y deseos de todo tipo (la boca); llegado a la edad adulta aprende a reflexionar, a discernir (la nariz); más tarde, se pone a multiplicar todo lo bueno y útil de la vida, trabaja con su alma (los ojos). Finalmente, cuando es viejo, vive en su espíritu, reflexiona y extrae las lecciones de todos los acontecimientos de su vida (la frente).

      También podemos conocer cuál será el destino del hombre a través de su boca, su nariz, sus ojos, su frente. Si alguien tiene una boca, una nariz y unos ojos encantadores, pero una frente que no denota nada bueno, ello indica que durante los tres primeros períodos de su vida desarrollará y manifestará sus buenas cualidades; pero, más tarde, cuando llegue a la vejez, mostrará egoísmo, dureza, cinismo, y llegará incluso a negar la existencia de Dios. Lo hemos visto algunas veces. Si la frente no está formada de acuerdo con las leyes del espíritu, durante la edad madura la persona destruirá todo lo que antes había construido. Si un hombre tiene el mentón, la boca y la nariz mal construidos, pero tiene bien los ojos y la frente muy hermosa, ello nos muestra que durante la infancia, así como en la adolescencia y en la edad adulta, llevará una vida mediocre, y hasta desordenada, pero que hacia la vejez cambiará, bajo la influencia de elementos más elevados, más espirituales. Las riquezas que hay en la frente no se manifiestan sino más tarde, hacia el final de la vida.

      Pero vayamos más lejos... el hombre sólo puede subsistir porque come (estado sólido), bebe (estado líquido), respira (estado gaseoso), y absorbe el calor y la luz (estado ígneo).

      En nuestras actividades cotidianas, el estado sólido está representado por los actos; el estado líquido, por los sentimientos; el estado gaseoso, por los pensamientos; y el estado ígneo, por las actividades del alma y del espíritu. A cada uno de estos estados, ligados a los cuatro elementos, corresponden en la naturaleza fenómenos particulares: para el estado sólido, los terremotos; para el estado líquido, las tormentas y las inundaciones; para el estado gaseoso, los huracanes y las tempestades; para el estado ígneo, los incendios. Estos accidentes se encuentran de nuevo en nuestra vida, en la que continuamente estamos expuestos, física o simbólicamente, a las pruebas de la tierra, del agua, del aire y del fuego.

      Los terremotos, las tormentas, las tempestades y los incendios, nos son enviados para comprobar lo que hemos comprendido sobre el trabajo que debemos realizar con nuestro cuerpo físico, nuestro corazón, nuestro intelecto, nuestra alma y nuestro espíritu.

      Como premio a este trabajo aparecerán la paz, la felicidad y la libertad entre los hombres. Si todo el mundo sigue hablando de felicidad y de paz sin hacer nada para transformarse, nunca se arreglará nada. Únicamente entrará la paz en el mundo si hay seres que trabajan sinceramente sobre sí mismos. El que instale la paz en sí mismo, entre los diferentes elementos de su ser, trabaja de verdad para la paz.7 Actualmente hay terribles desacuerdos entre todos estos elementos y la guerra externa no es más que la consecuencia de esta guerra interna.

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