Historia secreta mapuche 2. Pedro Cayuqueo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Pedro Cayuqueo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563247879
Скачать книгу
Tiempos violentos

       COLONOS Y BANDOLEROS

       BIENVENIDOS AL FAR WEST

       La perla del Cautín

       Ni tan laboriosos ni tan decentes

       El Buffalo Bill chileno

       Butch Cassidy y Sundance Kid

      A MODO DE EPÍLOGO

       BIBLIOGRAFÍA

      En memoria de Camilo Catrillanca,

       weichafe del lof Temucuicui.

      We don’t serve your country

      Don’t serve your king

      White man listen to the songs we sing

      White man came took everything

      We carry in our hearts the true country

      And that cannot be stolen

      We follow in the steps of our ancestry

      And that cannot be broken.

      MIDNIGHT OIL, “THE DEAD HEART”.

      

      Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo.

      Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista.

      RYSZARD KAPUSCINSKI

      

       PRÓLOGO

      

      

      “Lo que vais a leer son unas cuantas verdades bien amargas. Mi ánimo no es ofender, solo hacer algunas observaciones para que de ellas tomen las personas cultas y honradas lo útil y prescindan de lo demás”. Así parte Las tierras de Arauco, libro del profesor normalista Manuel Manquilef publicado en Temuco a comienzos del siglo XX.

      Descendiente de un destacado linaje de Makewe y parte de una cierta “élite letrada mapuche”, la obra del entonces profesor del Liceo de Hombres de Temuco —años más tarde diputado de la República— es un grito de denuncia que remece y enrabia, pero que también conmueve hasta el alma.

      Testigo privilegiado de un momento clave en la historia mapuche, tiempos en que se consuma el despojo territorial, se delimitan las fronteras de los Estados y campea el racismo y el desprecio sobre los otrora afamados “araucanos”, Manquilef pone con su libro varios puntos sobre las íes.

      “El gobierno de Chile violó tratados, promesas. Hizo pedazos la Constitución declarando la guerra a Arauco en la forma más insidiosa y ruin que jamás una nación lo hiciera. Lo pervirtió hasta matar sus energías y hoy eleva estatuas a esos conquistadores que, a fuerza de propagar vicios, le permitió quitar tierras, animales y, lo que es más, la vida a una nación”, escribe.

      Bien vale en estos tiempos constituyentes, en estos días, semanas y meses de efervescencia y lucha social, de estallido de esperanzas, pero también de rabia y descontento, recordar sus palabras y hacernos también cargo de su emplazamiento al Estado, las clases gobernantes y a la propia sociedad chilena.

      Chile, como ustedes ya saben, en su relación con los mapuche no ha cambiado mucho desde 1915, año en que Manquilef publicó su libro. Lo sé, desde entonces se han legislado numerosas leyes indígenas y la bandera mapuche flamea digna y orgullosa en plazas, estadios de fútbol, manifestaciones públicas y hasta en populares conciertos de rock.

      Sin embargo, en la madre de todas las leyes, la constitución política, no existimos ni por asomo. Tal como en 1980. Tal como en 1925. Tal como en los aciagos días retratados en las letras de Manquilef.

      En el principal pacto social que establecen los ciudadanos con el Estado, los mapuche seguimos brillando por nuestra ausencia. Y junto a nosotros el resto de las ocho primeras naciones que mucho antes que los descendientes de europeos caminaron y amaron estas tierras. ¿Cambiará esto en la nueva constitución que emanará del proceso constituyente? Créanme que es mi esperanza.

      Por lo pronto debemos seguir —como nos enseñó el profesor Manquilef— insistiendo con el poder transformador de la palabra verdadera, justa, honesta que brota de la memoria de nuestros mayores. De ello trató el primer tomo de Historia secreta mapuche: del respeto por una memoria desconocida para chilenos y argentinos, y que a gritos pedía ser difundida en las nuevas generaciones.

      El libro que hoy tienen en sus manos es un fiel continuador de aquel propósito original. Cierra, por así decirlo, el cuadro de lo que aconteció con nuestro pueblo y sus tierras a fines del siglo XIX y cuyos efectos nos persiguen hasta nuestros días, como la peste.

      Es curioso constatar cómo la guerra contra los mapuche y el despojo posterior no han merecido mayor atención por parte del sistema educativo chileno y argentino. ¡Más saben nuestros escolares de las dinastías de Egipto!

      Bueno, siendo justos algo saben también de Lautaro, Caupolicán y Galvarino, los “espartanos” que tan valerosamente derrotaron a España, el principal imperio colonial de su tiempo. Aquello sí lo enseñan en Chile y bastante. Y desde la primaria, partiendo por los épicos versos del soldado Alonso de Ercilla.

      Allí las hazañas de los superhéroes araucanos made in DC Comics, nuestra Liga de la Justicia local con mültrün y muday. Janequeo, nuestra Mujer Maravilla.

      Pero de aquella otra guerra, más próxima, menos fantasiosa y absolutamente más relevante para nuestra realidad actual, silencio de grillos. Cosa curiosa, ello contrasta absolutamente con lo bien estudiada que está la brevísima Guerra del Pacífico.

      Infinidad de artículos, ensayos, monografías, diarios de campaña y novelas constituyen —en palabras del historiador Rafael Mellafe— “una de las bibliografías más extensas y variadas de la historiografía chilena”; orígenes, causas, detonantes, acciones de combate, campañas, sus héroes, páginas y más páginas de estudios y de libros al respecto.

      ¿Por qué este desinterés chileno y argentino por la guerra que selló el destino del Wallmapu, el último gran territorio libre de América después del Oeste de los sioux, cheyenes y navajos?

      No se trató de un hito cualquiera.

      La invasión del país mapuche marcó un antes y un después en la historia de los dos Estados involucrados. Consolidó, a juicio del historiador Jorge Pinto, el proyecto de Estado-nación unitario elaborado por los intelectuales y la clase política chilena después de la Independencia.

      Pinto se refiere a la uniformidad racial, cultural y lingüística tan arraigada en la élite nacional y que académicos como don Sergio Villalobos, nuestro querido Darth Vader, defienden cada tanto en El Mercurio con una terquedad digna de elogio.

      No muy distinto fue lo que aconteció en Argentina.

      Se necesitaban nuevos territorios aptos para la agricultura y la ganadería. Los países industriales, ávidos de alimentos, lo exigían de la periferia del planeta. Fue así como en las quince mil leguas arrebatadas a nuestros ancestros Argentina encontró su pasaporte al siglo XX. Y en el barco frigorífico, por cierto. Y en sus bifes.

      La invasión de Wallmapu es una herida abierta que además


e-mail: [email protected]