Los Obsidianos. Морган Райс. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9781094303840
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como una campana descascarillada.

      Volvió a la mesa hecha una furia y se dejó caer en su trono. Un instante después, oyó que se abría la puerta. Entraron el Coronel Caín, Christopher Blue y Malcolm Malice, en respuesta a su llamada. Parecían ratas ahogadas, cubiertas de barro, tenían las mejillas muy rojas por el esfuerzo excesivo. Era satisfactorio verlos de ese modo.

      —Sentaos —les dijo de forma brusca a todos.

      Ellos hicieron lo que les ordenó. Lo que más le gustaba a la Señorita Obsidiana era la obediencia absoluta.

      —He localizado a Oliver Blue —anunció—. No hay tiempo que perder. Debéis viajar hacia él de inmediato.

      Christopher puso cara de espanto.

      —Pero yo he estado entrenando desde el amanecer. Es casi medianoche. Estoy agotado.

      La Señorita Obsidiana sintió que el enfado chisporroteaba en su interior. Estos estudiantes eran muy quejicas siempre. Ella les daba la mejor educación, los poderes más oscuros, todas las oportunidades para prosperar y poder apoderarse del universo, y lo único que hacían era quejarse.

      —He estado aquí sentada durante tres días esperando esta señal —le dijo la Señorita Obsidiana—. Cuando tú hayas hecho lo mismo, entonces podrás hablarme de estar cansado.

      Hizo una pausa. Pensándolo mejor, quizá Christopher tenía razón. Mandar a dos videntes cansados para esta tarea era una pérdida de tiempo. Necesitarían ayuda, al menos hasta que hubieran descansado y hubieran renovado sus fuerzas.

      —Cada uno de vosotros puede llevarse a alguien con él —dijo—. Vigilantes que se preocupen de cuándo necesitáis dormir. Pero debéis decidiros rápidamente. ¿A quién os llevaréis?

      —A Natasha Armstrong —dijo Malcolm sin perder un segundo.

      —Buena elección —respondió la Señorita Obsidiana. Natasha era una de las alumnas que asistía a sus clases para los dotados y los que tenían talento. Sería una buena incorporación a la misión—. ¿Christopher?

      Chris se había quedado sin palabras.

      —Yo no conozco a nadie. Nunca he tenido la oportunidad de hacer amigos aquí.

      —Entonces llévate a alguien que conocieras en tu última misión —le dijo impaciente la Señorita Obsidiana, intentando meterle prisa—. Quien sintieras que más te ayudó.

      —Madeleine —dijo Christopher, encogiendo los hombros.

      La Señorita Obsidiana se mofó.

      —¿Madeleine? La pelo de zanahoria a quien le cerré la boca con cremallera el otro día? Muy bien. Es tu decisión.

      Accedió a sus poderes de vidente, buscando en su interior el arranque de energía que necesitaba para mover átomos. Conocía todos los rincones y recovecos de su adorada escuela y para su mente era fácil captar los lugares exactos done Madeleine y Natasha estaban durmiendo. Sería un despertar muy brusco para ellas.

      Usando su espléndido talento, la Señorita Obsidiana agarró sus átomos, los movió y tiró de ellos hasta su despacho. Los recolocó de nuevo hasta que las dos chicas se materializaron delante de ella.

      Ambas parpadeaban, parecían sobresaltadas, se sonrojaron al darse cuenta de que estaban en camisón en pleno despacho de la directora.

      —Madeleine. Natasha —anunció la Señorita Obsidiana—, hoy es vuestro día de suerte. Hoy vais a ir a una misión muy importante, una que tendrá como consecuencia la aniquilación de Amatista de una vez por todas. Hoy vais a ir a Roma. Hoy mataréis a Oliver Blue.

      CAPÍTULO SIETE

      Gianni, el vidente italiano, guiaba a los cuatro amigos a través de la pared de ladrillos encantada. Cuando aparecieron al otro lado a través del velo, Oliver soltó un grito ahogado al ver lo que les aguardaba.

      Nunca había visto nada parecido. La versión italiana de la Escuela de Videntes era el lugar con el aspecto más extravagante que había visto. Al contrario que la escuela de la Hermana Judith en Inglaterra, que tenía el ambiente de un monasterio, y su propia escuela en los EE. UU., que a veces daba la sensación de ser una nave espacial futurista, esta tenía el ambiente de un palacio real. De alguna manera esperaba ver a un rey entrando a sus anchas por las enormes puertas, o a una fila de músicos con corneta para anunciar su llegada.

      —Por aquí —dijo David, informándoles de lo que Gianni estaba diciendo.

      Entraron a toda prisa dentro de la enorme escuela. Aquí, la opulencia no hacía más que aumentar. Había columnas de mármol y estatuas por todas partes, por no hablar del techo abovedado y pintado con gran detalle. Esto hizo pensar a Oliver en los artistas de la época Renacentista, como da Vinci y especialmente Miguel Ángel, que pintaban enormes murales en los techos de edificios religiosos. Se preguntaba si algunos habían visitado la escuela.

      Mientras iban a toda prisa por los pasillos, Oliver sintió que una extraña sensación de déjà vu se apoderaba de él. No podía entenderlo, pero le daba la sensación de que él ya había estado allí.

      —¿Estás bien? —preguntó Hazel.

      Oliver asintió.

      —He tenido una sensación extraña, eso es todo. Como si yo ya hubiera estado aquí.

      Entre las cejas de Hazel apareció un ceño fruncido.

      —Tal vez has estado. Otro tú, quiero decir. De una línea temporal diferente.

      Oliver reflexionó sobre sus palabras. Evidentemente, era posible que una versión diferente de sí mismo hubiera estado antes en este lugar, pero esto no justificaba la extraña sensación de familiaridad que estaba teniendo Oliver. Cualquier Oliver diferente de una línea temporal diferente tendría recuerdos diferentes. No había manera de que él pudiera acceder a ellos.

      Era un completo misterio. Y aun así, a cada paso que daba, más tenía la sensación de que él ya había hecho este camino.

      Oliver se sacudió los pensamientos de la cabeza. Era imposible. Debía de haber estado pensando en un libro de historia que había leído o en un documental que había visto. Tal vez estaba recordando un sueño. En cualquier caso, no tenía tiempo que perder pensando en ello. Tenía que concentrarse en Ester, en encontrar el Elixir para salvarle la vida.

      Gianni los llevó hasta una gran puerta barnizada y la golpeteó con los nudillos. Giró la cabeza y le dijo algo a David. David pasó el mensaje en inglés a los demás.

      —Esta es la oficina de la directora.

      Oliver tragó saliva. No podía evitar sentirse nervioso cada vez que conocía a otro vidente poderoso y venerado. Respetaba al Profesor Amatista más que a nadie en el universo y conocer a sus homólogos a lo largo de la historia siempre era una experiencia aleccionadora y estresante.

      Gianni abrió la puerta y los hizo pasar dentro del despacho. Era enorme, parecía más el salón de baile de un palacio que el despacho de la directora. Había cuadros grandes con marcos de oro por todas las paredes de color verde oscuro y una enorme chimenea de mármol. Del techo colgaban unos candelabros y el olor a almendras cortaba el aire.

      Cuando se adentraron más, Oliver vio un gran escritorio, detrás del cual estaba sentada una mujer de aspecto sumamente elegante. Aunque era mayor, era extremadamente glamurosa y en su mirada había una energía juvenil. Tenía la misma piel color oliva y los mismos ojos oscuros que Gianni. Sobre un hombro caía el pelo largo y negro en ondas de forma sensual.

      —¿Oliver Blue? —preguntó, con voz suave y rítmica, en un marcado acento italiano.

      —Sí —tartamudeó él, un poco abrumado por su fuerte presencia.

      —Por favor. Sentaos —Señaló con la mano una fila de sillas y sonrió, sus dientes eran blancas, su sonrisa seductora—. Todos.

      Oliver