El imperativo de la humanidad. Juan Manuel Garrido. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Manuel Garrido
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569058301
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acá de todo concepto de persona elaborado por el discurso moral, jurídico o religioso. El sentido común reprime esta pregunta: ¿qué cosa es el hombre, que puede ser apremiado y estar obligado por esta exigencia, por este imperativo de la humanidad, más allá o más acá de cualquier certeza teórica o práctica de lo que pueda ser la humanidad, más allá o más acá de lo jurídico, religioso y moral, incluso más allá o más acá de los crímenes contra la humanidad?

      1. Cfr. por ejemplo GMS, Ak., IV, 454: “no hay nadie, ni el peor de los desalmados, que, de estar acostumbrado a usar la razón, no quiera, cuando le ponemos ante la vista ejemplos de lealtad, de firmeza en el cumplimiento de máximas buenas (y eso incluso cuando va unido a grandes sacrificios de beneficios y de bienestar), ser capaz conducirse también él así”. Añado de paso que si una acción estuviera de antemano determinada por una voluntad malvada, no podría juzgársela moralmente: habría estado predestinada mecánicamente a ser malvada, y no queda por tanto nada atribuible a la libre decisión del sujeto de la acción. Solo pueden juzgarse moralmente aquellas acciones que pueden querer ser buenas...

      2. Nancy Guzmán, Romo. Confesiones de un torturador, Santiago: Planeta, 2000.

      3. Apenas hace falta, supongo, recordar en este punto los análisis de H. Arendt sobre el proceso de Eichmann en Jerusalén, en particular aquellos en relación con las declaraciones en que el ex-agente de la SS afirmaba haberse regido siempre por la moral kantiana (Eichmann en Jerusalén, Barcelona: Lumen, 1999). Por supuesto, Osvaldo Romo no fue educado como para poder creer que él también está siendo, en el mismo sentido torcido, un “kantiano”.

      2. El hombre como principio del imperativo categórico

      Ahora bien: es obvio que si el imperativo categórico en su formulación concerniente a la humanidad como fin en sí no puede ser fundamentado a través de ningún tipo de saber antropológico sobre la naturaleza humana, se pone en entredicho el sentido, el alcance o la pertinencia de esta formulación. Si el “hombre” no puede ser definido más que como un “ente racional”, y la humanidad que se presenta como objeto de respeto no más que como “racionalidad”, ¿qué podría aportarnos de realmente novedoso esta formulación, y que no lo hayan aportado ya las otras, que, al ser más “formales”, enuncian o expresan mejor la naturaleza del vínculo que mantienen voluntad subjetiva y ley moral —a saber, la obligación—, y cuál es su importancia desde el punto de vista de la fundamentación de la metafísica de las costumbres?

      Averiguar si los imperativos categóricos son o no posibles no es algo que pueda decidirse en virtud de ejemplos extraídos de la experiencia (no puede haber ningún testimonio exterior del móvil de la acción moral propiamente dicha, ésta puede siempre derivar de un imperativo condicionado), sino solo por medio de una investigación acerca de su posibilidad a priori (GMS, Ak., IV, 417 y ss.). La dificultad para captar esta posibilidad es considerable, debido a que se trata de una proposición sintética a priori (expresada como principio práctico universal y necesario). Cierto, este principio tiene sentido por sí mismo (fe de ello dan los ejemplos que ofrece Kant, sobre el suicida, el endeudado, el ocioso y el mal amigo, cuyas soluciones resultan de un análisis formal o lógico del querer); pero no puede decidirse todavía “si en general lo que se llama deber no es un concepto vacío” (GMS, Ak., IV, 421), en el sentido de carente de una realidad o de una referencia que pudiera ofrecer una determinación objetiva a su sentido. La pregunta de Kant es la siguiente: ¿acaso el principio práctico (debo querer lo que puedo querer universal y necesariamente) posee no solo una realidad lógica, sino también una realidad efectiva para el sujeto? ¿Acaso si escojo contradecir el principio práctico lo transgredo al mismo tiempo, efectivamente? ¿“Reconocemos realmente la validez del imperativo categórico” (GMS, Ak., IV, 423)? ¿Contiene el deber “un sentido y una legislación real para nuestras acciones” (GMS, Ak., IV, 424)? El problema es que estas preguntas tampoco pueden solucionarse con la ayuda de una antropología, que se limitaría a determinar el deber de acuerdo a lo que la naturaleza humana puede querer. ¿Cuáles pueden ser el sentido y la realidad del deber determinado por el querer puro, formal, universal y necesario de la voluntad? Se podría responder a esta pregunta si pudiera señalarse un ente que estuviera ligado a priori a un tal querer. Un ente cuya voluntad individual o subjetiva pudiera querer determinarse a sí misma, ser ella misma el fin de su querer. La existencia de ese ente —es decir, el querer puro mismo en el proceso o en acto de quererse a sí mismo como fin— constituiría por sí misma el sentido y la realidad del deber. De ahí que pueda establecerse:

      Supuesto que haya algo cuya existencia tenga en sí misma un valor absoluto; que, como fin en sí mismo pueda ser un principio de leyes determinadas; en eso, y únicamente en eso solo ha de reposar el fundamento de un imperativo categórico posible, esto es de una ley práctica (GMS, Ak., IV, 428).

      Se entiende entonces que el fundamento de la determinación de la voluntad no puede ser alcanzado mientras no se establezca previamente que hay dicho ente que efectivamente existe como fin en sí. Kant continúa:

      Ahora bien digo: el hombre, y en general cada ente racional, existe como fin en sí mismo, no meramente como medio respecto del cual [es posible] un uso arbitrario (beliebigen Gebrauch) para esta o aquella voluntad, sino que debe ser considerado en todas sus acciones, tanto aquellas sobre sí mismo como sobre los otros entes racionales, en todo momento a la vez como fin (GMS, Ak., IV, 428).

      El hombre, y en general todo ente racional, existe pues como fin en sí. El hombre —en tanto existencia de la voluntad pura— es el fundamento supremo del imperativo categórico, el límite inviolable para sí mismo y para los otros, etc.

      Sin embargo, al final de la segunda sección de la GMS, tras haber formulado el imperativo de la humanidad, el principio del hombre como existencia que posee el fin en sí misma aparece como insuficiente para fundamentar la realidad práctica del imperativo categórico. Dice Kant:

      Los imperativos, conforme a las precedentes maneras de representarlos (…) eran aceptados como categóricos porque debían serlo si queríamos explicar el concepto de deber. Pero que hubiera proposiciones prácticas que imperen categóricamente no podía probarse por sí solo, así como en general tampoco puede ser probado todavía aquí en esta sección (GMS, Ak., IV, 431).

      Es entonces insuficiente el principio de la humanidad para llevar a cabo una verdadera fundamentación del imperativo categórico. Quizás esto se deba, en última instancia, a que el concepto de “hombre”, en estos pasajes, en el fondo no dice nada que no esté contenido en el concepto de “ente racional”, y éste no puede adquirir realidad práctica sino desde la perspectiva de una ‘Crítica de la razón pura práctica’ (la última sección de la GMS). No sirve establecer un referente “material” para el sentido