Pequeño circo. Nando Cruz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nando Cruz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418282126
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Te ibas a la calle Preciados y, cuando cerraba El Corte Inglés, cogías todos los cartones que había por allí, te los llevabas a casa, sacabas el cutter y a cortar. Con el tiempo aprendías qué tipo de cartón valía y cuál no.

      CARLOS GALÁN: Los mejores eran los de las cajas de frigoríficos y electrodomésticos: era un cartón duro y no pesaba mucho. ¡Era una joya! Con esas cajas hacías unas plantillas, recortabas el cartón y envolvías el disco.

      IÑIGO PASTOR: A partir de ahí, fue todo por imitación. Aquí nadie sabía cómo hacer nada. Ni Carlos «Subterfuge», ni Manuel de Siesta ni Luis Calvo de Elefant ni los de Acuarela… Ni siquiera nosotros. Hacer un máster parecía ciencia oculta. Pero nosotros tomamos la iniciativa y empezamos a hacer los discos a toda esta gente. Se enteraron de que Munster hacía discos y llamaban para preguntar. Nosotros ni lo anunciábamos. Les hacíamos la gestión porque para publicar discos había que estar dado de alta en la SGAE y también como actividad económica, y yo en el 89 o 90 ya lo estaba.

      JUAN SANTANER: La reacción que hubo contra la Movida fue Malasaña. Esos grupos estábamos juntos todo el día y en los bares escuchábamos la música que sonaba en otros lugares del mundo, pero no hubo forma de darle un sentido y que sirviera para algo. Cada uno tiró por un camino y tomó sus decisiones. En este sentido, no había tal escena. Íbamos al local a ensayar y solo nos preocupaba dónde tocábamos la semana siguiente. No había planificación. Algunos grupos estuvimos activos más tiempo y otros solo hicieron uno o dos discos, como los Wipe Out Skaters, Los Macana…

      CARLOS GALÁN: En el 90-91, Malasaña era el centro de todo, pero, de repente, veías que estaba apareciendo algo que acabaría siendo toda la independencia y que relegaría como propuesta alternativa a La Secta y todo eso. También coincidió que al final en Malasaña no pasó nada. Los grupos se empezaron a quedar viejunos. En el 89, había tres grupos, y en el 93, seguía habiendo esos tres. No había recambio para nada. Pasamos del garaje a la psicodelia y de la psicodelia al rock, pero al final todos acababan haciendo lo mismo. Lo que yo había percibido tiempo atrás como una escena ya no era escena ni era nada.

      Durante un tiempo Kike Turmix iba diciendo que Subterfuge había abandonado Malasaña, pero que todo se lo debíamos a Malasaña.

      FERNANDO PARDO: El rollo malasañero era Kike Turmix, Sex Museum y poco más. Hasta Josele se desentendió cuando llegó el momento de ser guay. Kike Turmix jamás llegó al punto de decir, «el rock and roll apesta», pero según fueron cerrando algunos bares, veías a algún garajero que entre sus discos llevaba también los de Morcheeba y Jamiroquai.

      La noche en Madrid es rica porque la gente sabe cambiar de rollo.

      BURLADA

      CON GERMÁN CARRASCOSA (JUGOS LIXIVIADOS / BANANAS / LA ALEGRÍA DEL BARRIO), JAIME CRISTÓBAL (THE GLITTER SOULS / SOUVENIR), ROBER! (ATOM RHUMBA), FERNANDO PARDO (SEX MUSEUM), FERNANDO GEGÚNDEZ (RUTA 66), IÑIGO PASTOR (MUNSTER), UNAI FRESNEDO (RADIATION), CARLOS GALÁN (SUBTERFUGE), JAVIER CORCOBADO, MURKY LÓPEZ (PATRULLERO MANCUSO), JAIME GONZALO (RUTA 66), JUAN CARLOS PARLANGE (LOS CLAVOS), ALEJO ALBERDI (DERRIBOS ARIAS / TRIQUINOISE) Y JUAN HERMIDA (ROMILAR-D).

      «Estrellados en el cielo, estrellados contra el suelo», cantaba Josetxo Ezponda con premonitorio glamour maldito en «Verano muerto». Fue el primer y casi único chispazo de popularidad de que gozaron Los Bichos en su breve y errática carrera. Pero la simple existencia de Josetxo en la aburrida Pamplona de los 90 fascinaría a numerosos músicos que, de niños, lo espiaban entre el temor, la admiración y la incomprensión.

      Los cuatro Bichos: Fermín Belloso, Alfonso Asio, Josetxo Ezponda y Juan Carlos González «Charly» fotografiados en la sala Agapo de Madrid. (Autor: Kolega / Archivo Munster.)

      ¿AQUEL ES JOSETXO? ¡SÍ, ES JOSETXO!

      GERMÁN CARRASCOSA: Burlada es un suburbio de Pamplona, una ciudad de casas más pequeñitas. Caminando desde Pamplona, tardas veinte minutos.

      JAIME CRISTÓBAL: Es un pueblo, pero tiene poquito de pueblo. Es más bien una extensión urbana de Pamplona. Bajas la cuesta de Beloso y ya estás allí. Josetxo la habrá subido y bajado a pata cien millones de veces.

      ROBER!: En Burlada había un médico muy famoso que con solo mirarte el ojo te decía lo que tenías. Era infalible. Mi hermana estuvo muy enferma, a punto de morir, y los médicos de mi pueblo no sabían qué hacer. Como costaba pillar cita, fuimos toda la familia a que nos mirara el ojo.

      Yo era muy joven, pero entonces ya conocía a Los Bichos, y Josetxo había puesto su dirección en el primer disco para que le enviasen cartas, así que yo estaba atento por si le veía por la calle en la que vivía. Con esas pintas que llevaba, seguro que lo hubiera reconocido, pero no le vi.

      FERNANDO PARDO: En el año 85 fui a estudiar Periodismo a Pamplona. Conocí a [Alfonso] Asio, el bajista de Los Bichos, en un bar de la zona de San Juan donde lo mismo te ponían a Sade que a los Lords of the New Church. Arrasaba «Smooth Operator»; era ese momento de cambio. En otro bar de la zona vieja conocí al bajista de Tahúres Zurdos. Aquella era la proto-Pamplona de principios de los 80. Yo no quería oír a Barricada ni a La Polla Records, y en ese tipo de bar paraban todos estos. Ya había visto a Josetxo en algún garito, porque Josetxo llamaba la atención. Entre la fauna del bar, era inevitable fijarse en él.

      FERNANDO GEGÚNDEZ: En Pamplona, todo, absolutamente todo, era metal navarro. Josetxo era un islote. Si no llega a ser como fue, no lo hubiera logrado. Bueno, tampoco consiguió tanto, pero se divirtió mucho.

      GERMÁN CARRASCOSA: Nací en Pamplona en 1978 y con doce años iba con un amigo a Xalem25 a mirar discos. Un día vi el Bitter Pink26 y me quedé en plan, «¿eso es un tío? ¿Un maricón? ¿Una tía?». Mi amigo Raúl, que fue batería de Bananas, me dijo que eran Los Bichos y que su primo tenía el Color Hits27. Me lo grabó en cinta y flipé en colores. Lo escuché muchísimo.

      No sabía inglés, pero la música me encantaba. Las canciones que más me impactaron fueron las que cantaba en castellano: «Me gustaría llorar», «Verano muerto»… Las letras me parecían espectaculares. El impacto fue parecido a cuando escuché a los Cramps por primera vez con catorce años. No entendía de qué hablaba, pero percibía algo especial. Hablaba de sexo y cosas misteriosas. «Verano muerto» me sugería algo divertido, misterioso, algo magnético que te invita a entrar en ese universo. Incluso dice la palabra «puta». Y también hablaba de esqueletos. Me sugería un mundo adolescente muy particular. Josetxo me hizo percibir unos sonidos muy extraños, unas letras increíbles, notas rarísimas. No era nada convencional.

      JAIME CRISTÓBAL: Nací en Pamplona en 1972. En Pamplona no hubo Radio 3 hasta el año 88. Aquí escuchábamos alguna radio libre y Los 40 a saco. Descubrí a Los Bichos en Los 40 en 1989. Un día sonó una canción. Yo tenía dieciséis años. Me sonó muy glam, muy fresca, hasta muy británica. Pensé que era un grupo extranjero porque se titulaba «Shadow Girl». Al acabar dijeron que era de Los Bichos. Y pensé, «qué guay, son españoles». Entonces dijeron que era un grupo local y me quedé… ¡Hostia! ¡Sonaba a años luz! ¡Sonaba como algo internacional!

      A mí me gustaban mucho las guitarras con ecos y la palanca de tremolo desde que oí a Chris Isaak en la radio, e incluso desde antes, de niño, cuando mi padre ponía canciones de los Shadows en el coche. Eso también me conectó con Los Bichos, porque ellos usaban guitarras trémulas y con eco. Muy poca gente lo hacía en los años 80; entonces era algo retro.

      GERMÁN CARRASCOSA: Yo tenía un familiar que sabía mucho de música. Cuando le comenté que había descubierto un grupo que se llamaba Los Bichos, me dijo, «pero ¡si es amigo mío!». Cuando Josetxo supo a través de este familiar que había un crío de catorce años que flipaba con él, se emocionó. ¡Unos niños