Julio Verne
La vuelta al mundo en ochenta días
(Clásicos de la literatura)
Título original: Le tour du monde en quatre-vingts jours (1873)
e-artnow, 2015
Contacto: [email protected]
ISBN 978-80-268-3474-8
Cubierta: Author; Title/Description of the picture, XXXX Year when the picture was made.
Índice
I
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En el año 1872, la casa número 7 de Saville Row, Burlington Gardens donde murió Sheridan en 1814 estaba habitada por Phileas Fogg, quien a pesar de que parecía haber tomado el partido de no hacer nada que pudiese llamar la atención, era uno de los miembros más notables y singulares del ReformClub de Londres.
Por consiguiente, Phileas Fogg, personaje enigmático y del cual sólo se sabía que era un hombre muy galante y de los más cumplidos gentlemen de la alta sociedad inglesa, sucedía a uno de los más grandes oradores que honran a Inglaterra.
Decíase que se daba un aire a lo Byron su cabeza, se entiende, porque, en cuanto a los pies, no tenía defecto alguno , pero a un Byron de bigote y pastillas, a un Byron impasible, que hubiera vivido mil años sin envejecer.
Phileas Fogg, era inglés de pura cepa; pero quizás no había nacido en Londres. Jamás se le había visto en la Bolsa ni en el Banco, ni en ninguno de los despachos mercantiles de la City. Ni las dársenas ni los docks de Londres recibieron nunca un navío cuyo armador fuese Phileas Fogg. Este gentleman no figuraba en ningún comité de administración. Su nombre nunca se había oído en un colegio de abogados, ni de en Gray’s Inn. Nunca informó en la Audiencia del canciller, ni en el Banco de la Reina, ni en el Echequer, ni en los Tribunales Eclesiásticos. No era ni industrial, ni negociante, ni mercader, ni agricultor. No formaba parte ni del Instituto Real de la Gran Bretaña ni del Instituto de Londres, ni del Instituto de los Artistas, ni del Instituto Russel, ni del Instituto Literario del Oeste, ni del Instituto de Derecho, ni de ese Instituto de las Ciencias y las Artes Reunidas que está colocado bajo la protección de Su Graciosa Majestad. En fin, no pertenecía a ninguna de las numerosas Sociedades que pueblan la capital de Inglaterra, desde la Sociedad de la Armónica hasta la Sociedad Entoniológica, fundada principalmente con el fin de destruir los insectos nocivos.
Phileas Fogg era miembro del Reform Club, y nada más.
Al que hubiese extrañado que un gentleman tan místerioso alternase con los miembros de esta digna asociación, se le podría haber respondido que entró en ella recomendado por los señores Baring Hermanos. De aquí cierta reputación debida a la regularidad con que sus cheques eran pagados a la vista por el saldo de su cuenta corriente, invariablemente acreedor.
¿Era rico Phileas Fogg? Indudablemente. Cómo había realizado su fortuna, es lo que los mejor informados no podían decir, y para saberlo, el último a quien convenía dirigirse era míster Fogg. En todo caso, aun cuando no se prodigaba mucho, no era tampoco avaro, porque en cualquier parte donde faltase auxilio para una cosa noble, útil o generosa, solía prestarlo con sigilo y hasta con el velo del anónimo.
En suma, encontrar algo que fuese menos comunicativo que este gentleman, era cosa difícil. Hablaba lo