Yo respondí: «No, en realidad nunca me lo había planteado». Él siguió: «No es que sea una ciencia exacta, pero en general la gente rica piensa de una determinada manera y los pobres lo hacen de forma completamente distinta. Esos modos de pensar orientan sus acciones y, por tanto, determinan sus resultados». Luego prosiguió: «Si pensaras como lo hacen los ricos e hicieras lo que hacen ellos, ¿crees que tú también podrías hacerte rico?». Recuerdo que contesté con toda la confianza de una patata: «Creo que sí». «Pues —respondió él— lo único que tienes que hacer es copiar el modo de pensar de la gente rica.»
En aquel tiempo yo era muy escéptico, por lo que le pregunté: «Y ¿qué estás tú pensando en este momento?». A lo que él contestó: «Estoy pensando que los ricos cumplen sus compromisos y ahora mismo mi compromiso es con los muchachos y con tu padre, que me están esperando para jugar a las cartas. Nos vemos».
Y se fue, pero lo que había dicho caló en mí.
En aquel momento no tenía ninguna otra cosa que hacer con mi vida, así que me lancé con entusiasmo a estudiar a la gente rica y cómo pensaban. Aprendí todo cuanto pude acerca de los funcionamientos internos de la mente, pero me concentré principalmente en la psicología del dinero y del éxito. Descubrí que algo era cierto: los ricos sí piensan, realmente, de forma muy distinta a como lo hacen los pobres e incluso de manera diferente a la gente de clase media. Al final, me di cuenta de cómo mis propios pensamientos estaban manteniéndome apartado de la riqueza. Y lo que es más importante, aprendí varias técnicas y estrategias eficaces para reprogramar mi mente a fin de pensar de la misma manera en que lo hace la gente rica.
Finalmente, dije: «Ya está bien de teorías, pasemos a la práctica». Y de este modo decidí intentar un negocio más. Dado que estaba muy metido en todo lo referente a la salud y el ejercicio físico, abrí una de las primeras tiendas de fitness de Norteamérica. No tenía dinero, de modo que tuve que tomar prestados 2000 dólares de mi tarjeta Visa para iniciar el negocio. Comencé a utilizar lo que había aprendido tomando como modelo de referencia a los ricos, tanto en términos de sus estrategias empresariales como de sus estrategias de pensamiento. Lo primero que hice fue comprometerme a lograr mi éxito y jugar a ganar. Juré que me centraría y no me plantearía siquiera abandonar este negocio hasta que fuese millonario. Aquello era algo radicalmente distinto a mis anteriores esfuerzos, en los que, por pensar siempre a corto plazo, me desviaba constantemente, unas veces atraído por lo que parecían buenas oportunidades y otras, cuando las cosas se complicaban.
Comencé también a poner a prueba mi enfoque mental para evitar desvíos hacia actitudes económicamente negativas o contraproducentes. En el pasado, tenía la creencia de que lo que me dictaba mi mente era siempre la verdad. Aprendí que, en muchos aspectos, mi mente era mi mayor obstáculo para lograr el éxito, por lo que tomé la decisión de no alimentar pensamientos que no estimularan mi visión de la riqueza. Empleé todos y cada uno de los principios que tú vas a aprender en este libro. ¿Te estás preguntando si funcionó? ¡Vaya si funcionó!
El negocio fue tan bien que abrí diez tiendas en tan sólo dos años y medio. Entonces vendí la mitad de las acciones de la empresa a una gran compañía, por 1 600 000 dólares.
Después de eso, me mudé a la soleada ciudad de San Diego. Me tomé un par de años sabáticos para pulir mis estrategias y comencé a hacer consultoría empresarial individualizada. Supongo que a la gente le resultaba bastante efectiva porque no dejaban de traer amigos, compañeros y socios a nuestras sesiones. Pronto estuve entrenando a diez y en ocasiones hasta a veinte personas a la vez.
Uno de mis clientes sugirió que podría abrir una escuela. Pensé que era una magnífica idea, así que lo hice. Fundé la Street Smart Business School y enseñé a miles de personas de toda Norteamérica estrategias empresariales para lograr el éxito «con alta velocidad».
Mientras viajaba por todo el continente ofreciendo mis seminarios, me di cuenta de algo extraño: podía tener a dos personas sentadas una al lado de la otra en la misma habitación, aprendiendo exactamente los mismos principios y estrategias; una de ellas tomaba estas herramientas y salía catapultada hacia el éxito. Sin embargo, ¿sabes lo que podría ocurrirle a la persona sentada justo a su lado? La respuesta es: ¡no mucho!
Fue entonces cuando se me hizo obvio que puedes contar con las mejores «herramientas» del mundo, pero si hay un agujero diminuto en tu «caja de herramientas» (ahora mismo estoy señalando mi cabeza), tienes un problema. De modo que diseñé un programa titulado «Mente Millonaria Intensiva» basándome en el juego interior del dinero y el éxito. Cuando combiné el juego interior (la caja de herramientas) con el juego exterior (las herramientas), ¡los resultados de prácticamente todo el mundo se disparaban! Y eso es lo que vas a aprender en este libro: a dominar el juego interior del dinero para ganar el juego del dinero... ¡Vas a aprender a pensar en rico para hacerte rico!
La gente me pregunta a menudo si mi éxito fue un «golpe de suerte», algo excepcional, o si ha continuado. Déjame que lo exprese de este modo: utilizando los principios exactos que yo enseño, he ganado millones y millones de dólares y soy varias veces multimillonario. ¡Prácticamente todas mis inversiones y empresas parecen despegar como cohetes! Hay gente que me dice que soy «como el rey Midas»: que todo lo que toco se convierte en oro. Tienen razón, pero de lo que puede que no se den cuenta es de que ser como el rey Midas es, simplemente, otra forma de decir que se tiene un «patrón financiero» programado para el éxito, que es exactamente lo que tú tendrás una vez que aprendas estos principios y hagas este trabajo.
Durante el comienzo de nuestro Seminario Intensivo Mente Millonaria, generalmente pregunto al auditorio: «¿Cuántos de ustedes han venido aquí para aprender?». Se trata de una pregunta con un poco de trampa, pues, como dijo Josh Billings: «No es lo que ignoramos lo que nos impide prosperar; lo que constituye nuestro mayor obstáculo es lo que creemos que sabemos y luego resulta que no es así». Este libro no trata tanto de aprender ¡como de «desaprender»! Es esencial que reconozcas de qué modo tus viejas formas de pensar y de actuar te han llevado exactamente donde te encuentras en este momento.
Si eres rico y feliz, muy bien. Pero si no lo eres, te invito a que consideres algunas posibilidades que puede que no cuadren con lo que actualmente piensas que está bien o incluso con lo que crees que es adecuado para ti.
Aun cuando te sugiera que «no creas una palabra de lo que te diga» y quiera que pongas a prueba estos conceptos en tu propia vida, voy a pedirte que confíes en las ideas que estás leyendo. No porque me conozcas personalmente, sino porque miles y miles de personas han transformado ya su vida como resultado de los principios que se exponen en este libro.
Y hablando de confianza, esto me recuerda uno de mis chistes favoritos. Se trata de un hombre que va caminando junto a un precipicio cuando, de repente, pierde el equilibrio, resbala y cae. Por suerte, tiene el suficiente aplomo para agarrarse al saliente, y se queda allí colgado, aferrándose desesperadamente con la punta de los dedos al saliente de la roca, mientras su cuerpo cuelga en el vacío. Casi sin fuerzas, al final grita: «¿Hay alguien ahí arriba que pueda ayudarme?». De pronto se percibe una voz poderosa como un trueno: «Soy Dios. Yo puedo ayudarte. Tú suéltate y confía». A continuación se oye: «¿Hay alguien más ahí arriba que pueda ayudarme?».
La lección es sencilla: si quieres pasar a un nivel superior de vida tienes que estar dispuesto a desprenderte de algunos de tus antiguos modos de pensar y de ser, y a adoptar otros nuevos. Los resultados, a la larga, hablarán por sí mismos.
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