Bien mereciera este soldado estudio especial de sus compatriotas más extenso, aunque no fuera tan entusiasta como el que le dedicó el extranjero Brantome, contemporáneo y admirador de sus condiciones, ó el del P. Haedo en la mención que hizo en su Historia de Argel, reseñando las campañas de Italia y Francia en que tomó señalada parte, reinando el Emperador; la batalla de Muhlberg, en que fué principal instrumento de victoria; el socorro de Malta, donde pagó á los turcos la deuda que con ellos tenía, y el gobierno de la plaza de Orán, fin de su carrera.
D. Luis Zapata le dedicó un capítulo de la Miscelánea, en que algo difiere respecto al rescate, diciendo[36]:
«D. Álvaro de Sande, claro por mil hechos y mil jornadas, que siendo tesorero de Plasencia, como Aquiles dejó las faldas largas y empuñó la espada y lanza, y saltó en ser soldado, siendo cercado en los Gelves de una poderosísima turquesca armada, defendió el hechizo fuerte tres ó cuatro meses, sin se le poder entrar con muchos y muy terribles asaltos, en los que mató infinitos turcos que quedaron por ahí tendidos en el campo. Mas no siendo socorrido y siendo espantable y rabiosa la sed y la hambre, que comieron las cosas viles que comen otros cercados hasta acabarlas, y bebían el agua salada de la mar, sacada aún en poca cantidad por alquitaras, de lo que ya toda la gente enfermara; de las cuales tres cosas, teniendo la muerte cierta, hambre, sed y enfermedad, rendir la plaza era vileza, defenderla era imposible, tomó un valentísimo medio, que fué salir y morir peleando como un caballero tan señalado. Habla y anima á su gente; confiesan y comulgan todos; dan fuego á sus alhajuelas, que no les quedó otra cosa sino las armas, y salen á los enemigos con ellas en la mano; hieren y matan cuantos pueden, y al fin quedó preso D. Álvaro con mucha sangre de ambas partes, y el fuerte de los enemigos, no fuerte, antes flaco hecho, en los secanos y sirtes de Berbería. No se perdió reputación ninguna; otra cosa se perdió, si no la hechura, por no ser de ningún peso ni importancia, como parece por este soneto hecho por un valiente soldado, del que pongo los cuatro versos primeros por no hacer más á nuestro caso:
¿Quién eres tú que espantas sólo en verte?Soy muchedumbre de árboles cortados,Que sobre flaca arena fabricadosContra toda razón me llaman fuerte. |
»De allí D. Álvaro de Sande y D. Sancho de Leyva fueron llevados tras Constantinopla, á la torre del Mar Negro, en donde el que entra jamás sale; mas ellos salieron por gran milagro: D. Sancho, trocado por otro turco principal que había cautivo acá, y D. Álvaro, averiguando ser criado del Emperador D. Fernando, casado con dama suya, con el cual Emperador el gran Turco tenía treguas por ciertos años.»
Si se compara el desastre de los Gelves con el de la Armada invencible, ocurrido en 1588, parecerá algo menor la pérdida de material en el primero, sin otra consideración que el valor comparativo de construcción de galeras y naos, y el mayor número de piezas de artillería que las últimas llevaban; la diferencia no es, sin embargo, de mucha importancia, y se nivelaría á tomar en cuenta el valor intrínseco de los esclavos y cautivos perdidos que andaban al remo. En la moral fué por de pronto más grave la derrota de los Gelves, por dejar en absoluto dueños y señores de la mar á los turcos, y entregadas á su estrago no sólo las costas de Italia, sino también las de España, mientras que el fracaso de Inglaterra poco afectaba á estas costas ni á su navegación ultramarina, como se vió en las desastrosas expediciones de los ingleses á la Coruña, Lisboa y Azores. La más sensible pérdida de personas excedió con mucho en la jornada de Trípoli á la de Inglaterra. Varían bastante las cifras recogidas por los historiadores; mas tiene fundamentos la de Cirni Corso, que fija en 18.000 los hombres consumidos en la fatal empresa de Berbería, mientras no pasaron de 10.000 en la otra.
Coincidencia singular: los Duques de Medinaceli y de Medinasidonia dieron amparo á Cristóbal Colón; y rivalizando en cierto modo con la Corona, pretendían alistar por su cuenta naves con que se resolviera el problema del camino del Catay, y se asentara el cimiento de la preponderancia marítima de España. Nietos de aquellos Duques, y Duques también de Medinaceli y de Medinasidonia, D. Juan de la Cerda y D. Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, presidieron con paralela falta de aptitud é igual desgracia á las dos más grandes desdichas que registra la historia naval, como que con ellas acabó aquella preponderancia.
Antón Francesco Cirni Corso formó lista de las personas principales que sucumbieron en la triste jornada de los Gelves. No es completa esta lista, pues por Ulloa y otros escritores se citan nombres no comprendidos en ella: acaso hay también equivocaciones en la ortografía italiana de que se valía el autor; pero á falta de otra, bien merece que por testimonio de estimación se reproduzca adicionada.
CAUTIVOS EN LA ARMADA Y EL FUERTE.
General, D. Sancho de Leyva, con sus hijos
Juan de Leyva.
Diego de Leyva.
General, D. Berenguer de Requesens.
Juan de Cardona.
Fadrique de Cardona.
Gastón de la Cerda, hijo del Duque de Medinaceli[37].
General, D. Álvaro de Sande.
El Obispo de Mallorca.
Maestre de campo, Bernardo de Aldana.
Ingeniero, Antonio Conde.
Médico del Duque, el Licenciado Bernardo.
Capellán de D. Álvaro, Carnero.
Baltasar Mediavilla.
Alfonso de Pallar.
Sargento mayor, Maroto.
Coronel, Pedro del Más.
Capitanes, Sciana Smeraldo.
Francisco Enrique.
Orejón.
Simón, florentino.
Montes de Oca.
Tomaso, italiano.
Íñigo Hurtado.
Francisco de Casale.
Nicolo de Casale.
Lope de Figueroa.
Juan Bautista Doria, genovés.
Antonio de Olivera.
Monsalve.
MUERTOS DE ENFERMEDAD.
Coroneles, Quirico Spínola.
Diego de Ávalos.
Capitanes, Álvaro de Sande, sobrino del General.
Alonso de Hita.
Jerónimo Imperatore.
Aquilante de Castillo.
Andrea Grifo.
Antón Cicala.
Francisco de Cárdenas.
Giacopo Gallupoli.
MUERTOS EN COMBATE.
General, Flaminio dell' Anguillara.
Per Álvarez Golfín.
Juan de Ovando.
Cristóbal Pacheco.
Alférez,