Los problemas que emergen a la superficie del escenario nacional no son privativos, sin embargo, del ámbito económico. Al igual que la estructura económica, y estrechamente vinculada con ella, la rígida organización social y política en que se ha sustentado la modernización industrial, también entra en un proceso de inestabilidad y recomposición.
Lo anterior ocurre conforme el esquema de funcionamiento se revela incapaz para dar respuesta a los reclamos de sectores asalariados, medios y empresariales, cuya emergencia o consolidación es fruto del propio desarrollo industrial. Si bien los cuestionamientos tienen que ver esencialmente con la vía del crecimiento económico, el papel del Estado y las formas de dominación, cada uno de los grupos concentra sus reclamos en aspectos distintos y utiliza caminos diferentes para expresar su inconformidad. De esta manera surge el sindicalismo independiente; se desencadenan varios movimientos universitarios; grupos empresariales confrontan a los regímenes en tumo, en particular a la figura presidencial; y florecen divergencias, inusualmente agudas, al interior del grupo gobernante.
Aunque en este tiempo no es del todo evidente para los responsables del país, la crisis económica y política manifiesta que el esquema de desarrollo seguido ha agotado su potencialidad. Desde esta perspectiva, los conflictos y el debate que se suscitan respecto a la naturaleza de los mecanismos apropiados para superar la crisis, en los hechos se insertan ya a un periodo de tránsito hacia una nueva forma de organización económica y política.
A partir de entonces, aunque la naturaleza del nuevo proyecto de nación es todavía impredecible, la disputa de los actores sociales girará básicamente alrededor de dos estrategias. En forma esquemática puede decirse que una de ellas, predominante en varios países latinoamericanos por ese tiempo, pretende eliminar los principales desequilibrios que dieron origen a la crisis, a partir de renovar las bases de la organización del sistema que permitieron el crecimiento económico y la estabilidad política, característicos de los años previos. La otra, más vinculada con las tendencias que despuntan en el contexto mundial, propone cambios estructurales acordes con la integración de regiones y la globalización, promovidas por las empresas y los capitales financieros transnacionales.
A pesar de que nuevos espacios empiezan a abrirse, la disputa por la nación, como ha sido llamada, tiene todavía como escenario privilegiado el ámbito estatal, donde históricamente se han venido concertando las posturas y los intereses contradictorios de los actores sociales, y su relación con el Estado. Desde este punto de vista, los desacuerdos en el seno de la elite gobernante durante las administraciones de Luis Echeverría y de José López Portillo, tanto por lo que se refiere a la naturaleza de la reforma política —apertura democrática y reforma electoral— como a la política económica instrumentada —desarrollo compartido y alianza para la producción— centralizan la confrontación de los proyectos alternativos que pretenden trazar el rumbo del país.
A principios de los años ochenta, el fracaso del programa reformador, hecho evidente en 1982 con el estallido de la crisis más profunda experimentada por el país desde la década de 1930, aunado a las nuevas tendencias dominantes en el sistema internacional, abren el camino para el ascenso, primero; y para el predominio, después, de la estrategia neoliberal en el país.
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* Algunos de los principales planteamientos de esta obra han sido desarrollados por la autora en los libros El programa industrial de la Revolución, UNAM/llE-FE, México, 1994, y El siglo XX mexicano. Un capítulo de su historia, 1940-1982, UNAM/DGAPA-FE, México, 2002. Si no se indica lo contrario, del anexo estadístico de este último provienen los principales indicadores cuantitativos. [regresar]
1 No se toma en cuenta que conforme la economía se desarrolla e industrializa, el mercado interno necesita expandirse para que el crecimiento continúe, por lo cual debe beneficiarse a las grandes masas consumidoras que perciben fundamentalmente salarios. Leopoldo Solís, La realidad económica mexicana: retrovisión y perspectivas, Siglo XXI Editores, México, 1980, pp. 317-318. [regresar]
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