El Afilador Vol. 2. Juanfran de la Cruz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juanfran de la Cruz
Издательство: Bookwire
Серия: El Afilador
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788494565199
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Tour de 1976 concluyó sin mayores alegrías para nuestra afición. Las victorias de etapa de Lasa y Viejo, dos hombres en el top-ten (Galdós sexto y López Carril décimo, pero muy lejos de la batalla real por el triunfo), el triunfo del KAS por equipos y un esperanzador primer puesto de Enrique Martínez Heredia en la clasificación de los jóvenes se aventuraban como magra recompensa para la expectación generada en nuestro territorio.

      Por su parte, Viejo cambió de equipo al año siguiente, firmando dos temporadas por el KAS, donde obtuvo el Trofeo Masferrer y una etapa en la Vuelta a Asturias en su primera campaña y dos etapas en País Vasco, una en la Setmana Catalana y el Trofeo Elola, en la que fue su antepenúltima celebración. En la primera campaña en KAS, se aupó además a un más que meritorio quinto puesto en la general de la Vuelta a España.

      En el equipo cántabro, el alcarreño tuvo una temporada muy reseñable, la de 1980, y dos menos exitosas. En 1979, Viejo gana los Tres Días de Leganés. Al año siguiente, vence en la Clásica Zaragoza-Sabiñánigo (por delante de Laguía), una etapa en la Vuelta a Asturias y otra en la Vuelta a Cantabria y es tercero en la general de la Vuelta a Castilla. Su último momento de gloria con los colores de Teka sería en la Costa del Azahar, donde se llevó la general y venció en dos etapas.

      Su adiós al ciclismo de competición llegó luciendo el maillot del Zor y su único resultado reseñable fue en casa, imponiéndose en la Vuelta a Guadalajara. Sin embargo, su retirada del concierto profesional no supuso un punto y final en su relación con el deporte, ya que Viejo fue uno de los principales promotores de la recuperación de la Vuelta a la Alcarria, una prueba de índole amateur, mediante su colaboración con la peña ciclista que lleva su nombre.

      Además, Viejo desarrolló diversas ocupaciones. Primero regentó una tienda de bicicletas en Azuqueca, donde ofrecía consejo y asesoramiento a los aficionados de la zona, y, posteriormente, se hizo cargo de un kiosco con Administración de Loterías, desde el que llevó la fortuna a sus conciudadanos, repartiendo varios premios importantes.

      La figura de José Luis no ha caído en el olvido en el que, a todas luces, sentía como su pueblo. Desde su triste y repentino fallecimiento, se han disputado dos rutas cicloturistas que evocan su recuerdo. A mayor abundamiento, y coincidiendo con los cuarenta años de su escapada hasta Monasque, su peña organizó con ayuda del Ayuntamiento, una exposición en la que se aglutinaron sus maillots, bicicletas, fotografías y crónicas que glosaban el carácter y empuje de su paisano más insigne en lo deportivo.

      La muestra contó con un gran respaldo de los azudenses, los mismos que, ahora, pueden deambular por las afueras de la ciudad y encontrarse con una rotonda en la que, de un modo muy particular, se recuerda la gesta de José Luis Viejo, el célebre y exitoso fugitivo de la prueba más importante del concierto ciclista internacional. El hombre que situó una mastodóntica diferencia con sus rivales, en una tarde en la que, según cuentan por las calles de Azuqueca, su triunfo se celebró con estruendosas tracas.

      [1] Geoffrey Nicholson, en su obra The Great Bike Race, alude a que la victoria de Viejo se gestó gracias a las negociaciones de Ocaña con Van Impe y el resto de los líderes del grupo, implorando (y consiguiendo) el beneplácito de la fuga, ya que Super Ser no estaba luciéndose en el Tour.

      [2] Étape. The Untold Stories of the Tour de France´s defining stages. Richard Moore. Viejo era taxativo a este respecto. A la pregunta del periodista sobre si su fuga, como afirma Nicholson, estaba acordada, responde “No. No, de ningún modo. Había un corredor persiguiéndome, un holandés que no era de nuestro equipo, pero el pelotón le cazó en el puerto [Col de Saint-Jean]. Ataqué solo y durante unos cuarenta kilómetros solo tenía un minuto de diferencia o un minuto y medio porque el equipo de Van Impe no me quería dejar marchar”.

      [3] De la entrevista concedida a la agencia Pyresa y publicada en la edición del 7 de julio de 1976 del diario ABC.

      [4] Del artículo José Luis Viejo, un récord en el Tour, publicado por Carlos Arribas en la edición del diario El País del 17 de noviembre de 2014.

      Fran Reyes nació en 1991 en Berja (Almería). Licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga, dio sus primeros pasos en Arueda.com y se bautizó con fuego ejerciendo de responsable de prensa del Geox-TMC que ganó la Vuelta a España con Juanjo Cobo. Un lustro después escribe en Ciclismo a Fondo y se prodiga regularmente en medios nacionales e internacionales en espera de encontrar un trabajo que le permita no volver a trabajar.

      Bombero

      La primera vez que creí ver dopaje fue en juveniles. Yo llevaba un año compitiendo en bicicleta, siempre con el pelo oxigenado porque se había puesto de moda en mi entorno rondar a las muchachas en moto y con la cresta amarilla. Hasta entonces siempre había sido el mejor de mi pueblo, campeón de las romerías y objeto de devoción de globeros que se enorgullecían de haber pedaleado en una cicloturista con Fernando Escartín y veían en mí su reencarnación por delgadito y por sufridor.

      «Tú puedes ganar un Tour de Francia» me decían para ilusionarme. Yo no me lo creía ni me lo dejaba de creer porque rara vez veía carreras en la tele y para mí la bicicleta no era una cuestión de maillots amarillos en Piau Engaly, sino de camisetas raídas en la cuesta de mi urbanización.

      «Tú puedes ganar un Tour de Francia». Me lo siguieron diciendo durante toda mi carrera deportiva hasta que cumplí 23 años y dos temporadas como profesional y se dieron cuenta de que, en realidad, no podía. Ahora lo miro con un poco de perspectiva y me doy cuenta de cuánto daño podrían haberme hecho aquellas expectativas de no ser por mi escepticismo y por el milagro de Fátima.

      Juvenil, segundo año

      La cuestión es que, creí ver dopaje por primera vez en una carrera de juveniles por mi provincia a la cual mi equipo acudía con la obligación de arrasar. En la segunda de tres etapas nos encontramos con una situación de carrera muy favorable: éramos nueve tíos en cabeza y cuatro de mi equipo. Conocíamos el terreno, cada bache, cada repecho traicionero y cada curva complicada: era cuestión de atacar por turnos y marcharnos solos o con alguien a quien batir más adelante.

      Entonces pasó. Delante de mí, un chaval de Albacete echó mano de su bolsillo y rápidamente se metió algo en la boca. Pegué un respingo. ¿Qué se había tomado? ¿Se habría dopado? Había leído mil veces que el ciclismo estaba infestado de dopaje; de hecho, mis colegas oxigenados me decían una y otra vez que era un deporte de drogados. Ni siquiera mis padres se sentían públicamente orgullosos de mi moderado éxito: cuando les preguntaban por mí hablaban casi siempre de mis exámenes, alguna vez de mis novias y jamás de mis carreras.

      A 12 kilómetros de meta ataqué. Lo hice fenomenal: desde la penúltima posición, aprovechando un relevo un poco más flojo de dos compañeros míos que comandaban el grupo. Sin embargo, el chaval de Albacete estuvo vivo y me cazó de inmediato. Habíamos abierto 20 ó 30 metros sobre los demás, que se miraban indecisos, pero yo no me decidí a colaborar. En primer lugar, el chaval tenía fama de rápido; en segundo, yo creía que se había dopado ante mis ojos. Me abrí y traté de fulminarle con la mirada a través de las gafas.

      -¿Tú te has dopado?

      Él no contestó, ni siquiera sé si me escuchó: agachó la cabeza y continuó pedaleando, tan fuerte que entre mi perplejidad y su velocidad no fui capaz de coger su rueda. Le perseguí 200 metros y levanté el pie, un poco chocado. Mis compañeros vieron desde lejos cómo me descolgaba y se pusieron a relevar rápidamente para cazarnos y devolver