Un libro para las damas: Estudios acerca de la educación de la mujer. María del Pilar Sinués de Marco. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: María del Pilar Sinués de Marco
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Учебная литература
Год издания: 0
isbn: 4057664114150
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PALABRAS DE LA AUTORA.

       Índice

      La mayor parte de los escritores de nuestra época que se han ocupado de la constitucion de la familia, se hallan conformes en la persuasion de que uno de los motivos que más frecuentemente produce su quebrantamiento, y áun á veces su completa disolucion, es la gran diferencia que media entre el nivel intelectual que hoy alcanza la cultura del hombre, y la casi absoluta falta de ilustracion que generalmente se advierte en nuestro sexo.

      No pertenezco yo al número de las que creen que las mujeres debemos legislar en los congresos y dictar sentencias en los tribunales; sino que ántes bien me parece que la mision de la mujer debe ser realizada en el interior del hogar doméstico.

      Formar el corazon de sus hijos; elevar sus sentimientos por el amor á lo bello y á lo bueno; ser la consejera íntima, la amiga de su marido; poner en todo lo que la rodea el sello de su bondadosa é inteligente dulzura, hé aquí, segun mi opinion, el deber social de la madre de familia.

      Pero si la mujer ha de cumplir dignamente sus obligaciones en el interior de la familia, necesita comprenderlas bien; necesita saber que son enteramente distintas de las del hombre: las de éste son exteriores, y constituyen esa lucha apasionada, donde los intereses del momento procuran siempre triunfar de las dificultades materiales; las de la mujer se ciñen á procurar la dicha, el sosiego y el bienestar de los seres amados que la rodean.

      Y sin embargo, la unidad, la santa armonía del pensamiento es indispensable para una union feliz; cuando todo lo que le interesa al esposo es indiferente y desconocido para su mujer, hay un gérmen de desunion entre ambos, que comienza por producir la frialdad en sus relaciones, y á veces termina por una ruptura definitiva y completa del vínculo conyugal.

      Es absolutamente necesario que se eduque á la mujer en relacion al fin social que está llamada á cumplir; es necesario que el sentimiento inteligente de la mujer alcance, aunque por otro camino, los mismos grados de elevacion que la cultura intelectual del hombre.

      Si la madre es la que forma y debe formar siempre el corazon de sus hijos, claro aparece que el hombre no puede pasar, en la esfera del sentimiento, los límites que le marcó su educacion primera, en la cual se funda necesariamente el desenvolvimiento de toda su vida.

      Penetrada yo del convencimiento de que son verdaderos todos los principios generales que dejo expuestos, he procurado en mis escritos contribuir, segun la medida de mis fuerzas, á la educacion de la mujer por medio del sentimiento de lo bello y de lo bueno, pues de este modo es como comprendo la moralidad que el arte puede y debe producir en la sociedad humana.

      La contemplacion de la belleza purifica y eleva los sentimientos del alma, sobre todo en nuestro sexo. Si el hombre con su razon llega á las más elevadas cúspides de la verdad científica, la mujer con el sentimiento debe adivinar todo lo que ignora; debe seguir á su compañero en la vida, apoyada en la fe, que es el presentimiento de todo lo que no sabemos, y fijando sus ojos en ese ideal de lo perfectamente bello, que es al propio tiempo la esperanza celeste de toda alma generosa.

      No soy yo de las que abogan por la emancipacion de la mujer, ni áun entro en el número de las personas que la creen posible: espíritu débil, creo que toda la fuerza de mi sexo consiste en la bondad, en la virtud, en el amor: creo que la mujer necesita constantemente el amparo de un padre, de un esposo, de un hermano, de un hijo; pero creo tambien que ella puede ser á su vez el apoyo moral de los suyos, el consuelo y la alegría de los que la aman; creo que la esfera de accion de la mujer es tan extensa como la del hombre, pero en condiciones completamente distintas: el hombre, por medio de la razon, debe realizar todos los hechos de la vida exterior: la mujer, por medio de su bondad inteligente, debe dirigir toda la vida interior de la familia. El hombre está llamado á instruir á sus semejantes por medio de la ciencia; la mujer á educar á sus hijos por medio del arte, que es lo bello. Porque la instruccion es lo externo, es lo que se adquiere por el ejercicio de la inteligencia. La educacion es lo interno, es lo que cada uno consigue mediante su íntima reflexion, avivada por el sentimiento fundado en el amor á todo lo verdadero, á todo lo bello, á todo lo bueno que existe inextinguible en el fondo del alma humana.

      Este libro no tiene otra pretension que el de ser de alguna utilidad al corazon de la mujer: los artículos de que se compone se dividen en religiosos, morales, filosóficos y de costumbres; pero todos son sencillos, todos al alcance de la comprension femenina y áun infantil, y en todos preside la santa, la augusta idea de Dios y de sus preceptos.

      Ningun inconveniente pueden tener las madres en dejar este libro en las manos de sus hijas; he procurado que los artículos de que se compone tengan la mayor variedad posible, alternando los más serios con los más ligeros, y los que encierran alguna verdad triste, con los más jocosos.

      Quizá alguna encantadora jóven de la clase media, á la que la modesta fortuna de sus padres no le permite asistir á las reuniones y teatros, se distraerá con la lectura de estas páginas y hallará en ellas alguna sana verdad, algun consejo útil que le sirva para cuando constituya familia; quizá la esposa que mece la cuna de su niño enfermo, hallará en este libro el amigo de su velada solitaria; quizá la anciana que ha quedado aislada porque cada uno de sus hijos ha edificado ya su nido conyugal, halle aquí conformidad y consuelo; si así sucede, mi esperanza más bella, mi ambicion más alta, se verán cumplidas.

       Índice

      I.

      No es la poesía tan sólo aquel rayo que ilumina la mente del que hace versos.

      La poesía está en el mundo bajo diversas formas, y vive entre nosotros sin que nos apercibamos de su presencia.

      La poesía en la mujer es hermana del sentimiento, es la blanca y perfumada flor que brota en el corazon: cuando el huracan del dolor ha agostado todas las demas flores del alma, la de la poesía desplega su corola más hermosa que nunca.

      Las lágrimas son su rocío; la resignacion es el sol benéfico que la calienta con sus tibios resplandores.

      La poesía es la compañera inseparable de la mujer buena y la que embellece el hogar doméstico. ¡Desgraciada la mujer que la desconoce, y desgraciado tambien el hombre que busca, para compañera suya, una mujer prosaica y materialista! Si busca un alma fria, se encontrará con un alma dura; si busca un corazon destituido de ilusiones, será fácil que halle un corazon vacío y desgarrado.

      Toda mujer que cuida de embellecer su casa y de hacer dichosa á su familia, tiene un alma poética.

      Una madre meciendo á su hijo sobre sus rodillas, junto á un balcon entoldado de flores, está rodeada, á mis ojos, de una poesía tan bella como elocuente.

      Una jóven sentada al lado de su anciano padre, leyendo con suave y dulce voz, para distraerle en las largas noches de invierno, ofrece un cuadro de tierna y sublime poesía.

      No he conocido un sér más poético que una jóven, hija de un anciano militar, que se casó con un pobre empleado de pocos años y de ménos haberes: yo la conocí despues de casada y madre de un niño de algunos meses; vivia ademas con ellos su anciano padre, compartiendo la modesta y casi mísera existencia de sus hijos.

      El tedio se apoderaba de mi ánimo cuando iba con mi madre á casa de alguna de sus opulentas y ociosas amigas: mi corazon, tan jóven que áun no sabía darse cuenta de sus emociones, se adormecia en el fondo de mi pecho.

      Aquella monótona magnificencia; aquellos salones en los que el lujo se aglomeraba bajo mil diferentes aspectos, respirando en todos la vanidad; aquellas pesadas colgaduras de seda, que velaban el resplandor del sol; aquellos divanes, en fin, destinados á enervar en una soñolienta molicie al que los ocupase, me causaban un hastío que no podia vencer.

      ¡Con qué afan deseaba que mi madre me concediera permiso para ir á casa de mi jóven amiga!

      Margarita