—¿Ah, sí?
Me aparta a un lado y abre la puerta del baño. Se oye un chillido de consternación y él murmura una disculpa entre dientes mientras cierra la puerta.
No puedo evitar una sonrisa engreída.
—¿Te había dicho que soy lesbiana?
A Reed no le parece divertido.
—¿Por qué no me has dicho que estabas con Valerie?
—Porque verte sacar tus propias conclusiones es más divertido. Además, aunque te hubiese dicho con quién estaba, no me habrías creído. Ya has decidido quién y cómo soy, y nada te hará cambiar de idea.
Reed frunce el ceño, pero no me contradice.
—Ven conmigo.
—Déjame que piense. —Me golpeo el labio inferior con el dedo como si considerara su penosa invitación. Sus ojos observan el movimiento—. Vale. Ya lo he decidido. No.
—No te gusta estar aquí —responde secamente.
—Gracias, don Perspicaz.
Él ignora mi sarcasmo.
—Sí, bueno, a mí tampoco me gusta. Pero esto es lo que hay. Si no vienes conmigo y haces un esfuerzo, mi padre te seguirá obligando a venir a estas fiestas. Pero si mueves el culo, sales y todo el mundo informa a sus padres de que te han visto, papá lo dejará estar. ¿Lo entiendes?
—La verdad es que no.
Reed vuelve a acercarse, y su tamaño me deja pasmada de nuevo. Es muy alto. Lo bastante como para ser apodado «larguirucho» o algo así si fuese delgado. Pero no es delgado. Tiene un cuerpazo. Es grande y musculoso, y el alcohol me hace sentir excitada y acalorada al estar junto a él.
Reed sigue hablando, ajeno a mis pensamientos inapropiados.
—Si mi padre piensa que eres un corderillo perdido y solitario, nos obligará a todos a permanecer juntos. Aunque quizá eso es lo que quieres. ¿Es así? Quieres que te vean con nosotros. Quieres estar en estas fiestas.
Sus acusaciones me sacan de mi neblina.
—Claro, como he pasado tanto tiempo con vosotros esta noche…
Su expresión no cambia, ni siquiera reconoce que tengo razón. Vale. Me da igual.
—Venga, Valerie, vamos a la fiesta —grito.
—No puedo. Estoy avergonzada. Reed Royal me ha visto en el baño —gime tras la puerta.
—El capullo se ha ido. Además, seguramente seas lo más atractivo y decente que haya visto esta noche.
Reed pone los ojos en blanco, pero se va cuando le señalo que se marche.
Valerie sale por fin.
—¿Por qué vamos a salir de nuestro pequeño paraíso?
—Para observar y ser observadas —respondo con sinceridad.
—Uf. Suena horrible.
—No he dicho que no lo fuera.
Capítulo 9
La primera persona que veo cuando Valerie y yo entramos al salón es Savannah Montgomery. Lleva unos vaqueros ceñidos rotos por las rodillas y una camiseta de tirantes que deja su vientre al descubierto. Tiene los ojos fijos en Gideon, que está hablando con un tío de espaldas, apoyado contra la pared.
Como si me viera relacionándolos mentalmente, Savannah gira la cara hacia mí. No me saluda ni me dice hola, pero me mira a los ojos unos instantes antes de darse la vuelta para hablar con su amiga.
La música es ensordecedora y todo el mundo bebe, baila o se da el lote en varias esquinas. Más allá de las cristaleras, veo una piscina con forma de riñón, cuya luz azulada ensombrece las caras de los adolescentes que están a su alrededor. Hay gente en todas partes. Hace ruido y calor, y ya echo de menos la silenciosa seguridad de los cuartos del servicio.
—¿En serio tenemos que estar aquí? —murmura Valerie.
Pillo a Reed observándonos desde la barra de madera de roble al otro lado del salón. Está con Easton y ambos asienten a modo de advertencia cuando los miro a los ojos.
—Sí.
Valerie parece resignada.
—Está bien. Entonces vayamos directas al grano.
Esta chica es una bendición. Me coge del brazo, me lleva por la fiesta y me presenta a gente al azar para después susurrarme detalles al oído.
—¿Ves a esa chica? ¿A Claire? Se tira a Easton Royal. Le gusta decirle a la gente que es su novia, pero todos saben que Easton no tiene novias.
»¿Y Thomas? Es un cocainómano con temperamento, pero papi es senador, así que los desastres de Thomas siempre se arreglan.
»Aléjate sin dudar de Derek. Es una fuente de clamidia.
Intento no atragantarme de la risa mientras me lleva hacia otro grupo, un trío de chicas con minivestidos combinados en tonos pastel.
—Lydia, Ginnie, Francine, esta es Ella. —Valerie gesticula entre nosotras y me aleja de las chicas pastel antes de que abran la boca—. ¿Te has preguntado alguna vez si hay gente que nace sin cerebro? —inquiere—. Pues ahí tienes la prueba. Estas chicas le dan un significado nuevo a las palabras «cabeza hueca».
No voy a mentir, disfruto de las presentaciones, o más bien de los cotilleos que las acompañan. Me doy cuenta de que nadie me saluda con más que un «hola» antes de desviar la mirada hacia los hermanos Royal para comprobar su reacción.
—Vale, ya hemos pasado la parte fácil —suspira Valerie—. Es hora de matar al dragón.
—¿El dragón?
—Mi prima. También conocida como la abeja reina del Astor Park. Te aviso de que es superposesiva con respecto a los Royal. Estoy bastante segura de que se ha liado con todos ellos, incluidos los gemelos.
Y hablando de gemelos, pasamos por delante de Sawyer de camino a la zona de la piscina. Sé que es Sawyer porque lleva una camiseta negra y antes he escuchado a Gideon llamar Sebastian al de la camiseta blanca. Una pelirroja bajita está abrazada a Sawyer y reparte besos por todo su cuello, sin embargo, clava la mirada en mí cuando pasamos por delante de ellos.
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