Otras investigaciones indican que tanto la pobreza persistente como la ocasional pueden afectar el desarrollo cognitivo y emocional de los niños; desde luego, los efectos de la primera suelen ser más pronunciados. También hay especialistas que indagan si los niños viven en centros urbanos o rurales, dado que esos contextos difieren, entre otros factores, en términos de estructuras familiares, división del trabajo, acceso a los sistemas de salud, educación y seguridad social, y en las características de las comunidades y de las redes sociales de apoyo familiar: el contexto rural suele asociarse a una mayor incidencia de los impactos de la pobreza y la indigencia. Por último, diferentes estudios realizados durante las últimas cuatro décadas han permitido identificar otros factores decisivos como el estado de salud de los niños desde antes de su nacimiento; la educación, ocupación y salud mental de padres y maestros; la estimulación del desarrollo emocional, cognitivo, del lenguaje y del aprendizaje en el hogar, la escuela y la comunidad; la presencia de factores que generan estrés en cualquiera de esos contextos de desarrollo; el acceso de padres y niños a los sistemas de seguridad e inclusión social; y el sistema de normas, valores, creencias y expectativas de cada comunidad. A la hora de idear acciones orientadas a prevenir o actuar sobre los efectos de la pobreza, estos factores pueden considerarse blancos de las intervenciones.
Algunos estudios efectuados en los años noventa permitieron observar que el mismo nivel de ingreso o confort material puede ser percibido de forma diferente por los integrantes de una familia si los padres comunican o no a sus hijos sus preocupaciones sobre la inseguridad económica o si se dejan de lado los materiales y experiencias que permitan estimular el aprendizaje de los niños por falta de recursos. Esto sugiere que la experiencia subjetiva también explica en parte los efectos de la pobreza sobre el bienestar psicológico de los niños y su desempeño; por lo tanto, debe considerársela en el momento de diseñar una acción o intervención orientada a optimizar el desarrollo humano. Otros estudios han mostrado que la falta de apoyo familiar durante la escolaridad primaria también podría influir. Asimismo, la experiencia subjetiva de la pobreza depende en muchos casos de las comparaciones entre pares en los diferentes contextos de desarrollo, y su eventual amplificación a través de los medios masivos de comunicación y las redes sociales virtuales.
Como sociedad deberíamos procurar adquirir aprendizajes y generar competencias de comunicación que nos permitan interactuar con otros grupos de personas: con profesionales, con técnicos y con aquellos que realizan proyectos y políticas en áreas que involucran el desarrollo humano porque, en última instancia, las intervenciones de organismos gubernamentales y no gubernamentales pueden modificar las consecuencias de la pobreza, algo que sin duda no puede hacerse sólo sobre la base de la actividad académica. La investigación científica puede aportar conocimientos acerca de cuáles son los métodos de evaluación de los procesos y resultados del desarrollo más adecuados en función de las planificaciones de los entes gubernamentales y multilaterales; además de acercar las discusiones teóricas que alimentan la construcción de prácticas políticas en función de cómo la sociedad, a partir de distintas fuentes de conocimiento, actualiza las nociones de desarrollo infantil.
Entre tanto, la ciencia debe cuestionarse a sí misma para delimitar su lugar en las transformaciones culturales y morales que hoy en día requiere nuestra civilización y también debe interpelar de manera constructiva a quienes diseñan las políticas públicas. En particular, la ciencia del desarrollo contemporánea aporta información que permite describir una porción mínima, pero significativa, del impacto de la pobreza sobre el desarrollo humano. Una parte importante de esa contribución tendría que orientarse a nutrir un compromiso ético que contribuya a hacernos comprender por qué la pobreza es uno de los fenómenos más prevalentes en todo el mundo; cómo destruye oportunidades de desarrollo y enferma prematuramente a las personas, y qué alternativas de cambio e innovación es posible considerar teniendo en cuenta esos mecanismos de destrucción.
Reflexiones y urgencias actuales
Este libro busca orientar al lector interesado en pensar las respuestas a esas preguntas desde la perspectiva actual de la psicología y la neurociencia cognitiva del desarrollo. Su título propone reflexionar acerca de lo que nuestra civilización genera en el cerebro de las personas, pero también sobre las limitaciones de esas dos disciplinas contemporáneas para comprenderlo y construir conocimientos que contribuyan a protegerlo, tarea que necesariamente requiere salir del laboratorio e integrarse con otras disciplinas y prácticas sociales. No abordaremos aquí la cuestión de los mecanismos con que nuestra civilización causa desigualdad, sino la evidencia psicológica y neurocientífica de la pobreza como forma de esa desigualdad en el nivel autorregulatorio –como mecanismo de disminución de oportunidades para el desarrollo de capacidades– y algunos elementos centrales para pensar la construcción de la igualdad.
En cada uno de los capítulos que siguen haremos foco sobre un conjunto de líneas de investigación iniciadas durante la segunda mitad del siglo XX que siguen siendo productivas en la actualidad. En el capítulo 1 presentaremos un panorama de la situación mundial y regional de la pobreza general e infantil que, aunque se sostenga en estadísticas, permite apreciar el nivel de la tragedia en que está inmersa la humanidad. En el capítulo 2, a partir de la evidencia actualizada que brinda la neurociencia sobre los fenómenos de cambio conocidos como “plasticidad neural”, reflexionaremos acerca del impacto de la pobreza sobre el desarrollo cognitivo y emocional en las distintas etapas de la infancia y la adolescencia y también acerca de las oportunidades de cambio.
El capítulo 3 examina dos temas centrales que resultan condicionantes y limitan esas oportunidades: la susceptibilidad del individuo ante las demandas que le impone el ambiente en el que lleva adelante su existencia, y los cambios que el contexto puede generar en la constitución de los sistemas nervioso e inmunológico a partir de la modulación de la expresión de los genes que los construyen durante el ciclo vital. El capítulo 4 presenta la evidencia que la psicología del desarrollo y la neurociencia cognitiva han generado durante las últimas tres décadas acerca de cómo la experiencia de la pobreza –la falta de nutrición y estimulación ambiental temprana adecuada, la exposición a drogas y tóxicos ambientales desde la concepción y la activación crónica de los estresores ambientales– impacta sobre la constitución y el desarrollo del cerebro y sobre cómo este conjunto de factores condiciona las posibilidades de las personas para construir proyectos de vida bajo la premisa de la conciencia de ser sujetos de derecho. El capítulo 5 presenta ejemplos y resultados de diferentes iniciativas orientadas a diseñar e implementar acciones para contrarrestar los efectos de la pobreza sobre el desarrollo emocional, cognitivo y social. En las conclusiones proponemos algunas formas de contribuir en el futuro a la construcción de una civilización que garantice la equidad, de manera que todos podamos aspirar a oportunidades de construir proyectos de vida dignos. En esta segunda edición revisada y ampliada, incluimos un epílogo en el que tratamos dos cuestiones centrales. Por un lado, discutimos comentarios e interpretaciones que la lectura de la primera edición del libro motivó en el público general y en algunos comunicadores sociales. Por otro lado, nos detenemos en las implicaciones políticas e ideológicas de las consideraciones que proponemos. En ambos casos, las consideraciones que incluimos intentan contribuir con el debate y el diálogo productivo contemporáneos con respecto al campo de estudio básico y aplicado en el área del desarrollo humano en general y el infantil en particular.
Es fundamental