Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Laura Gallego
Издательство: Bookwire
Серия: Memorias de Idhún
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788467569889
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criatura híbrida, como yo.

      A Alsan no le gustó aquella perspectiva. Pensó en sus amigos, pero ello hacía despertar su lado humano, y entonces se reanudaba en su interior aquella terrible y dolorosa lucha contra el espíritu del lobo. Comprendió entonces por qué la mujer-tigre tenía aquel aspecto.

      Ella había pactado una tregua, cansada de seguir sufriendo.

      —¿Estás preparado, Jack?

      El muchacho asintió. Shail se acercó a él y alzó las manos sobre su cabeza.

      —Piensa en un szish y guarda su imagen en tu mente. Dadas las circunstancias, a Jack no le resultó nada difícil. Shail movió las manos en círculo sobre la cabeza del muchacho y pronunció unas palabras mágicas. Jack sintió la magia fluyendo desde las manos de Shail hasta su cabeza, y luego descendiendo para extenderse por todo su cuerpo...

      Cuando se miró las manos, y las vio escamosas y con tres dedos, quiso lanzar una exclamación de asombro, pero solo le salió una especie de silbido.

      —Más vale que no te mires a un espejo, Jack –comentó Victoria–. Esa cara no te favorece.

      Jack le guiñó un ojo. Eso, al menos, sí pudo hacerlo. Cargó con su espada y vio que ahora parecía un acero normal y corriente. Se despidió de sus amigos con un gesto y dio media vuelta para marcharse.

      —Espera, Jack.

      Victoria le había cogido del brazo. Jack se volvió hacia ella, y la chica se estremeció.

      —Me resulta extraño pensar que eres tú –dijo; tragó saliva y estampó un beso en lo que debía de ser la mejilla de su amigo–. Ten mucho cuidado. Quiero que vuelvas vivo.

      —Volveré vivo, y con Alsan –siseó Jack; la miró a los ojos–. Ten mucho cuidado tú también.

      Victoria asintió. Jack se separó de ella y se perdió entre la espesura.

      —Bueno –dijo entonces Shail–. ¿Preparada para la función?

      —Creo que sí –asintió ella.

      —Quiero que tengas en cuenta una cosa: tú tienes el báculo y sabes cómo usarlo. Kirtash vendrá a buscarte. Tenemos que estar preparados para resistir todo lo posible, ¿entiendes? Mientras Kirtash esté por aquí, Jack tendrá una oportunidad de entrar en el castillo y rescatar a Alsan.

      —Están aquí –dijo Elrion.

      —Lo sé –dijo Kirtash–. Hemos perdido a una de las patrullas. Espero que tengas bien vigilado a Alsan, porque han venido a buscarlo.

      —Oh, sí –rió el mago–. Aunque se tropezaran con él de narices, no lo reconocerían con facilidad.

      Kirtash le dirigió una mirada penetrante.

      —Sigues subestimándolos.

      —¿Qué vas a hacer tú?

      —Lo que esperan que haga –respondió Kirtash suavemente–: ir a buscar a Victoria y el báculo.

      —No habrán sido tan tontos como para traerlos hasta aquí...

      —Claro que sí. Es la única oportunidad que tienen de salir todos con vida.

      Elrion no respondió. Se inclinó sobre la superficie de un pequeño estanque cuyas aguas reflejaban una imagen del exterior del castillo.

      —¡Por fin los veo! –dijo, satisfecho–. El mago y la chica. Están intentando entrar por la puerta de atrás.

      —¿En serio? –Kirtash sonrió–. Entonces entrarán por la puerta de delante. ¿Dónde está el otro?

      —Pues... –vaciló Elrion.

      Kirtash asintió, como si se esperara esa respuesta.

      —Voy a interceptar a Jack cuando trate de entrar –dijo–. Una vez lo haya matado, iré a buscar el báculo. Tú quédate aquí y asegúrate de que nadie consigue llegar hasta Alsan.

      El mago no replicó, pero apretó los puños. Detestaba tener que obedecer a Kirtash, pero sabía que nunca osaría enfrentarse a él directamente, porque jamás lograría vencerle.

      Jack se acercó a la puerta delantera y se esforzó por moverse y caminar como lo hacían los otros hombres-serpiente. Aprovechó que dos de ellos volvían a entrar en el castillo para hacerlo él también.

      Uno de los szish se volvió y le dijo algo con un airado siseo. Jack se sintió aterrado al principio, hasta que se dio cuenta de que había entendido al szish perfectamente.

      Le había dicho:

      —¿Adónde crees que vas?

      Jack no supo qué responder al principio, pero enseguida se le ocurrió una idea.

      —A pedir refuerzos –respondió en el lenguaje de los szish, aquella mezcla de siseos y silbidos–. Han visto a dos intrusos en el bosque.

      —¿De verdad? –los szish cruzaron una mirada–. No me han informado.

      Pero en aquel momento llegó un cuarto hombre-serpiente.

      —Renegados –siseó–. Están atacando la entrada trasera.

      El szish que parecía ser el jefe miró a Jack.

      —Está bien –dijo–. Corre a avisar a Sosset.

      Jack asintió y entró en la fortaleza. No tenía ni idea de quién era ese tal Sosset y, desde luego, no pensaba averiguarlo.

      Sintió de pronto un soplo gélido en el alma y se pegó a la pared, a la sombra de un pilar, temblando.

      —¿Qué es lo que pasa? –oyó la voz de Kirtash, hablando en la lengua de los szish.

      —Renegados. Íbamos a...

      —No. No ibais a ninguna parte. Quiero que os quedéis aquí, vigilando esta puerta, ¿entendido?

      Jack se deslizó despacio, pegado a la pared. Kirtash estaba de espaldas a él y bastante lejos, pero el chico tenía la certeza de que, si él le miraba, ni el más perfecto disfraz de szish lograría engañarle.

      Lenta, muy lentamente, Jack se alejó de allí.

      Kirtash se dio la vuelta. Había algo que...

      Ladeó la cabeza, tratando de definir aquella molesta sensación. Había decidido vigilar él mismo la puerta principal, pero algo le decía que Jack ya había logrado entrar en el castillo. Kirtash conocía sus propias limitaciones y sabía que no tenía modo de detectar la presencia de Jack.

      ¿O sí?

      Su intuición jamás le había fallado.

      —Assazer –llamó.

      El szish acudió presuroso ante él.

      —Quedaos aquí y llamad a otro destacamento. Si entran, lo harán por esta puerta.

      El hombre-serpiente ladeó la cabeza y sus ojos brillaron con inteligencia.

      —El mago y la chica... son una maniobra de distracción, ¿es eso, señor?

      —Eso parece. No os fiéis de nadie y, sobre todo, no dejéis entrar a nadie. ¿Está claro?

      Assazer vaciló.

      —Señor...

      Kirtash se volvió hacia él.

      —... momentos antes de que llegaras ha entrado alguien. Un szish que decía que iba a avisar a Sosset de la presencia de renegados en el bosque.

      Los ojos de Kirtash se estrecharon, pero no dijo nada. Aguardó a que el hombre-serpiente siguiera hablando. Assazer y su compañero cruzaron una mirada.

      —Era un szish un tanto extraño, señor –explicó–. Nos pareció que su cuerpo despedía algo de calor.

      Kirtash