Srog se inclinó hacia atrás y puso su mano carnosa sobre el hombro de Reece.
"Cada vez te pareces más a tu padre conforme envejeces", dijo con calidez.
Reece sonrió.
"Espero que eso sea bueno".
"Lo es", respondió Srog. "No había hombre mejor. Hubiera caminado por el fuego por él".
Srog se dio vuelta y condujo a Reece a través de la sala, con todos sus hombres detrás de ellos, mientras se dirigían a la fortaleza.
"Eres una persona agradable de ver en este lugar miserable", dijo Srog. "Estoy agradecido con tu hermana por enviarte".
"Parece que elegí un mal día para venir de visita", dijo Reece mientras pasaban por una ventana al aire libre, con lluvia azotando a pocos metros de distancia.
Srog sonrió.
"Todos son malos días aquí", respondió. "Pero puede cambiar de un momento a otro. Dicen que en las Islas Superiores experimentan las cuatro estaciones en un solo día, y he venido a comprobar que es verdad".
Reece miró hacia el pequeño y vacío patio del castillo, poblado con un puñado de antiguos edificios de piedra, de color gris, que parecían mezclarse en la lluvia. Pocas personas estaban afuera, y esos bajaban sus cabezas contra el viento y se apresuraban a ir de un lugar a otro. Esta isla parecía ser un lugar solitario y desolado.
"¿Dónde están todas las personas?", preguntó Reece.
Srog suspiró.
"Los de las Islas Superiores se quedan en casa. Guardan las distancias. Ellos están repartidos. Este lugar no es como Silesia, o como la Corte del Rey. Aquí, viven en la isla. No se congregan en las ciudades. Son un pueblo extraño, solitario. Terco y fortalecido – como el clima".
Srog guió a Reece por un pasillo y dieron vuelta en la esquina y entraron al Gran Salón.
En la sala estaba sentada una docena de los hombres de Srog, soldados con sus botas y armadura, sombríamente sentados alrededor de una mesa cerca de las llamas. Los perros dormían alrededor del fuego, y los hombres comían grandes trozos de carne y arrojaban los restos a los perros. Ellos miraron a Reece y gruñeron.
Srog condujo a Reece hacia la fogata. Reece se frotó las manos ante las llamas, agradecido por su calor.
"Sé que no tienes mucho tiempo antes de que tu embarcación salga", dijo Srog. "Pero al menos quería despedirte con calidez y ropa seca".
Un asistente se acercó y le entregó a Reece un conjunto de ropa seca y una malla, exactamente de su tamaño. Reece miró a Srog con sorpresa y gratitud mientras se quitaba la ropa mojada y la reemplazaba con esas.
Srog sonrió. "Tratamos bien a nuestra gente aquí", dijo. "Pensé que lo necesitabas, por como es este lugar".
"Gracias", dijo Reece, sintiéndose más abrigado. "Nunca lo había necesitado más". Él había estado temiendo navegar con la ropa mojada, y esto era exactamente lo que él necesitaba.
Srog empezó a hablar de política, un largo monólogo y Reece asintió amablemente, fingiendo escuchar. Pero en el fondo, Reece estaba distraído. Se sentía abrumado pensando en Stara, y no podía quitársela de la mente. No podía dejar de pensar en su encuentro, y cada vez que pensaba en ella, su corazón se agitaba de emoción.
Tampoco podía dejar de pensar, con temor, en la tarea que tenía delante de él en tierra firme, decirle a Selese – y a todos los demás – que la boda se cancelaba. No quería hacerle daño. Pero no tenía otra opción.
“¿Reece?”, repitió Srog.
Reece parpadeó y lo miró.
“¿Me oyes?”, preguntó Srog.
"Lo siento", dijo Reece. "¿Qué dijiste?",
"Pregunté si tu hermana había recibido mis envíos", dijo Srog.
Reece asintió, tratando de concentrarse.
"Por supuesto", respondió Reece. "Es por eso que me envió aquí. Me pidió venir contigo, para escuchar de primera mano lo que está pasando".
Srog suspiró, mirando a las llamas.
"He estado aquí seis lunas", dijo, "y te aseguro, que los de las Islas Superiores no son como nosotros. Son MacGil sólo de nombre. Carecen de las cualidades de tu padre. No son sólo tercos – no son de fiar. Ellos sabotean las embarcaciones de la reina diariamente; de hecho, ellos sabotean todo lo que hacemos aquí. No nos quieren aquí. No quieren nada del continente – a menos que sea invadirlo, por supuesto. He concluido que para vivir en armonía, no será a su manera".
Srog suspiró.
"Perdemos el tiempo aquí. Tu hermana debería retirarse. Dejarlos a su propio destino".
Reece asintió con la cabeza, escuchando, frotando sus manos ante la chimenea, cuando de repente, el sol salió de las nubes, y el tiempo sombrío y húmedo se transformó a un día de verano claro y brillante. Sonó un cuerno a lo lejos.
"¡Tu nave!". Srog gritó. ”Debemos irnos. Debes navegar antes de que el clima regrese. Te veré salir".
Srog llevó a Reece por una puerta lateral del fuerte, y Reece estaba asombrado, mientras entrecerraba los ojos en la luz del sol brillante. Era como si el día perfecto de verano hubiese vuelto otra vez.
Reece y Srog caminaron rápidamente, lado a lado, seguidos por varios de los hombres de Srog, crujiendo las piedras debajo de sus botas, mientras andaban por las colinas y tomaban su camino por las sinuosas rutas hacia la orilla distante. Pasaron rocas grises y colinas rodeadas de rocas y acantilados salpicados de cabras que se aferraban a las laderas y mascaban malezas. Mientras se acercaban a la costa, alrededor de ellos sonaban las campanas del agua, advirtiendo a los barcos de la niebla.
"Puedo ver personalmente las condiciones que están enfrentando", dijo Reece finalmente, mientras caminaban. No son fáciles. Has hecho funcionar las cosas aquí por mucho más tiempo de lo que otros habrían logrado, estoy seguro de ello. Has hecho un buen trabajo. Me aseguraré de decírselo a la reina".
Srog asintió con la cabeza, en agradecimiento.
"Agradezco que digas eso", comentó.
"¿Cuál es el origen del descontento de la gente?", preguntó Reece. "Ellos son libres, después de todo. Nos les hacemos ningún daño – de hecho, les traemos provisiones y protección".
Srog sacudió la cabeza.
"Ellos no descansarán hasta que Tirus quede libre. Consideran una vergüenza personal que su líder esté en la cárcel".
"Y tienen suerte de que sólo esté en la cárcel y no haya sido ejecutado por sus traiciones".
Srog asintió con la cabeza.
"Es cierto. Pero esta gente no entiende eso".
"¿Y si lo liberamos?", preguntó Reece. "¿Con eso habría paz?".
Srog sacudió la cabeza.
"Lo dudo. Creo que sólo los envalentonaría para otro descontento".
"Entonces ¿qué hay que hacer?", preguntó Reece.
Srog suspiró.
"Abandonar este lugar", dijo. "Y lo más rápidamente posible. No me gusta lo que veo. Siento que se agita una revuelta".
"Sin embargo, los superamos en hombres y barcos".
Srog sacudió la cabeza.
"Eso es nada más una ilusión", dijo. "Están bien organizados. Estamos en su terreno. Tienen un millón de formas sutiles de sabotaje que no podemos anticipar. Estamos aquí sentados en un nido de serpientes”.
"Pero Matus no", dijo Reece.
"Es cierto", respondió Srog. "Pero él es el único".
Hay alguien más, pensó Reece. Stara. Pero mantuvo sus pensamientos para sí mismo. Oír todo eso lo hizo querer rescatar