Retrato de la Lozana Andaluza. Francisco Delicado. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Francisco Delicado
Издательство: Public Domain
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Жанр произведения: Зарубежная классика
Год издания: 0
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Calabraga; que ella y sus hijas lo tienen por oficio, y áun creo que os dará ella recabdo, porque saben munchas casas de señores que os tomarán para guarda de casa y compañía á sus mujeres.

      Loz. Eso querria yo, si me mostrase este niño la casa.

      Cam. Sí hará. Vén acá, Aguilarico.

       Loz. ¡Ay, señora mia! ¿Aguilarico se llama? mi pariente debe ser.

      Beat. Ya podria ser; pues ahí junto mora su madre.

      Loz. Beso las manos de vuestras mercedes, y si supieren algun buen partido para mí, como si fuese estar con algunas doncellas, en tal que yo lo sirva, me avisen.

      Beat. Señora, sí, andad con bendicion. ¿Habeis visto? ¡qué lengua! ¡qué saber! Si á ésta le faltáran partidos decí mal de mí; más beato el que le fiára su mujer.

      Ter. Pues andaos á decir gracias, no sino gobernar doncellas, mas no mis hijas; ¿qué pensais que sería? dar carne al lobo; ante de ocho dias sabrá toda Roma, que ésta en són la veo yo que con los cristianos será cristiana, y con los jodíos jodía, y con los turcos turca, y con los hidalgos hidalga, y con los ginoveses ginovesa, y con los franceses francesa que para todos tiene salida.

      Cam. No veia la hora que la enviásedes de aquí; que si viniera mi hijo no la dexaba partir.

      Ter. Eso quisiera yo ver, cómo hablaba y los gestos que hiciera, y por ver si se cubriera; mas no cureis, que presto dará de sí como casa vieja, pues á casa va que no podria mejor hallar á su propósito, y ende más la patrona, que parece á la judía de Zaragoza, que la llevará consigo, y á todos contará sus duelos y fortuna.

      MAMOTRETO X

      El modo que tuvo yendo con Aguilarico, espantándose que le hablaban en catalan, y dice un barbero.

      Mosen Sorolla. Vén ascí, mon cosin Aguilaret. Veníu ascí, mon fill; ¿on seu estat? que ton pare ten demana.

      Aguilaret. Non vul venir, que vacih con aquesta dona.

      Sor. ¿Ma comare? feu vos así, veureu vostron fill.

      Sogorbesa. Vens ascí, tacañet.

      Aguil. ¿Qué voleu ma mare? ara ving.

      Sog. Not habrés pensat, traidoret; aquexa dona ¿on te ha tengut tot vuy?

      Loz. Yo, señora, ahora lo vi, y le rogaron unas señoras que me enseñase aquí junto á una casa.

       Sog. Anau al burdell, y laxau estar mon fill.

      Loz. Id vos, y besaldo donde sabeis.

      Sor. Mirá la cegijunta con qué me salió.

      Mallorquina. Veníu ací, bona dona. Nos pregan ab quexa dona, ma veina; ¿on anau?

      Loz. Por mi vida, señora, que no sé el nombre del dueño de una casa por aquí, que aquel niño me queria mostrar.

      Mallorq. ¿Debeu de fer llavors ó res? que así ma filla vos fará tot quan vos le comenaréu.

      Loz. Señora, no busco eso y siempre halla el hombre lo que no busca, máxime en esta tierra; dicíme, así vivais: ¿quién es aquella hija de corcovado, y catalana, que no conociéndome me deshonró? pues ¡guay della si soltaba yo la maldita! Ni vi su hijo, ni quisiera ver á ella.

      Mallorq. Nous cureu filla, anao vostron viaje, y si vos manau res, lo farem nosaltres de bon cor.

      Loz. Señora, no quiero nada de vos, que yo busco una mujer que quita cejas.

      Mallorq. Anao en mal guañy. ¿Y axó volias? cercaula.

       Loz. Válalas el diablo, y locas son estas mallorquinas; en Valencia ligaros ian á vosotras, y herraduras han menester como bestias, pues no me la irán á pagar á la pellejería de Búrgos. Cul de santarnao, som segurs quina gent de Deu.

      MAMOTRETO XI

      Cómo llamó á la Lozana la Napolitana que ella buscaba y dice á su marido que la llame.

      Napolitana. Oislo, ¿quién es aquella mujer que anda por allí? Ginovesa me parece; mirá si quiere nada de la botica; salí allá; quizá que trae guadaño.

      Jumilla. Salí vos, que en ver hombre se espantará.

      Nap. Dame acá ese morteruelo de azófar. Decí, hija, ¿echastes aquí el atauja y las pepitas de pepino?

      Hija. Señora, sí.

      Nap. ¿Qué mirais, señora? Con esa tez de cara no ganariamos nosotros nada.

      Loz. Señora, nos maravilleis que solamente en oiros hablar me alegre.

       Nap. Ansí es que no en valde se dixo: por do fueres, de los tuyos halles, quizá la sangre os tira; entrá, mi señora, y quitaos dese sol. Vén acá tú, sácale aquí á esta señora con qué se refresque.

      Loz. No hace menester, que si agora comiese me ahogaria del enojo que traigo de aquesas vuestras vecinas; mas si vivimos, y no nos morimos á tiempo serémos; la una porque su hijo me venía á mostrar á vuestra casa, y la otra porque demandé de vuestra merced.

      Nap. Hi, hi, son envidiosas, y por eso mirá cuál va su hija el domingo afeitada de mano de Mira la jodía, ó como las que nosotras afeitamos, ni más ni ál. Señora mia, el tiempo os doy por testigo. La una es de Segorve y la otra mallorquina, y como dixo Juan de la Encina, que cul y cap y feje y cos echan fuera á voto á Dios.

      Loz. Mirá si las conocí yo. Señora mia, ¿son doncellas estas vuestras hijas?

      Nap. Son y no son, sería largo de contar. Y vos, señora, ¿sois casada?

      Loz. Señora, sí; y mi marido será agora aquí de aquí á pocos dias; y en este medio querria no ser conoscida y empezar á ganar para la costa; querria estar con personas honestas por la honra, y quiero primero pagaros que me sirvais; yo, señora, vengo de Levante, y traigo secretos maravillosos, que máxime en Grecia se usan muncho; las mujeres que no son hermosas procuran de sello, y porque lo veais, póngase aquesto vuestra hija la más morena.

      Nap. Señora, yo quiero que vos misma se lo pongais, y si eso es, no habíades vos menester padre ni madre en esta tierra, y ese vuestro marido que decis, será rey; oxalá fuera uno de mis dos hijos.

      Loz. Que, ¿tambien teneis hijos?

      Nap. Como dos pimpollos de oro; traviesos son, mas no me curo, que para eso son los hombres. El uno es rubio como unas candelas, y el otro crespo; señora, quedaos aquí y dormiréis con las doncellas, y si algo quisiéredes hacer para ganar, aquí á mi casa vienen moros y jodíos, que si os conoscen, todos os ayudarán; y mi marido va vendiendo cada dia dos, tres y cuatro cestillas desto que hacemos, y lo que basta para una persona basta para dos.

      Loz. Señora, yo lo dó por rescebido, dad acá si quereis que os ayude á eso que haceis.

       Nap. Quitaos primero el paño y mirá si traés ninguna cosa que dar á guardar.

      Loz. Señora, no, sino un espejo para mirarme, y agora veo que tengo mi pago, que solia tener diez espejos en mi cámara para mirarme, que de mí misma estaba como Narciso, y agora como Tisbe á la fontana, y si no me miraba cien veces, no me miraba una, y he habido el pago de mi propia merced. ¿Quién son estos que vienen aquí?

      Nap. Ansí goce de vos que son mis hijos.

      Loz. Bien parecen á su padre; y si son estos los pinos de oro, á sus ojos.

      Nap. ¿Qué decis?

      Loz. Señora, que parecen hijos de rey nacidos en Badajoz; que veais nietos dellos.

      Nap. Ansí veais vos de lo que paristes.

      Loz. Mancebo de bien, llegaos acá y mostráme la mano. Mirá qué señal tenés en el monte de Mercurio y uñas de rapiña, guardaos de tomar lo ajeno, que peligraréis.

      Nap.