En los últimos años, los historiadores han utilizado los conceptos de «desmovilización cultural», «culturas de la victoria» y «culturas de la derrota» para explicar por qué las experiencias bélicas traumáticas y violentas, aun siendo similares para todos los combatientes, solo tuvieron efectos «brutalizadores» en determinados países.27 A través de un análisis de los procesos de desmovilización, se han detallado los diferentes caminos que siguieron los veteranos de diversos países tras 1918. En Gran Bretaña y Francia, la población en general, y los veteranos en particular, abandonaron las actitudes y mentalidades propias del tiempo de guerra más fácilmente que, por ejemplo, en Alemania o Italia.28 En estos países, la circulación de mitos posbélicos, como el de la «puñalada por la espalda» (Dolchstoß) y la «victoria mutilada», muy probablemente lastraron el proceso de desmovilización mental.29 Es cierto que en Alemania y Austria, numerosos veteranos, sobre todo antiguos oficiales, y jóvenes estudiantes nacionalistas, se unieron a las unidades paramilitares contrarrevolucionarias, pero más que la experiencia de guerra, fueron la derrota y la revolución las catalizadoras de su reacción violenta.30 La violencia de posguerra fue el resultado del colapso de la autoridad estatal y de la radicalización política de muchos grupos sociales diferentes –no solo los veteranos de guerra– como consecuencia de la movilización y la desmovilización militares.31
El caso de Italia, uno de los países vencedores en 1918 pero afectado de «brutalización» de la política, es crucial para entender el contexto en el que surgió el fascismo, pero existen muchos huecos todavía por llenar en su conocimiento.32 La interpretación predominante sostiene que el Estado liberal italiano y la izquierda política fracasaron a la hora de desmovilizar y reintegrar en la sociedad a las tropas retornadas del frente; por ende, algunos veteranos se habrían convertido en fascistas o en seguidores de D’Annunzio en Fiume, mientras que la neutralidad y la obediencia al Estado de los oficiales del ejército se debilitaban progresivamente.33 En la primera parte del presente libro, revisaré esta interpretación analizando la desmovilización desde un punto de vista cultural y transnacional. Más allá de las paradojas a las que conduce el paradigma de la «brutalización», estas innovadoras perspectivas son fundamentales para responder cómo y en qué medida los veteranos de guerra estaban conectados con las nuevas ideas, movimientos y regímenes fascistas del periodo de entreguerras.
FASCISMO
Observando la historia de los movimientos y regímenes fascistas europeos, este libro ofrece una perspectiva geográfica y cronológica más amplia que la mayoría de los trabajos sobre la desmovilización posbélica. Al examinar la historia del fascismo en su relación con los excombatientes, debemos observar las más de dos décadas de su evolución, así como trascender el marco del Estado nación que habitualmente ha dado forma a las investigaciones.34 Analizando trasnacionalmente los múltiples estratos de la duradera relación entre los excombatientes y el fascismo, este libro cubre vacíos importantes en el conocimiento del tema y contribuye a una nueva interpretación del fascismo como fenómeno trasnacional.
Aunque la bibliografía sobre el fascismo es ciertamente inmensa, los historiadores apenas han explorado cómo los símbolos, mitos y discursos sobre la guerra construidos por esta ideología se tradujeron en prácticas y políticas sociales. En especial, la relación entre la política excombatiente y el fascismo permanece todavía insuficientemente estudiada. Si bien es cierto que muchos trabajos se han ocupado de examinar la presencia de excombatientes y soldados dentro de los movimientos fascistas,35 tan solo unos pocos han considerado la idea del combatiente como un constructo cultural manipulado tanto por dichos movimientos como por los regímenes fascistas.36 Aunque la importancia de la guerra para el fascismo,37 y en particular para el nacionalsocialismo alemán,38 haya sido resaltada como una cuestión seminal, estos trabajos han tendido a situarse dentro del debate de la «brutalización»39 y raramente han empleado enfoques transnacionales o de largo alcance. Por consiguiente, reconstruir la historia de los discursos y organizaciones fascistas dirigidos a los veteranos de la Gran Guerra es una tarea pendiente, y es desde una perspectiva transnacional desde donde podemos obtener nuevas conclusiones.
¿A qué me refiero cuando hablo de fascismo? Hoy en día existe una creciente tendencia a considerar «fascismo» como un una categoría vaga y contradictoria que los propios sujetos históricos usaron para alcanzar sus objetivos, dentro de un contexto transnacional.40 Siguiendo este planteamiento, parto de la premisa de que existe un fenómeno fascista plural de carácter transnacional que englobaba a diferentes movimientos y regímenes, empezando por el Fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán. En este sentido, rechazo que el fascismo sea un objeto estático o una categoría abstracta en la que deba identificarse un núcleo esencial, ya que los regímenes y movimientos fascistas nunca estuvieron herméticamente aislados de otras manifestaciones políticas de corte autoritario, parafascista o contrarrevolucionario.41 Tal y como ha planteado Michel Dobry, «la categoría de fascismo es el producto de las acciones, luchas y la autoidentificación de los propios actores políticos».42 Por tanto, la mejor manera de comprender esta ideología es situarla en su contexto histórico y poner de manifiesto su transformación y difusión a lo largo y ancho del continente europeo.43 Aquí observaremos el fascismo en acción, es decir, como un proceso expansivo de rápida evolución que, tras su nacimiento en Italia, se manifestó en el contexto transnacional de la Europa de entreguerras. En definitiva, este libro trata del «fascismo transnacional».
Estudiar una ideología y un movimiento político como el fascismo desde un punto de vista transnacional implica atender a las «transferencias multidireccionales» y a la circulación de «ideas, información y recursos».44 La historia transnacional va «más allá de los límites nacionales y busca explorar las conexiones transfronterizas», «entre individuos, identidades no nacionales y agentes no estatales, […] en términos de objetivos compartidos por actores y comunidades, independientemente de su nacionalidad».45 Así, los trabajos sobre «fascismo transnacional» han revelado interconexiones, contactos y rivalidades existentes entre la Italia Fascista y la Alemania nazi, procesos que condujeron a la coalición entre ambas potencias a finales de los años treinta. Se han evidenciado no solo similitudes y diferencias entre ambos regímenes, sino también su estrecho parentesco, lazos e influencia mutua: los movimientos y regímenes fascistas fueron al mismo tiempo ultranacionalistas y transnacionales.