Editores: Diego G. Tirira ([email protected]).
Santiago F. Burneo ([email protected]).
Diseño de portada: Christian Tufiño.
Artes y diagramación: Editorial Murciélago Blanco.
Elaboración de mapas: Santiago F. Burneo y Diego G. Tirira.
Foto de portada: Lonchophylla handleyi (Chiroptera, Phyllostomidae)/Diego G. Tirira.
Foto de contraportada: Trachops cirrhosus (Chiroptera, Phyllostomidae)/Diego G. Tirira.
El estudio de la diversidad biológica del mundo ha apasionado a muchos seres humanos a lo largo de la historia. El avance de la ciencia depende del espíritu de entrega, entusiasmo y compromiso que los científicos puedan expresar. Plinio el Viejo, hace casi 2 000 años, decía: “La verdadera gloria consiste en hacer lo que merece escribirse y en escribir lo que merece leerse; vivir así hará al mundo más feliz simplemente por vivir en él”. Escribir sobre la vida que habita el planeta es sin duda un placer. Quienes lo hacen son una fracción pequeñísima de los humanos en el mundo; los cuales, sin duda contribuyen a la felicidad del resto de la gente.
El conocimiento científico de los murciélagos no tiene más de 300 años de historia. De hecho, se trata de un grupo de mamíferos que ha registrado un elevado número de especies, pero dadas las dificultades técnicas para estudiarlos, todavía nos falta muchísimo por aprender.
La historia evolutiva de los murciélagos se remonta a más de 50 millones de años; los fósiles de murciélagos más antiguos conocidos hasta hoy, tienen poco más de 52 millones de años, animales que ya son claramente reconocibles como murciélagos. Esto quiere decir que el origen de los únicos mamíferos verdaderamente voladores probablemente se inició hace más de 65 millones de años, posiblemente hacia finales del Cretácico. Gracias a los muy escasos fósiles de murciélagos existentes, hoy sabemos que la capacidad de volar precedió a la capacidad de ecolocalización. Los relojes moleculares calculados hasta hoy indican que las familias conocidas de murciélagos en el mundo tuvieron su origen de 35 a 55 millones de años atrás, mientras que los géneros de ciertos grupos, como los filostominos, tienen un origen que se remonta entre 11 y 15 millones de años.
De las más de 1 300 especies de murciélagos que hoy son conocidas en el mundo, más de 300 habitan en el continente americano. Dentro de esta parte del planeta, se ha demostrado que el pie de monte de Los Andes centrales, en su cara oriental, fue el centro de origen de varios grupos de filostómidos. Los esfuerzos por conocer esta fauna de quirópteros tienen una historia de casi cien años, pero no es sino hasta las últimas tres décadas cuando decididamente se inició un auge en el estudio de los murciélagos de América del Sur.
Específicamente, la fauna que puebla la República del Ecuador había sido estudiada principalmente (y de manera muy preliminar, como nos lo dice el primer capítulo del libro), por científicos extranjeros durante la primera parte del siglo XX; pero no es sino hasta los últimos treinta años cuando los científicos ecuatorianos se integran como una potencia a nivel continental para estudiar a los murciélagos.
Me da mucho gusto poder comentar mis perspectivas sobre este espléndido libro compilado y cuidadosamente editado por dos conocidos autores ecuatorianos, Diego G. Tirira y Santiago F. Burneo. Dieciocho capítulos que nos muestran un panorama rico y diverso de los distintos estudios realizados en el Ecuador, los cuales proporcionarán al lector una extraordinaria introducción al conocimiento y apreciación de este importante grupo de mamíferos. Es de resaltar con gran orgullo que los autores de los capítulos son principalmente ecuatorianos; pero es evidente, en una muestra de verdadera colaboración científica y de gran alcance, hay capítulos que cuentan con la participación de autores de otros países como Bolivia, los Estados Unidos de América y España, por lo menos.
El que Diego Tirira y Santiago Burneo, dos jóvenes ecuatorianos sean los líderes de un esfuerzo como este, es un indicador claro de la madurez científica de ese país que augura un extraordinario futuro, productivo e innovador, para toda la región Andina.
Hoy tenemos ya líderes científicos de escala mundial en varios países de Latinoamérica. También tenemos la Red Latinoamericana para la Conservación de los Murciélagos (RELCOM), fundada en Mérida, Yucatán, México, en 2007, la cual hoy cuenta con socios y aliados en casi todos los países continentales de Latinoamérica y en varios países isleños del Caribe. Con productos como este volumen sobre los murciélagos del Ecuador es evidente que el futuro está a la vista, es brillante y prometedor.
El grupo de autores que han preparado los capítulos de este libro da muestra del gran avance científico y de la diversidad de temas que hoy se abordan en el estudio de los murciélagos del Ecuador. Estos autores, jóvenes en su mayoría, demuestran que el compromiso, la entrega y el entusiasmo son herramientas que derrotan a cualquier contravenencia, cualquier fuerza negativa. Sus conocimientos son sólidos, innovadores y aportan con mucha información nueva sobre los murciélagos; no hay duda que este libro pone al Ecuador en el mapa como una potencia surgente en el plano de la ciencia y la conservación de la biodiversidad.
Ciertamente, Plinio el Viejo estaría muy complacido de ver este esfuerzo, al comprobar, fuera de toda duda, que en el Ecuador hay científicos que hacen lo que debe escribirse y que escriben lo que debe leerse, lo que hace del Ecuador y de todo el continente americano, una región más feliz.
Rodrigo A. Medellín
Instituto de Ecología
Universidad Nacional Autónoma de México
México, DF
Septiembre, 2012
Como ha pasado con todos quienes fuimos estudiantes y luego profesionales de la mastozoología en el Ecuador, los obstáculos para la investigación han sido una constante a superar desde un inicio. Salidas de campo, búsqueda de bibliografía, levantamiento de fondos y otras actividades similares iniciaron con poca experiencia previa y se completaban con mucha entrega y sacrificio. Pero, para repetir la frase de Albert Einstein: “La experiencia es la única fuente de conocimiento”, experiencia que la hemos obtenido de todas aquellas complicaciones que debimos enfrentar, mientras adquiríamos diversos conocimientos, han permitido lograr el resultado que ahora tienen en sus manos.
La presente obra nace de iniciativas e ideas de un grupo de jóvenes investigadores ecuatorianos con una especial afición por los quirópteros, las cuales se concretaron hace pocos años en un primer gran evento, el Primer Simposio Ecuatoriano sobre Investigación y Conservación de Murciélagos, que se llevó a cabo en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. La organización de este primer simposio no solamente resultó en un número mayor de participantes y trabajos de investigación del que se habían anticipado, sino que logró una gran aceptación entre los participantes por la alta calidad de los trabajos presentados y el apoyo generoso de especialistas de renombre internacional como Jesús Molinari (Venezuela), Luis F. Aguirre (Bolivia), Sergio Solari (Perú) y Bernal Rodríguez-H. (Costa Rica).
Este evento, junto con la participación de científicos ecuatorianos en otros foros internacionales, abrió el camino para la formación de la Asociación Ecuatoriana de Mastozoología (AEM), organización sin fines de lucro cuyos objetivos están dirigidos precisamente a la investigación y conservación de mamíferos. Una de las primeras acciones de la AEM fue la organización del Primer Congreso Ecuatoriano de Mastozoología, que incluyó el Segundo Simposio sobre Investigación y Conservación de Murciélagos. Una vez más estos eventos tuvieron una gran acogida por parte de estudiantes y profesionales de la zoología gracias a la calidad de las presentaciones y al apoyo de importantes mastozoólogos, como Robert J. Baker (Texas, EE.UU.), Bruce D. Patterson (Illinois, EE.UU.) y Hugo Mantilla-Meluk (Colombia).
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