FOTOGRAFÍA FUERA DEL TEXTO
La célebre fotografía, obra de Paolo Pedrizzetti, del terrorista comunista Giuseppe Memeo con una pistola durante el tiroteo del 14 de mayo de 1977 de via De Amicis en Milán. Este había sido inicialmente un militante de Autonomía Obrera, que luego entró en los Proletarios Armados por el Comunismo y se convirtió en uno de sus principales miembros. Arrestado y condenado a 30 años de prisión por doble homicidio y siete robos, empezó a alejarse y luego rechazó los principios de la lucha armada. Al cumplir su condena, se dedicó a la actividad social pacífica. Fuente de la imagen, de dominio público: https://it.wikipedia.org/w/index.php?curid=798951
La noche de la inauguración del nuevo Teatro Regio, contrariamente a los temores, se desarrolló de forma tranquila y festiva. Al acabar, después de la despedida de todas las autoridades con sus escoltas armados, Ada y yo nos fuimos de piazza Castello para regresar rápidamente al periódico, informar oralmente al director que no había pasado nada e irnos rápidamente a la cama a casa de ella.
Nos montamos en su auto con el cartel PRENSA-PRESS, un FIAT 500 especial azul modelo Scioneri, con volante, salpicadero y palanca de cambios de madera y asientos envolventes especialmente cómodos,8 que al llegar ella había estacionado en via Po, no muy lejos de la piazza Castello, en dirección al río.
Dimos toda la vuelta y, unos cien metros después, giramos a la derecha, llegando de nuevo delante del Regio con la intención de realizar inmediatamente medio giro a la izquierda alrededor del castello Casaforte degli Acaja que estaba en el centro y el posterior Palazzo Madama y entrar así por la derecha a la via Garibaldi. Esta, aunque pronto se convertiría en peatonal, en 1973 todavía podía recorrerse en automóvil en ambos sentidos, aunque no había mucho espacio al tener que conducir sobre las dobles vías del tranvía que casi tocaban las estrechas aceras. Por la via Garibaldi llegaríamos, andando recto, al cruce con las posteriores calles Palestro-Valdocco y de aquí, girando a la derecha en la segunda, tras unas pocas decenas de metros, a la entrada de la Gazzetta .
Se dice normalmente que cuando un perro muerde a un hombre no es noticia, mientras que sería publicable, aunque solo como un pequeño artículo gracioso, el caso de un hombre que mordiera a un perro.9 Pues bien, como veremos enseguida, puede haber excepciones: también un perro que muerde a un hombre puede ser una noticia importante, incluso muy importante. Acabábamos de empezar a girar en torno al complejo arquitectónico de castello Casaforte degli Acaja-palazzo Madama cuando, a nuestra izquierda, inmóvil como las imponentes estatuas bélicas de la plaza, advertimos un llamativo perro parado delante del monumento Manuel Filiberto, duque de Aosta, que está delante del Regio. Parecía un temible mastín de combate de color negro, tal vez un Bandog:10 a estos enormes perros se debían ataques brutales a personas en muchos países del mundo, no en Italia, donde estaban ya prohibidos su posesión y entrenamiento. El animal debía tener al menos 70 centímetros de alto hasta la cruz y su peso no parecía inferior a 50 kilos. Estaba sentado solo pacíficamente, pero la expresión del hocico era muy atenta, casi como a la espera de una orden de un amo invisible.
Pensé: « ¿Un perro perdido? Pero hace muy poco, está muy bien cuidado » .
Ambos sentimos curiosidad y Ada frenó para observar mejor al animal y entonces bastó un solo momento para que la bestia se levantara, empezara a correr, atravesara velozmente la calle a la altura de los pórticos y, siguiendo adelante, atacara a un hombre delgado de media altura de unos cincuenta años, que caminaba a pie en nuestra misma dirección hacia via Garibaldi, tal vez dirigiéndose a su propio auto. A unos cinco o seis metros a sus espaldas caminaba sola una mujer, aproximadamente de la misma edad o un poco más joven y todavía más atrás por unos metros andaba un grupo de seis personas, probablemente todos saliendo del teatro y dirigiéndose a sus automóviles o a la parada de taxis más cercana. También el hombre atacado por el perro debía haber estado presente en la inauguración del teatro, pues vestía esmoquin bajo un ligero abrigo negro que llevaba abierto. En un instante, el perrazo le mordió mortalmente el cuello. Tras hacer esto, la bestia se fue hacia via Garibaldi babeando sangre.
Advertí que su collar estaba cubierto de protuberancias posiblemente metálicas, que reflejaban las luces de las farolas de la plaza y me vino a la cabeza la idea de que alguien, como en ciertas películas policíacas con algunas trazas de ciencia ficción de moda en aquellos años, le había enviado una orden por radio, dirigiéndola a ese collar rugoso y brillante.
Las personas que caminaban detrás del hombre y otras más lejanas se acercaron al cadáver desplomado en la acera, dándole la vuelta y cerrándole los ojos.
Ada me dijo: