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Capítulo Ocho
Pocos minutos después se sentaron delante del viejo Marina de Croad, con vasos de café sobre sus regazos. Croad sacó una hoja de papel y se la pasó a Slim, que la dejó sobre sus rodillas mientras leía.
—La primera —dijo Croad.
—Querido Oliver —leyó Slim—. Iré directamente al grano, puede que te sorprenda oír de mí, pero no estoy muerto como esperabas. Pido perdón por eso. De hecho, la tragedia que crees que me ocurrió nunca pasó. Estoy muy vivo. Estoy vivo, pero muy frustrado. Y ahí entras tú. Verás, sé lo que hiciste y creo que ya es hora de que lo pagues. También sé todo lo demás. Acudiré a la policía si no haces exactamente lo que te digo. Tuyo, Dennis.
La nota acababa con una solicitud de medio millón de libras en efectivo que había que dejar en una bolsa en un paso elevado de la cercana autovía A30. Día y hora: 6 de septiembre a las siete y cuarto de la tarde.
Slim se burló mientras la devolvía.
—La tarifa habitual del chantajista —dijo—. Ningún detalle concreto. Supongo que la ignoraron.
—Por supuesto, dijo Croad—. Mr. Ozgood es un hombre de negocios. Recibe cartas como esta todos los días. Esta no pasó de su secretaria. Así que el chantajista pasó a ser un poco más específico.
—Muéstremela.
—Esta es la primera que llegó hasta Ozgood.
Slim tomó la hoja y empezó a leer, esta vez en silencio.
Querido Oliver,
He advertido que no te presentaste el 6 de septiembre.
No sueles faltar a una cita importante, ¿verdad?
Creo que no te das cuenta de que hablo en serio.
Sé lo que hiciste. ¿Crees que tu
dinero te sacará de esta? Sí, bien que lo hizo.
Esa suerte que tienes. No la tenemos los menos privilegiados.
El precio ahora es de un millón.
Eso podría reparar parte del daño que causaste.
Dile a Ellie cuando la veas,
que nunca olvidaré su sonrisa
cuando me dijo que me quería.
Y pregúntale acerca de ese arañazo en su espalda.
La zarza… No sabía que estaba allí.
Seré tu sombra hasta ver tu dinero,
a las seis en punto del 2 de otubre
en el mismo lugar que antes.
Dennis
Slim miró al frente.
—Supongo que Ozgood se tomó esta algo más en serio.
—No se equivoca —gruñó Croad—. Durante la supuesta violación, Ellie Ozgood recibió un arañazo en su espalda, tal y como dice la carta de Den. Había una espina en su piel y los forenses en la investigación inicial la vincularon con una planta concreta del jardín de Den —señaló Croad—. Esa misma, aunque ha crecido un poco desde entonces. Habría bastado para condenarlo si Ellie no hubiera retirado la denuncia.
—¿Que ella qué? Ozgood me dijo que el caso fue sobreseído.
—Sí, eso fue algo delicado. Elli retiró la denuncia. Dijo que era de mutuo acuerdo. La chica había cumplido dieciséis un mes antes, poniendo a Den a salvo. Él tenía treinta y ocho. A Mr. Ozgood no le gustaba, no creía a Den ni a ella. No podía haber sido que su pequeña estuviera liada con el jardinero, ¿entiende? Así que se ocupó personalmente del asunto.
—Eso entendí.
Croad sonrió, pero por primera vez lo hizo de una manera siniestra. En la penumbra que atravesaba los árboles, la cara del viejo parecía un esqueleto amenazador.
—Los tres mosqueteros —dijo.
—¿Qué?
—Solo nosotros tres sabemos lo que hizo Ozgood esa noche. Él, por supuesto, yo y ahora usted. Le debo una vida y ahora usted también. No se debe saber, ¿queda claro?
Slim decidió no mencionar que parecía que el propio Ozgood había roto su vínculo sagrado alardeando de lo que había hecho ante Kay Skelton. Por el contrario, dijo:
—¿Me está amenazando?
—Solo dejando las cosas claras. Llevo mucho tiempo a su servicio y me he ganado su confianza. Usted no. No considero que me deba nada, así que le dejo claro con quién está trabajando.
Slim suspiró. La tentación de largarse era fuerte, pero también la atracción por el pub más cercano y tal vez eso fuera más probable que lo matara.
—Entiendo —dijo.
—Bien. Pues hay más. Siempre hay más, ¿verdad?
Slim frunció el ceño, sin estar seguro de qué quería decir Croad, pero el viejo le pasó otra hoja de papel.
—Tercera y última —dijo.
Querido Oliver,
Esta es realmente tu última oportunidad de pagar. No
olvides lo que hiciste a Scuttleworth, o
cuánto destruiste.
Ahora por todo el daño
que me hiciste debes pagarlo. Tienes la oportunidad
de reparar lo que causaste.
9 de noviembre, a las 5:25 de la tarde.
Un maletín de cuero atado al noveno poste.
Nos vemos,
Dennis
Slim le devolvió la carta.
—Sabe lo que le voy a preguntar, ¿no?
Croad sonrió.
—Soy muy agudo. Llegó hace ocho días. Tenemos poco más de dos semanas hasta el día del pago. No sabemos a qué se refiere con todo eso de reparar las cosas. No son más que amenazas y mentiras. Pero el problema es la niña.
—¿Ellie? ¿Por qué?
— Mr. Ozgood quiere dejarla fuera, que nada la perjudique.
—¿Pero…?
—Es terca como una mula y no quiere irse. Dice que no le preocupa ninguna amenaza de nadie. Eso da que pensar, ¿no?
—¿Ozgood planea entregar el dinero?
—No, si puede evitarlo. Por eso está usted aquí.
—No soy especialmente rápido en mi trabajo —dijo Slim—. No estoy seguro de poder ahorrarle dinero.
Croad rio.
—¿Cree que a Mr. Ozgood le preocupan un par de millones? Todavía no lo entiende, ¿verdad? Nadie se enfrenta a Mr. Ozgood. Dennis Sharp lo hizo una vez y murió. A quienquiera que esté enviando estas cartas le pasará lo mismo. Está aquí para