48 La Protesta, 4 de abril de 1931.
49 Hoja Oficial del Lunes, 6 de abril de 1931; La Razón, 7 de abril de 1931, y La Rambla de Catalunya, 6 de abril de 1931.
50 La Vanguardia, 22 de febrero de 1931 y 14 de marzo de 1931.
51 El Liberal, El Socialista y La Voz, 8 de abril de 1931; La Veu de Catalunya, 9 de abril de 1931; La Publicitat, 10 de abril de 1931; La Razón y El Pueblo, 11 de abril de 1931, y Winston (1989: 270-271).
52 La Vanguardia, 29 de marzo de 1931, 5 y 11 de abril de 1931; Expedientes de Francisco de P. Holgado Galofré, Eduardo Stern Castells y Manuel Casals Torres, Fons Col·legi d’Advocats de Barcelona, ANC, y Fulls volander, Álbum 25, «Electores», 1 de abril de 1931, Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona (AHCB).
II. RECONSTRUCCIÓN
LA HIBERNACIÓN DE LA EXTREMA DERECHA1
La proclamación de la República dejó en estado de shock a la extrema derecha españolista. Los partidos españolistas reaccionarios quedaron descolocados. La proclama de Francesc Macià de «la República Catalana com Estat integrant de la Federació ibèrica» acababa de un plumazo con tres de los pilares principales de estos grupos. Suprime la monarquía, inicia un proceso de autonomía que acaba con la España unitaria y se apunta una política de laicización que ataca los privilegios de la Iglesia católica.
Algunos ultras trataron de reaccionar. Parece que el día 14 se concentraron en la sede de los Sindicatos Libres algunos dirigentes y militantes que, al enterarse de la proclamación de la República, se ofrecieron al gobernador civil para actuar. El rápido desmoronamiento del aparato monárquico los dejó sin referentes.
Los de la Peña Ibérica, en esos primeros días de República, se pusieron en contacto con los radicales. Domingo Batet se entrevistó con Jerónimo Pascual Martínez, un ibérico que había sido secretario político del exalcalde radical Manuel Morales Pareja, aunque luego se había pasado a la Unión Patriótica. Se ofrecieron para asaltar la Generalitat si les acompañaban una cincuentena de radicales. El complot no fraguó.
Fueron los últimos coletazos. Los grupos ultras españolistas se invisibilizaron. Desaparecieron de la calle. Dejaron de convocar actos. Muchos de sus centros fueron clausurados por las nuevas autoridades, otros desaparecieron por decisión propia.
El día 15, tras el hallazgo de armas en su local, se clausura la sede de la Confederación Nacional de Sindicatos Libres y es disuelta la organización. En los días siguientes los sindicatos adheridos al Libre irían anunciando su desvinculación de dicha Confederación. Las nuevas autoridades republicanas los consideran una entidad subversiva. Algunos de sus dirigentes, como Ramon Sales, huyen al extranjero, otros son detenidos, algunos asesinados.
El día 17 fueron clausurados los locales del Grupo Alfonso en la calle Aldana y San Andrés. Los inmuebles fueron ocupados por centros republicanos. El mismo día los centros monárquicos alfonsinos contactaron con el gobernador civil para anunciar su disolución. En cambio, la Junta Regional Tradicionalista de Cataluña hizo público un comunicado el 16 de abril llamando a «una actitud expectante y desapasionada, rehusando la participación en cualquier movimiento que se apartara de aquella norma única» y recordando que «hoy por hoy, el supremo interés patriótico exige un respeto a la decisión del pueblo y una perfecta atención al desarrollo de los hechos que señalan una nueva etapa en la historia del país».
Para cuando a finales de mes el Gobierno Civil levantó la clausura a las sedes monárquicas, las que se reunieron, lo hicieron para confirmar su disolución. Así lo hizo, por ejemplo, la UMN de Gracia o el Círculo Católico Tradicionalista de la calle Boria.
El Comité de Acción Española desapareció, los grupúsculos que habían nacido de la eclosión de la Unión Patriótica lo mismo, la UMN, el Grupo Alfonso, la Juventud Monárquica, Acción Nacional, el PNE y el Centro Maurista se disolvieron, al igual que los mellistas. Los carlistas se replegaron a sus casales. La Peña Ibérica pasó a la clandestinidad y aconsejó a los suyos hacerse «socios de alguna entidad, ya sea política, cultural o de recreo, al objeto de extender nuestro radio de acción». Así lo hicieron, encontraremos ibéricos en casi todos los grupos ultras que se creen.
La extrema derecha está en una situación tal de debilidad que no es capaz ni de instrumentalizar la campaña que se había iniciado en defensa del castellano en la escuela, un tema en principio propicio para hacer proselitismo desde el españolismo ultra. Fue la Juventud Socialista de Barcelona la que impulsó la Comisión Escolar Pro Enseñanza en Castellano, que realizó una activa campaña entre octubre de 1931 y febrero de 1932, con actos públicos ruidosos donde eran frecuentes los incidentes con grupos catalanistas.
También fueron los socialistas los que impulsaron la Casa de España en octubre de 1931, para «estrechar vínculos que unan a todas las regiones españolas, en el mutuo apoyo, conocimiento y estimación». Se trataba de una plataforma contra la autonomía catalana que trataba de movilizar a los barceloneses nacidos fuera de Cataluña. Además de socialistas, había radicales y algún ultra. Dieron apoyo a la campaña pro enseñanza en castellano y llegaron a crear una Agrupación Escolar y una Sección Femenina. En enero de 1932 eran cuatrocientos socios. Pronto decayó. Un informe policial de octubre de 1932 afirma que «principalmente se dedicaron a desarrollar una activa campaña contra el Estatuto; una vez aprobado éste, la Casa de España entró en período de descomposición, desapareciendo de sus cargos los dirigentes primitivos». La entidad quedó en manos de españolistas de derechas, pero duró poco, ya que en diciembre de 1932 desapareció.
El último presidente de la Casa de España fue José Osés Larumbe, un maestro nacional destinado en Barcelona desde 1901. José Osés, aragonés de nacimiento, pero criado en el País Vasco, siempre había destacado por su oposición al bilingüismo en la enseñanza, como él escribía, contra la absurda «convivencia del idioma español en las escuelas con los idiomas y dialectos regionales». En los años veinte fue conferenciante habitual en centros republicanos y socialistas y era un laicista militante. Fue representante de los maestros en la Comisión Escolar Pro Enseñanza en Castellano y activo publicista de sus fines. Conoceremos más cosas de él y de su hijo. Al secretario de la última junta, Vicente Sainz-Calderón Arizmendi, lo reencontraremos como jonsista.
Solo alguna protesta aislada demostró que el españolismo ultra seguía existiendo. El primero de octubre un grupo de estudiantes dio gritos a favor de una Cataluña española cuando Macià salía de la Universidad tras inaugurar el curso académico. El grupo acabó siendo perseguido por otros estudiantes y se vieron obligados a refugiarse en dependencias policiales. También hubo manifestaciones estudiantiles a raíz de la ley de órdenes religiosas, convocadas por Federación Catalana de Estudiantes Católicos, que organizaron en noviembre un mitin con José María Gil Robles y José Antonio Aguirre como estrellas invitadas. Poco más se dejaron ver en 1931. Fueron los carlistas los que pronto reaparecerían con su habitual perfil bronco.
El 16 de octubre se celebra en la Catedral de Barcelona, organizado por la Junta Regional Tradicionalista, el funeral en recuerdo del recientemente fallecido Jaime de Borbón, el pretendiente carlista. Hay rumores de que grupos contrarios pretenden perturbar el acto. La jefatura tradicionalista organiza un servicio de orden. Grupos de requetés, distinguidos con boinas azules, se distribuyen por dentro y fuera del templo. Andan muy excitados ante una posible agresión.
Ya durante el acto, los requetés habían obligado a