Chile - Suecia 200 años de amistad. Varios autores. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789569454028
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hombres se quedan espiando a los que vienen llegando, y si los reconocen como personas de confianza, se comunican con ellos”.

      La expedición sueca que sale en 1901 de Gotemburgo, rumbo a la Antártica

      La descripción de los Onas de Otto (Él está muy fascinado por su habilidades, inteligencia y estatura física):

      “No queda duda, que se puede viajar por toda la faz de la tierra, de polo a polo y de un continente a otro, sin encontrar a una tribu con una vida tan dura y tan carente de todos los placeres y comodidades, como los Onas de la Tierra del Fuego. La descripción de sus condiciones de vida así lo confirman. Obligados siempre a trasladarse de un lugar a otro de manera nómade, cargando sus propios utensilios de subsistencia, debieron abstenerse de la idea de tener más de lo necesario. Y ya que no existe ningún material de construcción en la estepa, sus hogares deben ser de lo más simples. Varias veces he visto campamentos indios abandonados, algunos desocupados tan rápidamente que han dejado atrás incluso los artículos del hogar más importantes. Seis a ocho ramas delgadas de dos metros de largo, enterradas como estacas en el suelo, inclinadas ligeramente hacia el interior, y en caso de ser posible, ubicadas cerca de un par de arbustos que ofrecen un poco de protección del viento a quien se acuesta. Sobre estas, otros ramajes y palos, y según la disponibilidad, unas tres a cuatro pieles de guanaco a barlovento, y eso es todo lo que tienen para protegerse en un clima que a menudo presenta frío, incluso en el verano, y donde las temperaturas en el invierno se mantienen durante semanas bajo cero, llegando incluso a -15° C. En este sentido están mejor los indios de los canales, que tienen unas chozas armadas, relativamente fijas, en sus paraderos preferidos, y además pueden transportar más elementos en sus canoas, algo que también hacen los patagones con sus caballos.

      Sin embargo, resulta aún más complicado explicar lo deficiente de su vestimenta. En este aspecto, los Onas se parecen a las tribus vecinas, pero hay que tomar en cuenta que su territorio es el más frío de todos. Las únicas prendas confeccionadas son una especie de zapatos bajos, de piel de guanaco con el pelo hacia adentro, que además son usados sólo ocasionalmente en el invierno entre las ancianas de las tribus que viven en la zona de bosques.

      Campamento Selknam. Foto de Otto Nordenskjöld de la colección del Museo Universal de Gotemburgo

      De lo contrario, toda la protección consiste en una manta, grande o chica, dependiendo de los recursos y las oportunidades, normalmente hecha de piel de guanaco, pero también, de vez en cuando, de piel de zorro. Las piernas siempre están desnudas. Cuando caminan, se abrigan con esta capa, que queda sujetada por una cuerda o por un brazo doblado sobre el pecho, y cuando se sientan junto al fuego, suelen dejarla caer a la cadera. Los niños, al menos los chicos, suelen estar completamente desnudos, incluso cuando la nieve se acumula alrededor. No usan sombrero, pero el cabello grueso que les cae en mechones largos, se mantiene ordenado con una cuerda atada alrededor de la cabeza. Solamente durante sus peleas, y posiblemente en otras ocasiones solemnes, llevan un parche triangular alrededor de la frente, hecho de la suave piel de la cabeza del guanaco juvenil.

      Los adornos que llevan son ligeramente más variados, aunque de lo más primitivos. Al menos las mujeres, llevan siempre collares y pulseras hechos con huesos finos de aves, enhebrados con tendones de guanaco. De vez en cuanto se ven una especie de semillas negras en vez de huesos y a veces usan plumas y conchas. Apenas existe una variedad de colores, no obstante, si pudiesen encontrar algunos adornos más civilizados, como perlas de vidrio, tela multicolor o algo similar, estarían contentas, y por esas cosas se podría intercambiar lo que sea con ellas. Una costumbre peculiar que puede considerarse como un ornamento en las mujeres, es el uso de hilo de tendones ajustados alrededor del tobillo; esta es una regla invariable que deja distinguir las mujeres de los hombres.

      Sus utensilios domésticos también son del tipo muy simple. No poseen recipientes de greda, pero sí ocupan canastos que confeccionan trenzando pasto, y para los líquidos usan bolsas de cuero. Al igual que las tribus de alrededor, para hacer fuego manejan un método ingenioso en el que utilizan pedernal, yesca y un trozo de azufre, siendo esto último su pertenencia más valorada, la que aprenden a obtener de los ríos que bajan de las montañas. Por lo demás, casi no poseen efectos personales aparte de sus armas. Estas se componen de arco y flecha de un tipo bastante primitivo, ya que la naturaleza pobre tal vez no les permite tener de mejor calidad. Las flechas tienen unos dos pies de largo, las que tenían antes siempre puntas de piedra, pero hoy en día como el vidrio de los barcos de paso y de los colonos se ha vuelto común, generalmente han sido reemplazadas por puntas de vidrio. Los Onas saben manipular de una manera extremadamente hábil un palo o una astilla puntiaguda de hueso de guanaco, para darle a un pedazo de vidrio amorfo la forma más delicadamente elegante. Para pescar hacen redes con tendones de guanaco y para cazar aves fabrican una especie de trampa con huesos de ballena”.

      Foto del libro “Från Eldslandet” de Otto Nordenskjöld del Museo de Cultura Universal de Gotemburgo.

      Terminando el capítulo 6, Otto resume:

      “Así es este pueblo: de cuerpo sano, una raza rebosante de salud, un pueblo acostumbrado a los mayores obstáculos, esfuerzos, peligros y dificultades, pero que, en contacto directo con los hombres de cultura, no pueden resistir la lucha por subsistir, ni siquiera por una sola generación. Aman a su familia y a su tierra natal; son valientes y sacrificados, pero también son crueles y vengativos; aún en el peor momento de angustia, mantienen su alegría y su buen humor. Nadie les puede culpar de que odien a los hombres blancos, ya que ellos los han privado de sus tierras, los han asesinado a tiros - muchas veces a pesar de acercarse sin las más mínimas malas intenciones -, los han explotado como esclavos, los hacen trabajar sin paga y sin esperanzas de obtener su libertad, y más encima, sometidos a todo tipo de tratos duros.

      Sin lugar a duda hay muchas personas a los que les importan los indios. A muchos de los niños indígenas, por ejemplo, los cuidan bastante bien y podrían convertirse en buenos ciudadanos. Pero la mayoría de los que tienen compasión por los Onas se encuentran en el centro de la disputa y no pueden, no se atreven, a mostrar sus sentimientos en estos tiempos turbulentos. Por mi parte, creo que lo mejor sería que los misioneros los ampararan en la medida de lo posible. Pese a todas las fallas en su sistema de educación, ellos son, en las condiciones actuales, los únicos amigos y protectores de los indios, pues ya no se puede pensar en obtener una porción de tierra a su nombre en la que puedan vivir libremente. He considerado mi deber, mientras estuve en América del Sur, enfatizar la conveniencia en discursos y por escrito, al presidente y el gobierno de la República; a los misioneros, estancieros y gobernadores; a los periódicos y revistas, que los misioneros tengan la mayor libertad en su trabajo, y al mismo tiempo también la ayuda del estado y su control. Entre todas las propuestas viables que han sido expuestas para la solución del asunto indígena, esta es probablemente la mejor, y sólo puedo esperar que el nuevo gobierno de Chile continúe por tal camino”.

      A la Isla Juan Fernández

      y el fin del mundo

      Por Carl Johan Skottsberg

      Botánico, artista y explorador sueco (1880-1963) con varias expediciones de investigación, entre otras a Tierra del Fuego y a la Isla Juan Fernández (1907-1909) y a Juan Fernández y Rapa Nui en 1916. Miembro de la Academia Real Sueca de Ciencias. Se cree que fue el último en ver el árbol Santalum Fernandezianum vivo cuando visitó las Islas Juan Fernández en 1908.

      Extractos del libro

      “Las Islas de Juan Fernández se encuentran al Este y algo al Sur de Valparaíso. Lo más cercano, y que se corresponde con su nombre, son las islas Más a Tierra y que normalmente no se las