Los incapaces
X. EL MARCO POLÍTICO-TERRITORIAL AMERICANO: ENTRE LOS CONFLICTOS LIMÍTROFES Y EL PANAMERICANISMO
Definición de fronteras y conflictos limítrofes entre Perú y Ecuador
La amenaza española como fomento del panamericanismo: relaciones latinoamericanas con el «viejo imperio»
Relaciones panamericanas: América Latina frente al «nuevo imperio»
XI. TRANSFERENCIAS CULTURALES E INFLUENCIAS IDEOLÓGICAS ENTRE EUROPA Y AMÉRICA: EL ESPACIO ATLÁNTICO
La búsqueda de modelos internacionales de representación política
La tradición gaditana y el modelo español
Una mirada al norte del continente: Estados Unidos, entre la libertad y la esclavitud
La evolución de la influencia francesa: de la Revolución francesa al Segundo Imperio
La defensa de lo propio: el liberalismo iberoamericano
A) Fuentes
B) Bibliografía
INTRODUCCIÓN
La irrupción del liberalismo en el mundo europeo y americano desde los últimos años del siglo XVIII y, fundamentalmente, los primeros del XIX trajo consigo transformaciones en todos los niveles de la vida social. Las ideas de libertad, igualdad y propiedad comenzaron a inundar los discursos políticos y tomaron la forma de nuevas encarnaciones institucionales. La elaboración de constituciones, la separación de poderes, la configuración de cámaras parlamentarias o la celebración de elecciones fueron entonces elementos que empezaron a ocupar el quehacer de las élites políticas liberales, como parte consustancial de una imagen ideal de la modernidad política. En este desarrollo, la definición de la ciudadanía y del electorado ocupó un lugar relevante, así como la conexión de estas categorías con la representación política como práctica y como discurso. América Latina no fue ajena a este proceso. Desde que las nuevas repúblicas latinoamericanas obtuvieron la independencia, la vida política se inscribió en este marco liberal y comenzó el diseño de sus sistemas parlamentarios.
Este libro examina cómo se construyeron los conceptos de «ciudadanía» y de «representación» en relación con diferentes criterios de inclusión y de exclusión. Evidentemente, también se presta atención al elemento mediante el que se producía la conexión entre ambas categorías y, por tanto, a través del cual se otorgaba legitimidad al nuevo sistema político: la elección. En definitiva, trato de acercarme a los diferentes actores históricos que intervinieron en el juego político del momento –electores y elegibles–, pero también reflexiono acerca de la marginación –o al menos, limitación– política de amplios grupos de población.
Este texto procede de una investigación –mi tesis doctoral– en la que se ha analizado la construcción de los modelos de representación parlamentaria que se implantaron en Perú y en Ecuador a partir de la década de 1860, dentro del contexto de los regímenes liberales del siglo XIX y desde una perspectiva comparada y transnacional. El vacío historiográfico en torno al análisis de la representación política durante la segunda mitad del siglo XIX en ambos países, desde la perspectiva metodológica de la historia cultural de la política y de la historia transnacional, fue una de las razones que me impulsó a iniciar esta investigación. Ciertamente, otros estudios se han aproximado, desde diferentes enfoques, al gobierno parlamentario y a la legislación electoral decimonónica en Perú. Sin embargo, la historiografía que ha estudiado este periodo se ha centrado sobre todo en el análisis de los procesos electorales, prestando menos atención a los discursos y al efecto de la cultura política en la construcción de los modelos de representación. Para el caso de Ecuador, el vacío historiográfico en este sentido es aún más significativo. La historiografía ecuatoriana, más preocupada por el proceso de creación del Estado nación y el nacionalismo ecuatoriano, así como por la personalidad de Gabriel García Moreno, prácticamente ha relegado a un segundo plano el análisis sobre la construcción de la representación parlamentaria y la definición de la ciudadanía. En ambos casos, solo algunos pocos historiadores marcan algunas excepciones en este sentido, siendo precisamente de este bagaje historiográfico del que he partido en mi trabajo. Para Perú, me refiero a las investigaciones de Gabriella Chiaramonti, Natalia Sobrevilla, Cristóbal Aljovín, Ulrich Mücke, Alicia del Águila o Marta Irurozqui, entre otros. Para el caso ecuatoriano, hay que mencionar especialmente a Ana Buriano, Juan Maiguashca o Federica Morelli. Por tanto, la decisión de centrar la investigación en los casos de Perú y Ecuador vino avalada, en primer lugar, por motivos historiográficos, debido a la escasez de estudios al respecto que existían para ambos países. A ello se unía otro motivo: el hecho de que ambos países sean fronterizos y compartan un mismo escenario geográfico, con valores culturales y costumbres sociales compartidas, ya que me parecía muy provechoso analizar dos casos nacionales desde una perspectiva comparada y transnacional, deteniéndome en los elementos comunes y en las diferencias que presentaron a la hora de consolidar su sistema de representación parlamentaria.
No obstante, a pesar de que la investigación se centra en Perú y Ecuador, uno de sus objetivos fundamentales ha sido poner estos casos concretos en relación con otras realidades americanas y europeas, interesándome por los procesos de transferencias culturales, aunque sin perder de vista la especificidad de cada comunidad. Por ello, quiero subrayar la importancia del abordaje comparativo que tiene este trabajo, que no se centra en el análisis de las culturas políticas liberales en un solo país –o dos–, sino que los incluye en la órbita de las continuas transferencias culturales e ideológicas que tuvieron lugar entre Europa y América, en un ejercicio de retroalimentación abierto y múltiple. En este sentido, me interesa observar las aportaciones peruanas y ecuatorianas –y de forma más genérica, latinoamericanas– al fenómeno de la construcción y consolidación de los sistemas políticos liberales representativos durante el siglo XIX.
De este modo, se atiende a los procesos de transferencia y circulación política, ideológica y cultural que tuvieron lugar entre Europa y América a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, en una etapa en la que se habían desvanecido los antiguos lazos entre ambos continentes en condiciones de colonialismo, pero en un momento en el que las relaciones entre los territorios que tenían como punto intermedio el océano Atlántico continuaban, incluso revitalizadas.
En concreto, esta obra se centra de forma específica en la década de 1860, fecha en la que tanto en Perú como en Ecuador se advierten transformaciones fundamentales en los ámbitos político, social y económico. Así, son características principales de este periodo la mayor estabilidad política, un liberalismo que se iba moderando con respecto a etapas anteriores más radicales –hasta hacerse en algunos casos incluso notoriamente conservador, como en la etapa del garcianismo ecuatoriano–, el desarrollo económico –y acelerado– sobre la base de la explotación de determinados productos como el guano o el cacao, y el crecimiento de una élite socioeconómica burguesa que trazó los cánones culturales en los que se basó la definición de la identidad nacional. Especialmente relevantes resultaban las propuestas legislativas del momento, sobre todo la promulgación de nuevos textos constitucionales a lo largo de la década señalada: la Constitución de 1860 en Perú –la más longeva de la centuria– y las constituciones de 1861 y de 1869 en Ecuador –que plantearon