La eficacia del cine mexicano. Jorge Ayala Blanco. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jorge Ayala Blanco
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786073035453
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      A Vicki y a Ximena

      mis nenas del amor.

      Nos llamamos a nosotros mismos los locos del cine, para

      diferenciarnos de los cineastas, rebaño de chismosos que

      hurgan en las antiguallas con cierta eficacia.

      Dziga Vertov, manifiesto Nosotros

      El fin supremo siempre es la eficacia.

      Vsevolod Pudovkin, Sobre la técnica del film

      Prólogo

      Estudio minucioso sobre la temática y el alcance cultural del cine mexicano a principios de los años noventa, este conjunto de análisis fílmico-literario puede frecuentarse de manera independiente o en el interior del contexto particular que le es exclusivo y lo desborda. Es el quinto volumen de una obra que, por su propia dinámica, se convirtió en una historia viva del cine mexicano durante la segunda mitad del siglo XX. Es el quinto tomo de la única historia viva sobre alguna de las artes que se producen en México; es el quinto ensayo histórico sobre el mismo tema que acomete su autor; es la quinta entrega festiva de una serie de libros autónomos sobre el cine nacional.

      Es la continuación, puesta al día, rebajamiento conceptual, y a veces hasta la deliberada revisión, de La A, B, C, D, E... del cine mexicano, que incluye La aventura, La búsqueda, La condición y La disolvencia del cine mexicano, volúmenes referidos a otros periodos del desenvolvimiento del cine sonoro nacional, a partir de 1931 hasta la fecha, ahora reeditados unos y editados otros por primera vez, alternadamente, por Editorial Grijalbo en formato mayor, apto para lectores fetichistas (pero ¿qué amante del cine no es algo fetichista?).

      Integran este volumen poco más de sesenta capítulos, con análisis in extenso de otras tantas películas, representativas de todas las tendencias del actual cine mexicano, tanto del popular como del que propone búsquedas creadoras más sofisticadas, tanto del cine-entertainment (que es una prolongación del monopolio Televisa) como del cine económicamente más modesto. En todos los casos, el hilo conductor es la idea de la Eficacia, la consecución de una eficacia en cualquiera de sus órdenes.

      Eficacia expresiva, en virtud de las combinatorias probadas o novedosas que pone en juego, en virtud de la propuesta creativa a que responde, en virtud del cálculo artístico o de la irresponsabilidad más abrupta.

      Eficacia de respuesta, gracias a los fantasmas sociales e ideológicos que alimentan / retroalimentan / refuerzan / diversifican, gracias a cierto tino, las políticas burocrático-gubernamentales de renovación del producto, gracias a la reconquista de un público de clase media, gracias a la tenaz supervivencia de un arraigo masivo cada vez más difícil de sostener. El cine echeverrista se hizo de espaldas al público, mientras que el cine salinista se hace de cara a la indigencia cultural de una clase media ignorante y avergonzada hasta de lo que considera su propia cultura, de ahí una buena razón de la eficacia de ese nuevo cine mistificador dedicado a ella.

      Búsqueda de eficacia en el rejuego de los placeres. Se asiste al cine según los dictados del deseo y se busca la eficacia del principio del placer en cualquiera de sus vertientes: el placer transferencial, el placer proyectivo, el placer onírico, el placer ficcional, el placer poético, el placer erótico y el placer contemplativo. Solamente los imbéciles y los esnobs irredentos asisten al cine como un deber cultural. De ahí que el análisis fílmico necesite asumirse no sólo como descripción, interpretación y ahondamiento, sino también como prolongación e intensificación del placer, una estrategia tendiente a la fascinación, un objeto afectivo, ya seductor ya irritante, pero siempre envolvente. De ahí el contrasentido de los pavorosos y aburridos libros sobre cine nacional, retacados de datos inmanejables y triviales recortes de periódicos, que habitualmente se editan en México. De ahí la urgente voluntad y la preocupación espontánea de transformar La eficacia del cine mexicano en un objeto de placer lingüístico y visual en sí mismo. Nunca manejar más datos de los indispensables, nunca atiborrar de referencias cinefílicas, nunca hacer citas irrelevantes, nunca pormenorizar fuera de marcos conceptuales muy estrictos, nunca asfixiar la libre manifestación del sabor y la textura envolvente de cada película (incluso de las más horrendas).

      Búsqueda de eficacia en el sentido y los alcances del análisis: de cine, de mentalidades, de películas y de sociedades. En el cine se reflejan, se traducen y se manifiestan numerosos cambios de mentalidad y ciertas evoluciones de la sociedad mexicana, sus atrasos y sus desesperadas puestas al día, quiérase o no, acéptese o no. De allí que ninguna película comercial u onanísticamente exquisita sea deleznable, a fin de cuentas, si se descubre en ella alguna eficacia.

      Búsqueda de eficacia en la dialéctica de lo viejo y lo nuevo en el interior de cada película y de cada tendencia. Lo viejo y lo nuevo se dan allí, por encima de las determinaciones genéricas, pero no de sus procedencias. Lo viejo y lo nuevo de forma mezclada, inextricablemente mezclada. Por algo este volumen renunció a llamarse La excrecencia del cine mexicano, La elegía del cine mexicano o La eyaculación precoz del cine mexicano; sin embargo, grosso modo, en las ocho partes del libro parecen dominar algunas de esas entidades.

      Lo viejo y lo nuevo luchan brutalmente en la primera parte, denominada “El imaginario desprohibido”, integrada por análisis de películas que han sufrido alguna prohibición gubernamental como consecuencia de los temas tabúes que abordan: el movimiento estudiantil de 1968 y la matanza del 2 de octubre, una supuesta debilidad de la figura presidencial siempre intocable en México, el intocable caso Camarena, el blanqueo de un personaje público-emblema de la corrupción protegida por las más altas autoridades, la violencia excesiva, lo obsceno-soez excedido, el goce violador y necrofílico. Todas esas cintas, la mayoría prohibidas en el sexenio delamadridista, fueron autorizadas para su efímera exhibición durante los primeros años del sexenio salinista, aprovechando una pasajera suspensión de la censura, cuando incluso pudo exhibirse La sombra del caudillo de Julio Bracho (1960), treinta años después de filmada. Completan esta parte el análisis de dos películas excepcionales por su idea de lo nuevo: una película jamás prohibida pero realizada por un exjefe de la censura fílmica como provocación a la censura, y la película más prohibida por el régimen salinista, que marcó el retorno de esa inquisitorial práctica en el país.

      Lo viejo triunfa sobre lo aparentemente nuevo en los análisis que integran la segunda parte, denominada “Erotomanías desataditas”, florilegio de amplificadas tensiones represivas / desrepresivas en torno al sexo. Lo viejo es avasallado por lo nuevo en la tercera parte, llamada “Delirios terminales”, donde menos se pensaría: en el interior del cine popular en vías de desaparición, debido al desmantelamiento de la industria fílmica en este periodo; incluso este rubro se inicia con el análisis de los testamentos fílmicos de los dos grandes octogenarios del cine popular mexicano, Ismael Rodríguez padre y Gilberto Martínez Solares, aún sin el reconocimiento que merecen. Lo viejo y lo nuevo se equilibran casi armónicamente en la cuarta parte, denominada “Entrecruzamientos”, en la cual se agrupan los análisis de películas populares que han pretendido redimirse culturalmente, a través de algún elemento ajeno, excéntrico, ocasionando cruces anómalos o detonantes de su propia eficacia.

      Lo nuevo se torna mera apariencia en los análisis reunidos en la quinta parte, llamada “El escapismo oficial”, integrada por películas más o menos exitosas y más o menos ambiciosas del Imcine salinista y sus palos de ciego culturales, ya también rumbo a la extinción, como su canto de cisne negro. Por el contrario, lo nuevo es realidad casi plena en la sexta parte, denominada “Los dispositivos estéticos”, acopio de ensayos sobre las cintas con propuestas artísticas más complejas y logradas del panorama, una sección que sustituye a aquellas tituladas “Un punto de vista del autor” en La condición y La disolvencia del cine mexicano.

      Lo nuevo se problematiza en las dos últimas