Víctor Manuel Fernández
Cómo orar con tus problemas y malos momentos
Sanarte de experiencias negativas
Editorial Claretiana
Índice
Portadilla
Cómo orar con tus momentos difíciles y sanarte de malas experiencias
Me agredieron o me perjudicaron
Siento que puedo perder algo que me obsesiona
Me ofendieron o me calumniaron
Un ser querido está perturbado
Me humilla un error que cometí
Estoy en medio de peleas y envidias
Me pesan el aburrimiento y el cansancio
Fernández, Víctor ManuelCómo orar con tus problemas y malos momentos : sanarte de experiencias negativas / Víctor Manuel Fernández. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Claretiana, 2020.Libro digital, EPUB - (Dalmanutá)Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-762-074-01. Reflexiones. 2. Oraciones Diarias. I. Título.CDD 242.8 |
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Primera edición en formato digital: noviembre de 2020
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
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ISBN edición digital (ePub): 978-987-762-074-0
Cómo orar con tus momentos difíciles y sanarte de malas experiencias
Si tenemos una dificultad, le pedimos ayuda a Dios, ponemos nuestros mejores esfuerzos y tratamos de salir adelante. Pero ¿qué pasa cuando esa dificultad nos comienza a perturbar por dentro? ¿Qué pasa cuando un problema saca de nuestro interior algunas viejas angustias y heridas no sanadas? En ese caso, una dificultad pequeña puede hacernos sufrir demasiado. Por ejemplo, podemos tener un pequeño susto, que debería pasar pronto. Sin embargo, a veces ocurre que ese pequeño susto vuelve a despertar otros viejos miedos que estaban sepultados en nuestro interior. Eso nos permite reconocer que hay en nosotros cosas que necesitan ser sanadas y que todavía nos hace falta una liberación.
Cuando estamos perturbados, o nos sentimos mal por algo que nos está pasando, no basta rezar un padrenuestro. Es importante también conversar con Dios sobre lo que nos sucede y pedirle que nos ayude a sanarnos. Lo primero es lograr decirle a Dios, con toda claridad, cuál es nuestro verdadero problema, esa perturbación interior que se ha despertado. No es común dialogar con Dios sobre las dificultades más hondas que nos aquejan. Si lo hacemos con claridad, eso nos hará mucho bien.
Más que sinceridad
Es fundamental hablar con Dios sobre nuestro problema, detenidamente y con total sinceridad. Pero a veces eso tampoco basta, porque “sinceridad” y “verdad” no siempre son la misma cosa. Alguien puede sentir que es muy sincero con Dios, que dice todo lo que siente, que no es hipócrita. Sin embargo, puede ocurrir que no esté viendo con claridad lo que realmente le sucede. Entonces, por más que sea sincero, en realidad no es del todo “verdadero”. Cuando dialoga con Dios todavía no es capaz de mostrarle toda su realidad, porque él mismo no la ve o no quiere verla. Entonces, es bueno que le pida luz a Dios para reconocer la verdadera raíz de lo que le está pasando.
Desnudar el corazón y narrar
Porque para sanarnos necesitamos colocar ante la mirada de Dios todo lo que nos sucede; necesitamos reconocer ante sus ojos de amor las raíces escondidas de nuestro mal. Y hace falta estar dispuestos a ver también lo que no nos gustaría ver. Para resolver a fondo un problema hay que sacarlo a la luz tal cual es, reconocerlo, describirlo con claridad en todos sus aspectos, aunque duela. Y siempre en diálogo con el Señor.
Es muy liberador detenerse a narrarle a Dios cuál es exactamente nuestro dolor, nuestra angustia, nuestro recuerdo triste, nuestras resistencias, contándole incluso aquellas cosas que no nos atreveríamos a contarle a nadie. Pero no basta con decirle a Dios algo que nos pasó si no le decimos también cómo nos hizo sentir eso. Si somos capaces de decirle lo que sentimos de verdad, le abrimos un espacio a él en ese lugar oscuro del corazón. Así le permitimos que nos serene, que nos haga ver la luz, que nos ayude a vivir una vez más la fuerza de su amor.
Esas cosas que nunca pudimos digerir
Recordemos que no siempre lo que nos hace sentir mal es algo que nos acaba de ocurrir ahora. A veces un hecho revuelve y despierta viejas angustias por situaciones semejantes que vivimos en el pasado y que no hemos sanado. En lo profundo de una tristeza enfermiza, de un miedo, de una desgana, de un vicio, suele haber hechos que no fueron “digeridos”, que no se resolvieron en nuestro corazón. Porque en medio del dolor de aquellos acontecimientos, en el pasado, optamos por esconderlos rápidamente en las tinieblas del corazón para “seguir viviendo”. Pero aunque los hayamos ocultado muy bien, eso sigue allí, como un veneno interior que desde el inconsciente hace