La Larga Sombra De Un Sueño. Roberta Mezzabarba. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Roberta Mezzabarba
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Драматургия
Год издания: 0
isbn: 9788835407485
Скачать книгу
a Larga Sombra de un Sueño

      Esta es una obra de fantasía.

      Nombres, personajes, ubicaciones y sucesos son imaginarios o son usados de manera ficticia y cualquier referencia a personas, vivas o muertas, a hechos o lugares existentes es puramente casual.

      Tituolo oroginale de la obra: La lunga ombra di un sogno

      Primera Edición

      noviembre 2017

      IL MARE

      © 2017 La Caravella Editrice

      Segunda Edición Publicado por ©Tektime

      junio 2020

      304 páginas

      www.traduzionelibri.it

Roberta MezzabarbaLa larga sombrade un sueñoTraductora: María Acosta Díaz

      A mi abuela Giacinta,ahora un dulce recuerdo,que me ha enseñadoa no rendirmeJamás.

      Prefacio

      La noche en la que apareció en la mente de Greta la oportunidad de dar un giro definitivo a su vida que, desde hacía tiempo, le daba lo mismo, el mar estaba siendo batido por una tramontana gélida y cortante, todavía se acordaba perfectamente.

      Estaba decidida: escaparía.

      En la oscuridad sólo había olas, lenguas blancas y espumeantes, que se movían, deliberadamente, para romper la armonía de aquella mesa azul oscura, avanzaban con movimientos cada vez más implacables, casi como si quisiesen golpear con violencia los escollos oscuros de aquella bahía pedregosa a pico sobre el agua.

      La espesa vegetación, presente sólo de manera fragmentaria sobre aquella orilla, ondeaba como lo habrían hecho verdes guedejas de ninfas, despeinadas por un viento incómodo.

      Muchas veces, desde niña, Greta se había refugiado allí, en aquel Edén, donde podía sentir, cálido y vivo, el contacto con la parte más indómita de sí misma: se sentía muy apartada del resto del mundo que la rodeaba y sin embargo el dolor conseguía alcanzarla con oleadas tan cercanas que le hacían perder completamente la percepción de cualquier otra cosa.

      Quizás desde niña había estado siempre un poco desconectada del resto del mundo, de lo que la masa creía justo… y ahora, después de tanto tiempo, en su mente cada vez era más firme la convicción de que haría bien si continuaba manteniendo las distancias con todo lo que la rodeaba: demasiado a menudo la excesiva proximidad, la excesiva confianza, nos convierte en frágiles e indefensos para juzgar y combatir lo que nos perjudica.

      De niña le encantaba fantasear, con la mirada perdida en el azul oscuro del mar: soñaba con ser una princesa prisionera de una bruja malvada, contra la cual resistía a la espera de que su príncipe viniese a salvarla, en su caballo blanco.

      Quizás era justo la persecución de aquel sueño lo que, en un cierto momento, se había convertido en exasperante, había infectado lo que podría haber sido una existencia por lo menos tranquila.

      Sólo ahora que se había quedado sola, realmente sola, se daba cuenta de esto, con amargura.

      Sólo ahora, que no tenía ni siquiera fuerzas para recoger los fragmentos de su vida, escombros que se acumulaban alrededor de ella, momentos ahora ya perdidos irremediablemente, veía con claridad ante sí la sombra que le había ocultado el sol.

      La larga sombra de un sueño.

      PRIMERA PARTE

      ¿Por qué el hombre se enorgullece de poseer una sensibilidad superior a la que muestran los animales? Esto no hace sino vincularlo cada vez más a la necesidad. Si nuestros impulsos se limitasen al hambre, sed y deseos sexuales seríamos prácticamente libres, en cambio cada ráfaga de viento, cada palabra dicha al azar o la escena que ésta evoca en nosotros nos afecta en lo más hondo

Mary Shelley

      1

      Ya era tarde para permanecer sentada sobre los escalones del Duomo pero Greta jamás se cansaba de sentirse arropada por aquella plaza, libre para poder admirar hasta la saciedad las ventanas geminadas del Palazzo Papale: era un espectáculo como pocos cuando el sol rojo del atardecer afinaba todavía más sus delgados entramados. A primera vista podían parecer como encajes preciosos, elaborados por una experta bordadora, en cambio no eran más que el fruto de la fuerza y de la precisión de brazos potentes y dedos sabios de canteros viterbeses que con su arte conseguían domar la aparente dureza del peperino1 haciendo que adoptase la forma que más deseaban.

      En aquellos momentos todo era mágico.

      Habían ya pasado más de cinco años desde que Greta trabajaba en Viterbo, como secretaria de un notario. Amaba su patria adoptiva, las callejuelas del centro histórico pavimentadas con adoquines, las fuentes en cada plaza, las escaleras exteriores pegadas a las fachadas que, con su refinada arquitectura, hacían de conexión entre la calle y el primer piso de los edificios del prerrenacimiento; amaba aquel aire de paz que se respiraba en las campiñas poco distantes de la ciudad. A pesar de esto, como auténtica siciliana, no había conseguido mantenerse alejada del agua, el elemento que prefería y que creía casi indispensable para su supervivencia. Después de haber escapado de Aci Castello se había alojado por un breve período en Roma, donde había trabajado en un sitio de comida rápida, pero luego había buscado playas más tranquilas. Había alquilado una casa en Capodimonte, un pequeño pueblo cerca de Viterbo, bañado por las aguas del lago de Bolsena. Aquel fantástico espejo de agua, con sus dos islas siempre presentes como guardianas, la había atraído desde el primer momento, hechizándola enseguida.

      Ya era tarde y Greta debía volver a casa pero primero debería pasar a ver al notario De Fusco, su jefe, para retirar algunos expedientes que debía entregar al propietario de una de las dos islas del lago de Bolsena, la isla Bisentina: estaba emocionada por el hecho de que a la mañana siguiente, en una pequeña barca, iría hasta la isla que había suscitado su curiosidad desde el mismo instante en que la había visto y podría observar con sus propios ojos aquello que sólo había escuchado contar.

      El notario De Fusco era un hombre graso, de unos sesenta años, con poco pelo y una mirada vacua, serio con su trabajo pero, realmente, no muy enérgico.

      Es una buena persona, pensaba Greta, pero tenía miedo de su propia sombra y quizás ese era su peor defecto.

      Greta recordaba cuando, unos años antes, escudriñando un periódico local a la búsqueda de un trabajo, en las páginas de los anuncios, le impactó lo telegráfico de su mensaje Seriedad y ganas de trabajar. Es lo que busco.

      Él era así.

      «Entonces señorita Greta, estamos de acuerdo. Mañana por la mañana usted irá a visitar al Príncipe del Drago en la barca de aquel pescador con el que ya he contactado, le leerá uno por uno los documentos de venta, hará que los apruebe, le dejará una copia y otra la traerá de vuelta. Le ruego que sea amable pero no ceremoniosa, el exceso no es jamás adecuado en este tipo de situaciones.»

      Ya le había repetido tres o cuatro veces a Greta la lección de qué y cómo hacer una operación que ella conocía perfectamente, pero él estaba visiblemente nervioso por el éxito de aquel gran negocio: el hecho de que un gran terrateniente como el Príncipe del Drago lo hubiese escogido entre todos los notarios que había en la zona para poner en orden sus negocios inmobiliarios representaba, seguramente, un motivo de orgullo, sobre todo con respecto a sus colegas que, como decía cuando estaba de humor para confidencias, asumían el trabajo sólo como una manera para ganarse el sustento.

      Después de salir del palacete donde tenía la sede su oficina, con un considerable paquete de papeles encerrados en el bolso de piel negra que el notario le había prestado para la ocasión, Greta se topó con un aire fresco que parecía quererla acompañar a la parada del autobús, como habría hecho un compañero fiel, preparado para escuchar sus aventuras del día anterior.

* * *

      Cuando, finalmente, llegó el momento de bajar del autobús, el sol se estaba poniendo y, en su lugar, en el cielo


<p>1</p>

Nota del traductor: Toba volcánica de color marrón o gris que contiene fragmentos de basalto y piedra calcárea con cristales diseminados de otros minerales.