ROMINA NATALÍN ALDECOA
Tu nombre es el Amor
Aldecoa, Romina Natalín
Tu nombre es el amor / Romina Natalín Aldecoa. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-2255-9
1. Espiritualidad. I. Título.
CDD 133.901
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
www.autoresdeargentina.com [email protected]
Dedico todo el libro a las almas que lo van a recibir, a las almas perdidas y encontradas, para que todos conozcan el Amor.
Prólogo
La gratuidad es propia de este libro, aquello que se entrega soltando todo lo que ata al alma a la tierra, permitiendo que las alas se abran a lo desconocido y escondido en lo más insólito de nuestro ser. Estos textos invitan al descubri-cierto, lo que se descubre en la verdad da luz y paz, a darle nombre al amor mirando nuestro interior y confiar que las puertas que Dios abre tienen una providencial misión. Las puertas y ventanas que Él abrió en mí probablemente no son las mismas que las tuyas, aunque invito a cada ser que se anime a transformarse con la luz divina que a diario nos acompaña en nuestro despistado andar.
BÚSCATE EN MÍ1
Alma, buscarte has en mí,
Y a mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
Alma, en mí te retratar,
Que ningún sabio pintor
Supiera con tal primor
Tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada
Hermosa, bella, y ansí
En mis entrañas pintada,
Si te pierdes, mi amada,
Alma, buscarte has en mí.
Que yo sé que te hallarás
En mi pecho retratada
Y tan al vivo sacada,
Que si te ves te holgarás
Viéndote tan bien pintada.
Y si acaso no supieres
Dónde me hallarás a mí,
No andes de aquí para allí,
Sino, si hallarme quisieres
A mí, buscarme has en ti.
Porque tú eres mi aposento,
Eres mi casa y morada,
Y ansí llamo en cualquier tiempo,
Si hallo en tu pensamiento
Estar la puerta cerrada.
Fuera de ti no hay buscarme,
Porque para hallarme a mí,
Bastará solo llamarme,
Que a ti iré sin tardarme
Y a mí buscarme has en ti.
1 Obras completas de Santa Teresa de Jesús; (1986); ed. 8ª; Madrid; Editorial Católica.
Dios y mi alma (I)
“Abandonémonos en las manos del Señor
y no en las manos de los hombres,
porque así como es su grandeza
es también su misericordia”. 2
(Eclesiástico 2.18)
2 Biblia “El Pueblo de Dios”; ed. 35ª ; Argentina, Buenos Aires; Editorial San Pablo.
Acá, en este bello horizonte deslumbro la amarga soledad, imágenes recorren paisajes en mi mente, silencios asociándose con la paz, vidas olvidadas por la fría noche, solo corro pisando las huellas de los pasos que en un pasado marqué. Un camino tan recto que tiene solo una luz encendida, radiante esplendor hace reflejar mi alma oscurecida como una sombra, aún estás ahí mirándome y meciendo mi corazón en Tus manos acogedoras. Vientos tormentosos mueven mis sentimientos hacia la gran tempestad pero Tu cálido aliento dispersa mi ser por el abismo del amor, capaz de disminuir tanto bullicio en mis oídos y en esta carga que veo pesar en los hombros lastimados; hoy como ayer vuelves a cerrar esas heridas que sangran y duelen como una fina espina en la pupila de un ojo. Amo Tus suaves manos cuando me sostienes y arrastras de esta senda piedras que estorban mi andar, iba tan ciega caminando que de pronto adormecí mis sentidos y ciertamente desperté con el leve movimiento que Tus pies al andar hacían ida y vuelta en mi cansancio rodeado de debilidad. Rugiendo estaban esos seres con estremecedoras miradas, invadían mi alma desorbitada y atraída por la tentación que generaban dudas equivocadas en la traición, para quienes como los idealistas no existía un nombre ni un significado concreto y capaz de vencer a semejante bola de fuego, templada pero con una pausa eterna de inseguridad y persuasión, reflejando en el cielo las rojizas llamas explotando de soberbia condicionada por mi mirada alta sin importar qué es lo que veo, egoísmo tan solitario y verdadero como la mentira, ese individualismo de solo verme a mí en el espejo ajeno, la codicia o avaricia de tener dinero y no almas cerca de Dios, un fuego que quema nuestras pestañas llenas del polvo que mordemos cuando cerramos las manos a la caridad, un calor que enriquece la deshidratación del cuerpo y en la oscuridad ahoga a su espíritu. ¿Cómo vivir Contigo o sin Ti? Cuántas veces me he preguntado semejante absurdo al mirarme en el reflejo de aquella habitación cerrada, colapsada por la brisa de Tu magnanimidad, si vivir Contigo es tan bello por qué alejo mis pasos de Tus huellas y me dejo llevar como una veleta desequilibrada pensando que es mejor sin Ti. Sumergir en el océano mi vida provocó abrir los ojos ante la salida del deslumbrante sol, nadar cuando aún no sabía que podía, intentarlo una y mil veces más sin comprender la inmensidad de la creación, hacerlo solo Contigo es hallar la paz interior, creer que la vida que llevo es Tuya, al igual que todo lo que has pintado a mi lado, no dejaré que nadie apague las luces de ningún camino porque es allí donde estás. Súplicas solo deben salir de mis labios secos por el aire desierto de este lugar deshabitado, ingerir golpes de verdad por mi boca sellada por la timidez de no saber que con Él todo lo puedo, porque una gota de sangre dio la pauta de una nueva herida en mi corazón rasgado como el suelo reseco por la sequía, solo calmar la sed con el agua que hace ver a los ciegos y creer a los incrédulos, el amor más natural de un simple y transparente líquido sediento por la falta de uso, desarrolla en una garganta enmudecida las más suaves y dulces palabras que abren almas con la luz de los rayos de Su corazón y cierran el dolor en el costado. Como niegas todo