El lugar secreto. Jaime Herrera D'Arcangeli. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jaime Herrera D'Arcangeli
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789561235663
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      Viento Joven

      I.S.B.N.: 978-956-12-3285-3

      I.S.B.N. edición digital: 978-956-12-3566-3

      3ª edición: febrero de 2020.

      Obras Escogidas

      I.S.B.N.: 978-956-12-3286-0

      4ª edición: febrero de 2020.

      Ilustración de portada:

      Collage compuesto por Juan Manuel Neira

      en base a imágenes de pixabay.com

      Editora General: Camila Domínguez Ureta.

      Editora Asistente: Camila Bralic Muñoz.

      Director de Arte: Juan Manuel Neira Lorca.

      Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.

      © 2017 por Jaime Herrera D’Arcangeli.

      Inscripción Nº 284.205. Santiago de Chile.

      Editado por Empresa Editora Zig–Zag, S.A.

      Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.

      Teléfono (56-2) 2810 7400.

      E-mail: [email protected] / www.zigzag.cl

      Santiago de Chile.

      El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte, ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-Rom, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción, sin la autorización escrita de su editor.

      Diagramación digital: ebooks Patagonia

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       [email protected]

      Índice

       1. Un papá, dos chicos, un perro y una casa que cruje

       2. Enid D estuvo aquí

       3. Llega un ramo de crisantemos

       4. A través del espejo

       5. La Dama de Luz

       6. Un castillo de arena

       7. El lugar secreto

       8. La rueda del destino

       9. El escarabajo de oro

       10. En el ojo de la tormenta

       11. El regalo de Enid

      El tiempo está en todas partes y en ninguna. Es la forma de ser y de no ser. El tiempo es puente, pero también abismo. Desechable, inmortal. La vida está hecha de tiempo, pero asimismo es una carrera contra el tiempo.

      Julián Serna

      Capítulo 1

      Un papá, dos chicos,

      un perro y una casa que cruje

      Me gustaría empezar esta historia desde el principio, como es natural. Pero ya no estoy muy seguro de que eso sea posible. Los recuerdos son como los fragmentos quebrados de un espejo. Aunque te esfuerces por recogerlos todos y los pegues con un adhesivo extrafuerte y mucho cuidado, el espejo nunca vuelve a ser el mismo. Siempre faltan astillas, virutas de un no-sabes-qué y las imágenes reflejadas ya no son como eran.

      Prometo que haré mi mejor esfuerzo.

      Imaginen una casa de un piso algo destartalada y un jardín descuidado. Un buzón de madera decorado con pajaritos desteñidos intentaba brindarle un poco de glamur, sin éxito.

      Mi papá apagó el motor de nuestro carreteado Subaru azul y se volvió hacia nosotros, con una sonrisa nerviosa.

      –¿Qué les parece?

      –Uy. Se parece a la casita de la bruja de Hansel y Gretel, papá –comentó Luna, mi hermana menor, abrazando a su burrito de felpa de orejas caídas. El resto de sus juguetes venía en el camión de la mudanza.

      –Guof, guof –opinó Gran Samo, nuestro golden retriever políglota, ladrando en inglés.

      Mi papá lanzó una carcajada insegura.

      –¡Ya verán como luce después de una buena capa de pintura y el pasto recién cortado! ¿Qué piensas tú, Noel?

      Noel soy yo. Me pusieron así por una razón bastante obvia: nací en vísperas de Navidad. Y pese a lo raro del nombre, estoy bastante reconciliado con él, aunque no tanto con el hecho de no haber recibido jamás un auténtico regalo de cumpleaños porque siempre se confunden con los de Navidad.

      Me di cuenta de que para mi papá mi opinión de adolescente de quince años resultaba importante.

      –No está mal para una casa antigua, papá. Tiene su onda –afirmé.

      La sonrisa nerviosa de mi papá se volvió más segura.

      –Nuestra casa propia –apuntó.

      Siempre habíamos vivido en un departamento arrendado. Tan helado que a veces durante el invierno brotaban hongos como los de la aldea de los pitufos debajo de las ventanas.

      –¡Propia! –repitió Luna, dichosa, planeando su burrito como si fuera un avión.

      –¡Guof! –apoyó Gran Samo.

      –¿Qué esperamos? ¡Al abordaje! –anunció mi papá, con voz de almirante.

      Ayudé a Luna a bajar del auto y Gran Samo se catapultó fuera con un vigoroso brinco. Al salir del Subaru, eché una mirada distraída a la calle ancha de Los Peumos, repleta de casas antiguas, aunque mejor mantenidas que la nuestra, con sus frontis bien pintados de colores alegres y enredaderas en flor.

      Desde la vivienda del frente, una construcción gris de dos pisos con un torreón en el tejado que la asemejaba a un castillo, alguien nos espiaba.

      Una silueta se perfilaba detrás de unas gruesas cortinas moradas en el segundo piso; nos estaba observando. La figura se dio cuenta de que la había visto y desapareció en un parpadeo. La ventana se cerró de golpe.

      “Un vecino curioso”, me dije, encogiéndome de hombros. “Mejor nos acostumbramos rápido a ser la gran novedad del barrio”.

      –¿Vienes, Noel? –mi papá se asomó por la puerta de entrada.

      Me pregunté si el sitio estaría tan abandonado por dentro como por fuera. Samo vino a buscarme ladrando alegremente. Acaricié su peluda cabeza marrón y juntos cruzamos el umbral de esa casa que era vieja y nueva al mismo tiempo.

      Luna correteaba por todo el lugar –que tampoco era muy grande– preguntando cuál sería su habitación. En el departamento compartíamos la misma pieza, pero mi papá le había prometido que ahora tendría una para ella sola.