Julito Cabello y las salchipapas mágicas. Esteban Cabezas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Esteban Cabezas
Издательство: Bookwire
Серия: Julito Cabello
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9789563635515
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      ●1

      OH, MÍSERO DE MÍ

      ¿QUIÉN DIJO que lo bueno de ser niños es que no tienen responsabilidades? ¿Habrá sido un viejosaurio que se olvidó de cómo era realmente ser pequeño? Porque yo, Julito Cabello, les digo que ser niño no es fácil.

      Primero, hay que ir al colegio.

      Segundo, hay que comerse toda la comida.

      Tercero, hay que ir al dentista. ¡Auch! (Y al colegio, ya lo había dicho).

      Cuarto, hay que acostarse cuando los papás dicen “a acostarse”.

      Quinto, hay que ver películas “para niños” (y hay unas zzzúper entretenidas).

      Sexto, hay que darles besos a los parientes arrugados (y caras de pasa).

      Séptimo, hay que hacer gimnasia o-bli-ga-toria-men-te.

      Octavo, hay que hacer maquetas y a veces te quedan los dedos todos pegotes.

      Noveno, hay que levantarse cuando todavía está oscuro (y hay vampiros y hombres lobo dando vueltas).

      Y décimo, hay que leer libros para que después te hagan una prueba y te pregunten todo, hasta el más mínimo detalle, para pillarte si leíste un resumen, o si viste la película, o si te contaron el libro justo antes de entrar a la sala.

      Entonces: NO DIGAN QUE MI VIDA ES FÁCIL, ¿OK?

      Y si consideramos que en mi casa hay dos adultos (esos que se llaman papá y mamá, Julio papá y Rosa mamá), un hermano menor (Beltrán Cabello, alias el pato rockero, exniño hámster) y una bebé (María Cabello, recién nacida y con olor a leche en polvo, hasta que se hace caca), se darán cuenta de que en mi hogar hay una concentración de niños. O sea, mucha gente pequeña viviendo estresada (aunque la María duerme todo el día). Por eso les digo: prepárense para lo que vendrá. Porque como el viejo refrán fósil dice “las guaguas vienen con una marraqueta bajo el brazo” (o sea, con comida, o sea, plata, o sea lo que sea, pero bueno y para echarle mantequilla), mis papás esperaban que con la llegada de María nos convertiríamos en una panadería feliz y millonaria.

      Pero no fue así.

      ¡Tatatatááán!

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      ●2

      EL PAN SE PUSO DURO

      Y VAMOS CON LA DESCRIPCIÓN de este viejo juego protagonizado por mi familia. Mi papá es como Super Mario, pero no es plomero. Es crítico de restaurantes, entonces va a comer y después pone una nota de 1 a 7 tenedores. ¡Y le pagan por eso!

      Mi mamá no es como Luigi, pero sí como la princesa Peach, pero no es princesa, es periodista. Y escribe de plantas y flores en una revista que se llama La Casa Feliz.

      Luego estoy yo, Julito Cabello, el centro de este universo paralelo de videojuego virtual.

      Después vienen esos dos hermanos míos de los que les hablé, que no serían ni hongos de este juego. O sea, me dan lo mismo, porque este juego es mío y yo lo inventé. ¡Ja, ja, ja! Soy malo, y qué fue.

      Entonces, este videojuego es como la vida misma. O sea, mi papá va cazando monedas y saltando obstáculos para aumentar su vida y la de nosotros. Y mi mamá lo ayuda, porque a veces Mario (perdón, Julio) se cansa y hay que seguir agarrando monedas para comprar pan (marraqueta), la leche y los cereales de Beltrán (esos asquerosos de todos colores que tienen olor a perfume rasca).

      El gran problema es que este videojuego ha llegado a su game over. Y ese final es el comienzo de esta triste historia.

      ¡Snif! (y saquen un rollo de papel de baño, que el llanto es largo).

      ●3

      EL VIRUS ELIMINADOR

      HASTA ESE DÍA (conocido como “el” día), mis papás trabajaban felices de la vida. Salían temprano, llegaban tarde, y una vez al mes, el día de pago, andaban más felices que payaso con cosquillas (fome, fome, fome mi chiste). Y siempre sabíamos qué día era ese, porque les daba por ir al supermercado y llenar los carros con todo tipo de cosas.

      Además, mi papá se compraba algún condimento raro (como ají de Tasmania o jalea de moco de jirafa… ya sé, no existe, ok). Y mi mamá echaba al carro alguna planta nueva. O alguna ensalada muy cara de flores comestibles o pimentones arcoíris o tomates pigmeos.

      Así era la vida-video juego de mis papás. No éramos millonarios (sin piscina, un solo auto, un solo computador, dos teles chicas), pero tampoco éramos flaitongos. O sea, éramos eso que se conoce como clase media.

      Justo en la mitad.

      Ni mucho ni poco.

      Ni esto ni aquello.

      Ni blanco ni negro.

      Ni ángel ni bestia.

      Ni izquierda ni derecha.

      Éramos miti-miti, como helado de paleta con dos sabores.

      Como Bilz y Pap.

      Eso, hasta “el” día.

      Fue una mañana cualquiera, en la que mi papá buscó su diario en internet, porque ese día (el viernes) salía su crítica de la semana.

      La María dormía y el Beltrán se daba vueltas por el living, poniendo su nueva canción rockera favorita: una de The Clash (es que mi hermanito es un pato rockero).

      Mi mamá preparaba el desayuno y yo esperaba. Pero no me esperaba lo que pasó.

      —¿Tendrá un virus el computador? —preguntó mi papá, entrando a la cocina.

      —Que yo sepa, no —dijo mi mamá.

      —Y yo lo limpié hace poco —agregué, poniendo mi cara de “doctor informático antivirus súper Shield”.

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      —¡Bah!, qué raro. Es que no viene mi crítica en el diario de hoy.

      …

      Mi papá cree que eso lo puede causar un virus…

      …

      Qué tierno.

      ●4

      NO ERA UN VIRUS, ERA PEOR

      —PAPÁ —le señalé—, los virus no hacen eso.

      —¿Será un virus diet? —dijo mi mamá, aprovechando de hacer un chiste.

      —Es raro. Raro, raro. Desde hace años, todos los viernes sale mi crítica. Y hoy le tocaba a un restaurante que se llama La Rica Grasa, donde sirven hamburguesas de un kilo, y era tan tóxico que le puse un puro tenedor. Tengo que averiguar qué pasof.

      Y mi papá, que cuando le dan los nervios se pone a toser, se puso a toser mucho.

      —Cof, llamaré a mi editorf. Ya vuelvof, cof.

      —Ya, Julio, calma, tranquilo —dijo mi mamá no muy convencida de sus tranquilizadoras palabras.

      Nos quedamos mamá e hijo en la cocina, en silencio, mientras se oía a Beltrán intentando cantar en inglés (jura) y por otro lado se escuchaban las toses de mi papá, que hablaba por teléfonof (¡ja!). Pero no alcanzábamos a entender qué decía.

      Suspenso.

      Rock infantil (horroroso).

      Suspenso.

      Rock cantado por Beltrán (espantoso).

      Y tos. Porque justo entró mi papá a la cocina, poniéndose la chaquetaf.

      —Tengo que ir al diario. Parece que hubo cambios y eso tiene que ver con mi críticaf. Voy y vuelvof. Chaof.