Rincones tenebrosos. Fabián Sevilla. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fabián Sevilla
Издательство: Bookwire
Серия: Serie negrita
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9789875042995
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      Rincones tenebrosos

      Dos novelas para tener pesadillas

      Fabián Sevilla

      Ilustraciones:

      Fernando Carmona

      Índice de contenido

       Ricones tenebrosos. Dos novelas para tener pesadillas

       Portada

       La cabaña de los espectros

       Algo horrible hay en el sótano

       Biografías

       Legales

       Sobre el trabajo editorial

       Contratapa

      "El miedo anda por todas partes

      aunque busca rincones donde esconderse.

      Puede ser una cabaña perdida

      o el sótano de una casona que se ve inocente.

      Son rincones comunes y corrientes,

      pero oculto ahí el miedo espera

      para atacarte por sorpresa

      y convertirte en su presa.

      Hay que estar alerta y alejarse presurosos

      de esos rincones tenebrosos."

      Advertencia escrita en un antiguo

      manual para cazar fantasmas y monstruos.

      1. Rumbo a la aventura

      ¡Hacer un campamento en un club rodeado por cerros! A los chicos y las chicas que iban a la colonia de vacaciones les encantó la propuesta.

      Pero los cuatro coordinadores tenían todo súper programado. Y desde que llegaron al club, los chicos debieron cumplir con un estricto y cronometrado plan de actividades.

      —¡Esto es peor que el cole! –se quejó al tercer día Nahuel y los demás estuvieron de acuerdo.

      Ya empezaban a aburrirse, cuando les informaron que el día sábado lo tendrían libre.

      —¡Por fin vamos a hacer lo que queramos! –celebró Enzo.

      —¿Qué se les ocurre? –se entusiasmó Magalí.

      —No sé… no sé –repetía ansiosa Delfina.

      Antes de irse a dormir, ese mismo viernes y frente a una fogata, todos planeaban cómo disfrutarían del sábado de libertad. A Nahuel, Enzo, Magalí y Delfina no les costó ponerse de acuerdo.

      —Queremos hacer una expedición a los cerros de la zona –les informó Delfina a los coordinadores de la colonia.

      —No vamos a ir muy lejos –prometió Nahuel–. Y volveremos antes de que sea de noche…

      —Además, miren el cielo –les señaló Magalí–, dudo que mañana haya tormenta…

      —Y en las mochilas llevaremos todo lo necesario –aseguró Enzo queriendo demostrar que sabía un montonazo sobre expediciones–. Cantimploras llenas, los celulares, linternas, sándwiches, paquetes de papitas fritas y una brújula.

      Así convencieron a los coordinadores y al otro día, muy temprano, los cuatro salieron rumbo a la aventura.

      Enzo, el guía sabelotodo, caminaba dando indicaciones que ninguno de sus tres amigos escuchaba.

      Lo seguían Magalí y Delfina. La dos se detenían a cada paso para sacar fotos con sus celulares a lo que fuera: avispas, flores silvestres, arbolitos secos… incluso las piedras.

      Nahuel iba muy atrás. Ya no le parecía tan genial haber salido de expedición y se quejaba de todo: le dolían los pies, tenía mucho calor, se le clavaban espinas en las zapatillas…

      Al llegar a la cima de un cerro, descubrieron que muy abajo había un valle. Enzo quiso sorprender a los otros y gritó:

      —HOLA, ¿CÓMO ESTÁN?

      El eco le devolvió su propia voz:

      —Hola… la… la… cómo… mo… mo… están… tan... tan...

      —ESTAMOS JOYA –gritó Delfina.

      En el acto, escucharon el reflejo de su voz:

      —Estamos… tamos… mos… joya… ya…yaaaaa…

      Los cuatros se reían a lo loco mientras el eco también repetía sus carcajadas.

      Pero dejaron de reírse cuando, de pronto, el eco subió desde el fondo del valle. Y lo que les decía, sonaba con una voz extrañísima:

      —No… le… abran… bran… bran… la… puerta… ta… taaaaa…

      2. El eco misterioso

      —¿Y ese eco? –se preocupó Nahuel–. Si ninguno de nosotros dijo nada…

      —Será alguien que anda por este lugar y también está jugando con el eco… –supuso Enzo.

      Apenas dijo la última palabra y de nuevo la misteriosa voz les advirtió:

      —No… estoy… toy… toy… jugando… ando… dooooo…

      Las piernas de Nahuel se le volvieron de dentífrico y se abrazó a Delfina, a quien se le comenzaban a enrular los nervios.En un instante, nubarrones gigantescos y amenazantes habían cubierto el cielo.

      Pero fue Magalí la que lanzó un alarido con el primer trueno. Y se puso peor cuando de repente se desató una tormenta igual de densa que una cortina, llenísima de viento, enceguecedora como una noche sin luna.

      Los relámpagos quemaban el cielo y los truenos parecían explotar dentro de sus oídos.

      Los cuatro corrieron sin saber hacia dónde. Y cuando se dieron cuenta, se habían separado. Para peor, apenas lograban abrir los ojos por culpa del aguacero.

      —CHICOS, ¿DÓNDE ESTÁN? –gritó Enzo.

      —Aquí… qui… quiiiii.

      El chico no reconoció la voz que le había respondido, pero igual la siguió. Solo quería reunirse con los demás.

      —DELFI, DECIME DÓNDE ESTÁS –pidió Magalí muy desorientada.

      —Estoy… toy… delante… ante… tuyo… yooooo…

      Esa no era la voz de su amiga.

      Tampoco fue Nahuel quien le respondió a Delfina:

      —Estoy… toy… muy… muy… cerca… ca… Delfi… fiiiii…

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