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II de la manada Angeles Guardianes | |
Virginie T. | |
Sevana está por fin a salvo en el territorio de la manada, pero a Connor le asalta una duda.¿Y si su mejor amiga, Ashley, conocía sus orígenes fateles? La avispada enfermera podría correr un gran peligro. Es a Sean a quien envían para investigar, pero ninguno de los Ángeles Guardianes podía imaginar hasta dónde conduciría el vínculo.
Traducido por Angelines Valenzuela Aycart
© 2020 - Virginie T.
Virginie T.
Traducido por Angeline Valenzuela Aycart
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La manada Ángeles Guardianes: Sean Virginie T.
Prólogo
Debería activarme un poco. Hoy recibo a una enfermera nueva y me han encargado enseñarle todo. Supongo que tendremos mucho que trabajar hasta que sea completamente operativa. Me han dicho que solo tiene veinte años, lo que significa que carece de experiencia. Tiene la misma edad que yo cuando empecé en el hospital hace ya 10 años, y recuerdo muy bien todos los obstáculos que tuve que superar para salir adelante. En esta profesión, no todos los días son fáciles.
Mierda, voy un poco tarde. Peter ha insistido en hablar conmigo antes de que me fuera. Es el alfa de la manada Treat y mi padre. Bueno, en realidad no, pero como si lo fuera. Le debo mucho, por lo que cuando me convoca, sea cual sea el motivo, obedezco sin discutir, como todo el mundo. Solo quería hablarme de la nueva empleada del hospital. Como la mayoría de las manadas, tenemos a nuestro friki particular, y Peter investiga a todas las personas nuevas que tengan alguna posibilidad de acercárseme. Resulta cargante, pero lo entiendo. Lo hace por mí y por Sam. Solo quiere protegernos y nunca podré agradecerle lo suficiente lo bueno que ha sido con nosotros. Por suerte, la conversación ha sido rápida. Es una simple humana que no representa ningún peligro.
Cuando llego a la unidad con solo diez minutos de retraso, la nueva está ya en la sala de descanso esperando prudentemente a que venga a buscarla.
— Hola. ¿Sevana?
— Sí. Tú debes ser la persona que me han dicho que espere aquí.
— Así es. Soy Ashley. Seré tu compañera más habitual en esta planta y estoy encargada de instruirte en las rutinas del hospital. Te lo aviso, no tengo pelos en la lengua. Digo todo lo que se me pasa por la cabeza sin filtro, ya sea bueno o malo. Espero que no seas muy susceptible.
— Ningún problema. Prefiero la sinceridad a la hipocresía.
— Perfecto. Ven conmigo. Voy a meterte de lleno en faena, así es como mejor se aprende. Empecemos por la primera habitación. Te lo advierto, es un niño con fracturas y muchos moretones. Una mala caída por las escaleras. Está en coma, pero no tardará en despertarse. No dejes que te afecten demasiado las cosas o no aguantarás mucho tiempo en este trabajo.
— Vale. No te preocupes por mí. Estoy segura de que encontraré la forma de ser útil.
Me gusta. Aunque parezca tímida, es dispuesta. Estoy segura de que con el tiempo vamos a llevarnos bien. Dejo que compruebe las constantes del niño mientras yo le tomo la temperatura. Al levantar la cabeza, me quedo pasmada. ¿Por qué le coge la mano? Sentir compasión vale, pero pena... Como se deje llevar por sus emociones está perdida.
— Debes ser fuerte, ¿recuerdas? Te lo advertí.
Sobresaltada, suelta la mano del niño inmediatamente y comienza a balancearse de un pie a otro con una expresión incómoda. Puede que me haya pasado. Al fin y al cabo, es su primer día. Yo también he pasado por eso y me he entristecido con ciertos pacientes. Debemos ser profesionales, ¡pero tampoco somos de piedra!
— ¿Quieres ir a tomar un poco el aire?
— No, no es eso.
Soy una persona impaciente por naturaleza. ¿Que valora la sinceridad? Muy bien, a mí lo que me gusta es la gente directa.
— Déjate de rodeos. Suéltalo.
Vacila unos segundos más antes de asentir con la cabeza.
— Debemos impedir que el padre acceda a la habitación. No debe acercarse al niño.
Frunzo el ceño ante el sinsentido que acaba de articular. No me lo esperaba. ¿Por qué íbamos a hacer eso? Evidentemente, los padres tienen acceso sin restricciones a la habitación de su hijo.
— ¿Por qué?
Parece cada vez más incómoda. Titubeante, me rehúye la mirada. Es igual, no necesito escucharla para saber lo que está pensando. Justo cuando abro la mente, se decide a explicarse.
— No estoy segura de que se cayera solo. Sospecho que puede ser un caso de maltrato.
— ¿Por qué?
Se encoge de hombros sin añadir nada más.
— Una corazonada.
Uhm. En vista de lo que le ronda la cabeza, le tomo la palabra. La imagen del pobre niño en una silla de ruedas, escayolado y llorando, lanzado de un empujón a la carretera por su padre es violenta, y el hombre es perfectamente reconocible. Parece que quisiera que atropellaran a su hijo. Por otra parte, Sevana llegó al hospital hace apenas una hora. No puede haberlo visto antes. Diría que no soy la única con secretos aquí. Si es inteligente no confiará en mí, una total desconocida. La cuestión es que no creo que disponga de la misma protección que yo. Peter me ha dicho que vivía con una pareja de humanos. El riesgo de que me descubran es mínimo y si ocurriera, se debería indudablemente a una traición. Esta chica se cree a salvo haciéndose pasar por una humana corriente y trabajando en un hospital humano, pero resulta que a veces tratamos a metamorfos, por no hablar de las visitas sorpresa de mi sobreprotectora familia adoptiva, que invade mi espacio vital a cada paso que doy. Por supuesto, puedo ayudarla a permanecer en la sombra y estoy convencida de que efectivamente sabrá ser de utilidad aquí. Tiene un don increíble. Hacía mucho que no veía algo así. Eligió la profesión ideal para ella. No obstante, prefiero no contarle nada a Peter. Mi padre puede mostrarse muy desconfiado con lo que no entiende y, teniendo en cuenta que Sevana es un auténtico enigma, querría interrogarla hasta que se derrumbase. Contarle que una fatel ha aparecido en el hospital donde trabajo como por encanto sería alarmarlo innecesariamente. Además, si tuviera malas intenciones lo habría percibido. Solo quiere ayudar al prójimo. Por mi parte, ante todo he encontrado una amiga con la que probablemente tenga más en común de lo que podía haber imaginado.
Capítulo 1
Sean
Me pregunto por qué Connor nos habrá convocado a todos tan temprano. Creía que querría disfrutar de Sevana durante al menos un mes entero antes de retomar nuestras rutinas de entrenamiento al amanecer. Solo hace quince días que trajo a su compañera a casa. Es cierto que no los hemos visto mucho en estas dos semanas, aparte de en la presentación oficial a la manada. ¿Se les habrá agotado el deseo? No, imposible. La última vez que me los crucé por casualidad tuve que huir corriendo para no verlos montándoselo en pleno bosque. Quizá quiera delegar el mando de los Ángeles Guardianes en mí durante un tiempo para poder disfrutar plenamente de su mujer sin tener que dirigir el clan